La artis­ta Ele­na Negue­ro­les ha dona­do a la ciu­dad de Valèn­cia una escul­tu­ra que pre­ten­de dar visi­bi­li­dad a la cruel­dad del aban­dono y al sufri­mien­to que cau­sa a los ani­ma­les impli­ca­dos  y reco­no­cer la labor social que desem­pe­ñan las per­so­nas que cui­dan de los ani­ma­les que otras aban­do­na­ron.

El gru­po escul­tó­ri­co, titu­la­do “Calle­je­ros”, repre­sen­ta un perro y una gata, de nom­bres Tris­tán y Sole­dad, y ha sido fun­di­do en bron­ce con páti­na a la anti­gua, para dar­le apa­rien­cia de pie­dra natu­ral. La obra se colo­ca­rá en la con­cu­rri­da pla­za de los Pina­zo el sába­do 3 de mar­zo en un acto pre­si­di­do por la con­ce­ja­la de Bien­es­tar Ani­mal, Glo­ria Tello.

“Espe­ro –sub­ra­ya Ele­na Negue­ro­les– que la escul­tu­ra se con­vier­ta en un pun­to de encuen­tro de las per­so­nas que se iden­ti­fi­can con esta cau­sa y en un lugar de refe­ren­cia para ser visi­ta­do, tal como ocu­rre en otras ciu­da­des que han mate­ria­li­za­do esta ini­cia­ti­va, tan­to en Espa­ña como en el res­to del mun­do, aun­que lo ver­da­de­ra­men­te desea­ble sería que las auto­ri­da­des se impli­ca­ran y tuvie­ran la sufi­cien­te volun­tad polí­ti­ca para, por enci­ma de par­ti­dis­mos,  tomar las medi­das que sólo se pue­den tomar des­de la esfe­ra del poder y que con­se­gui­rían, al igual que ocu­rre en otros paí­ses euro­peos, rever­tir la situa­ción”.

La escul­tu­ra, lle­va en su par­te fron­tal una dedi­ca­to­ria en nom­bre de la ciu­dad de Valèn­cia,  y en el late­ral el poe­ma “Calle­je­ros”, escri­to por la pro­pia auto­ra de la obra. La dona­ción de la escul­tu­ra, crea­da  ex pro­fe­so para este fin,  se rea­li­za con carác­ter defi­ni­ti­vo, que­dan­do bajo la tute­la del Ayun­ta­mien­to de Valèn­cia, que será el res­pon­sa­ble de con­ser­var la pie­za para el dis­fru­te de la ciu­da­da­nía.

“Calle­je­ros”

Como tras­tos vie­jos, rotos y bal­díos,

esqui­van­do gol­pes, pasan­do ham­bre y frío,

en la calle os dejan, sin mirar atrás.

Y, des­de ese ins­tan­te, vivís con­de­na­dos

a vagar sin rum­bo o a estar enjau­la­dos,

sin más com­pa­ñía que la sole­dad.

Mal­di­go a los hom­bres que os aban­do­na­ron,

des­pués de roba­ros vues­tra liber­tad,

y, aho­ra que sin ellos deam­bu­láis per­di­dos,

pues ya de voso­tros no sabéis cui­dar,

ingra­tos, os nie­gan sus­ten­to y asi­lo,

y en la calle os dejan, sin techo y sin pan.

 

 

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