Joaquín Bérchez, fotógrafo e historiador

Cate­drá­ti­co uni­ver­si­ta­rio de His­to­ria del Arte y aca­dé­mi­co nume­ra­rio de San Car­los, Joa­quín Bér­chez tie­ne dos pasio­nes: la arqui­tec­tu­ra y la foto­gra­fía. Para Bér­chez “a las pasio­nes no se las inte­rro­ga, sino que hay que vivir­las y gozar­las”. Sin embar­go, él ha refle­xio­na­do no poco sobre las suyas. Una peque­ña mues­tra de ello es la selec­ción de tex­tos y fotos que com­po­nen Al com­pás del obje­ti­vo, el libro que inau­gu­ra la colec­ción Escri­tos y Arti­cu­la­dos de la edi­to­rial Elca.

¿Cómo fue su encuen­tro con la foto­gra­fía?

Es un enig­ma. Yo siem­pre había hecho fotos, pero fue hace unos diez y sie­te años cuan­do comen­cé a foto­gra­fiar de modo autó­no­mo y cons­cien­te. Me di cuen­ta de que esa capa­ci­dad de la foto­gra­fía de arran­car emo­cio­nes suplía muchas veces a la escri­tu­ra. Y sigo estan­do un poco sor­pren­di­do de ese encuen­tro. Cuan­do hice mi pri­me­ra expo­si­ción, allá por el año 2004 o 2005, Jar­que me comen­tó la com­ple­ji­dad y difi­cul­tad de arran­car­le argu­men­tos foto­grá­fi­cos a la arqui­tec­tu­ra, algo que en su opi­nión no pare­cía un pro­ble­ma en mi foto­gra­fía. Ese tipo de comen­ta­rios, vinien­do ade­más de quien venía y al que tan­to admi­ra­ba, me ani­ma­ron a seguir.

¿Su acti­vi­dad docen­te favo­re­ció ese encuen­tro?

Sí por­que para­le­la­men­te fui de los pri­me­ros que enlo­que­ció con los power point. Me per­mi­tían narrar la arqui­tec­tu­ra y hacer dia­lo­gar imá­ge­nes. Yo cito mucho a Juan Anto­nio Ramí­rez, con quien tuve amis­tad. Él decía que el méto­do del pro­fe­so­ra­do de his­to­ria del arte debía de ser icó­­ni­­co-ver­­bal, es decir, debía hablar, dis­cu­tir con la ima­gen. Y tam­bién reco­men­da­ba que el his­to­ria­dor del arte debía tener tam­bién sus pro­ce­sos crea­ti­vos. Él mis­mo creó obras de escul­tu­ra y arqui­tec­tu­ra a modo de jugue­tes de un gran valor artís­ti­co.

Enton­ces, fren­te a la dico­to­mía entre ima­gen y pala­bra, ¿lo impor­tan­te es qué ima­gen y qué pala­bras?

Exac­ta­men­te. Yo pon­go títu­los a las foto­gra­fías, pero no son títu­los para­si­ta­rios de la ima­gen, ni las imá­ge­nes son para­si­ta­rias del tex­to. Son títu­los que plan­tean una diás­po­ra, tam­bién de inter­pre­ta­cio­nes. Por ejem­plo, a la esca­le­ra de Miguel Ángel la titu­lé “Cor­cheas” por­que me pare­cía una par­ti­tu­ra. Lo que bus­ca­ba eran argu­men­tos figu­ra­ti­vos que la saca­ran de lo que era la foto­gra­fía están­dar de la obra de arte.

¿Por qué le atrae la arqui­tec­tu­ra extra­va­gan­te?

He sido estu­dio­so, y me ha gus­ta­do mucho, esa arqui­tec­tu­ra obli­cua de Cara­muel, obras arqui­tec­tó­ni­cas de len­gua­je clá­si­co que se desa­rro­llan sobre super­fi­cies que no son rec­tas. O las for­mas extra­va­gan­tes, esas volu­tas que se hacen poli­go­na­les. Esas foto­gra­fías son las que más han entu­sias­ma­do des­de la per­cep­ción arqui­tec­tó­ni­ca con­tem­po­rá­nea. Qui­zá por­que son algo que per­te­ne­ce a un mun­do en que se pen­sa­ba den­tro del ámbi­to his­tó­ri­co del len­gua­je clá­si­co, pero al tras­la­dar­lo con la foto­gra­fía a nues­tro pre­sen­te cobra una insos­pe­cha­da con­tem­po­ra­nei­dad.

