Hay un libro que me tiene entusiasmada. Se titula Una madre lo sabe. Todas las sombras del amor perfecto. Lo ha escrito Concita de Gregorio, y en España, en valenciano y en castellano, lo ha editado Tándem. Me consta que Rosa Serrano, la editora, se enamoró del texto cuando lo leyó en italiano y no ha descansado hasta que ha conseguido publicarlo aquí. Y no me sorprende. Concita ha escrito cosas como esta: “Lo que es ‘una buena madre’ lo deciden los demás. El coro. La mirada que da su aprobación o que reprocha. Los que siempre saben lo que hay que hacer y lo que no (…). Si sientes que te vienes abajo, es porque para esto no sirves. (…) Si te cansa, estás deprimida, si te enfurece, eres un monstruo. (…); si la maternidad no te invade natural y espontáneamente como un rayo de luz, si no te cambia las señas personales, volviéndote sol que nutre, dedicada pacientemente en cuerpo y alma: está claro, no tienes el instinto adecuado. Eres rara, eres contra natura. Culpable, para decirlo de una vez por todas. Una mala madre”. Uf. Y esto es sólo el principio. A partir de ahí, veintidós relatos sobre veintidós modelos de maternidad que nadie debería perderse. Y no sólo las madres: los padres, los hijos. Todos quienes pretendan comprender algo tan complejo y tan maravilloso como el hecho de ser madre, de ser hijo. De nacer. De crecer. De vivir.
Hay un libro que me tiene entusiasmada. Se titula Una madre lo sabe. Todas las sombras del amor perfecto. Lo ha escrito Concita de Gregorio, y en España, en valenciano y en castellano, lo ha editado Tándem. Me consta que Rosa Serrano, la editora, se enamoró del texto cuando lo leyó en italiano y no ha descansado hasta que ha conseguido publicarlo aquí. Y no me sorprende. Concita ha escrito cosas como esta: “Lo que es ‘una buena madre’ lo deciden los demás. El coro. La mirada que da su aprobación o que reprocha. Los que siempre saben lo que hay que hacer y lo que no (…). Si sientes que te vienes abajo, es porque para esto no sirves. (…) Si te cansa, estás deprimida, si te enfurece, eres un monstruo. (…); si la maternidad no te invade natural y espontáneamente como un rayo de luz, si no te cambia las señas personales, volviéndote sol que nutre, dedicada pacientemente en cuerpo y alma: está claro, no tienes el instinto adecuado. Eres rara, eres contra natura. Culpable, para decirlo de una vez por todas. Una mala madre”. Uf. Y esto es sólo el principio. A partir de ahí, veintidós relatos sobre veintidós modelos de maternidad que nadie debería perderse. Y no sólo las madres: los padres, los hijos. Todos quienes pretendan comprender algo tan complejo y tan maravilloso como el hecho de ser madre, de ser hijo. De nacer. De crecer. De vivir.
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