Y su mira­da, ¿tam­bién tie­ne algo de extra­va­gan­te?

Me sale así. Para bus­car esa mira­da extra­va­gan­te yo he uti­li­za­do mucho la foto­gra­fía con ese sen­ti­do que tie­ne de frag­men­to, de con­se­guir una bidi­men­sio­na­li­dad crea­ti­va aplas­tan­do los edi­fi­cios con el tele­ob­je­ti­vo. Me fijo mucho en el mun­do de som­bras, de for­mas geo­mé­tri­cas. He pro­cu­ra­do tam­bién uti­li­zar figu­ran­tes, casua­les o no, dan­do por ejem­plo répli­ca al cla­si­cis­mo que las envol­vía. No voy solo a retra­tar lo obvio des­de el pun­to de vis­ta de la his­to­ria de la arqui­tec­tu­ra. 

¿La foto­gra­fía pue­de dar movi­mien­to a la arqui­tec­tu­ra?

Al prin­ci­pio la arqui­tec­tu­ra fue el gran obje­to del deseo de la foto­gra­fía por ese carác­ter está­ti­co que per­mi­tía expo­si­cio­nes lar­gas. Pero poco a poco esa seduc­ción se fue invir­tien­do. Hoy los gran­des arqui­tec­tos dise­ñan des­de una ópti­ca foto­grá­fi­ca. En una oca­sión me pre­gun­ta­ron por qué no sue­lo hacer foto­gra­fía de arqui­tec­tu­ra con­tem­po­rá­nea; pues por­que ten­go la impre­sión de estar hacien­do la foto­gra­fía de una foto­gra­fía. Aun­que he teni­do la opor­tu­ni­dad de foto­gra­fiar la amplia­ción del Pra­do de Moneo.

¿Cómo lle­va la foto­gra­fía la sobre­abun­dan­cia de fotos del mun­do actual?

Ten­go la impre­sión (y es solo una impre­sión per­so­nal) de que a más can­ti­dad de foto­gra­fía aumen­ta tam­bién el anal­fa­be­tis­mo rela­ti­vo, aca­so la asep­sia visual, en torno a la ima­gen. Se saca la foto como una espe­cie de apén­di­ce de lo que se está vien­do. Esta foto­gra­fía a gra­nel con los móvi­les no per­ju­di­ca, pero tam­po­co edu­ca. Hace poco un ami­go me des­ta­ca­ba que por mi for­ma­ción yo venía de las cáma­ras ana­ló­gi­cas, pero aho­ra el apren­di­za­je foto­grá­fi­co de los jóve­nes comien­za con los móvi­les. Y eso ya tie­ne poco que ver con el que pro­por­cio­na­ba la cáma­ra foto­grá­fi­ca ana­ló­gi­ca.

¿Al final, lo impor­tan­te en foto­gra­fía es la mira­da?

La mira­da y la refle­xión sobre esa mira­da.

¿La foto­gra­fía ha cam­bia­do su for­ma de escri­bir?

Sí, me ha abre­via­do la narra­ción. Por­que foto­gra­fía son luces y som­bras, pero tam­bién la atmos­fe­ra de alre­de­dor. Per­mi­te que sur­ja lo insó­li­to, ese efec­to blow up, como cuan­do foto­gra­fié la facha­da del Pala­cio de la Mine­ría en Méxi­co y al ampliar la ima­gen vi que apa­re­cía un cha­mán impo­nien­do las manos. Una foto­gra­fía sobre­pa­sa al que la hace y a su tiem­po. Yo me sor­pren­do vien­do fotos anti­guas, con todos esos fue­ra de plano que hay: niños que están jugan­do, per­so­nas que pasan…

¿Por eso la foto­gra­fía es pro­cli­ve a la melan­co­lía?La foto­gra­fía tie­ne algo espe­cial. Como seña­la­ba John Ber­ger: retra­ta la memo­ria. Más que melan­co­lía, es eso, la memo­ria. Creo que era Gabriel Gar­cía Már­quez el que dijo aque­llo de que la vida no es como fue, sino como se recuer­da. La sor­pre­sa de la foto­gra­fía es que eso está ahí y es memo­ria. Memo­ria imper­té­rri­ta.

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