«Se siente de derechas por instinto y de izquierdas por espíritu; y de derechas entre la izquierda; de izquierda entre la derecha»

 

Esta es las pocas bio­gra­fias sobre Paul Valéry (30 octu­bre 1871–20 julio 1945), el poe­ta, escri­tor y pen­sa­dor fran­cés más rele­van­te del siglo XX. Una figu­ra ilus­tre  y cele­bra­da y a un per­so­na­je hui­di­zo y enig­má­ti­co. Su iti­ne­ra­rio vital ofre­ce una de las más fas­ci­nan­tes tra­yec­to­rias de escri­tor que cabe ima­gi­nar. La radi­ca­li­dad de sus acti­tu­des y  sus con­tras­tes lo con­vir­tie­ron en una leyen­da casi nove­les­ca.

A los 20 años, tras una cri­sis per­so­nal que deno­mi­na Noche de Géno­va, Valéry se dis­tan­cia de la poe­sía. Cin­co años más tar­de, en 1896, da la espal­da a la lite­ra­tu­ra, tras haber per­mi­ti­do que se publi­ca­ran dos bre­ves tex­tos esen­cia­les : Intro­duc­ción al méto­do de Leo­nar­do de Vin­ci y La Vela­da en casa del señor Tes­te. La muer­te de  Stepha­ne Mallar­mé en 1898, por un espas­mo del glo­tis, ter­mi­na de ale­jar­lo del mun­do de las letras. Duran­te años no publi­ca­rá nada. Se con­ten­ta en escri­bir cada madru­ga­da en sus mis­te­rio­sos  Cua­der­nos que no deja leer a nadie; lue­go tra­ba­jó como admi­nis­tra­ti­vo en el Minis­te­rio de la Gue­rra y años más tar­de, como secre­ta­rio per­so­nal de un anciano impe­di­do, exdi­rec­tor de la agen­cia Havas.

Padre de tres hijos y des­pro­vis­to de for­tu­na, Valéry no tie­ne opcio­nes: la muer­te de su anciano pro­tec­tor en 1922 le obli­ga  abra­zar la «detes­ta­ble pro­fe­sión de hom­bre de letras”». Mien­tras ayu­da en las tareas esco­la­res a su hijo, redes­cu­bre a Raci­ne, hecho fun­da­men­tal para la com­po­si­ción de La Joven Par­ca. En los años vein­te, la glo­ria se adue­ña de Paul Valéry. Publi­ca El cemen­te­rio marino, qui­zá el poe­ma más ilus­tre de la lite­ra­tu­ra fran­ce­sa del siglo XX.

En el terreno amo­ro­so, tuvo dos acon­te­ci­mien­tos deci­si­vos: en 1892 cono­ce a Mada­me Rovi­ra; en 1920, a Cathe­ri­ne Poz­zi; rela­cio­nes que se com­ple­je­ri­za­rán con otros affai­res:  Renée Vau­tier, Emi­lie Nou­let y Jean­ne Lovi­ton.

Todo tipo de com­pe­ti­ción le horro­ri­za a Valéry, Se  sien­te ele­gi­do pues­to que  se sien­te des­gra­cia­do, y des­pro­vis­to de toda incli­na­ción por la vida coti­dia­na. Sus lec­tu­ras juve­ni­les más recu­rren­tes:  Filo­so­fía de la com­po­si­ción, de Poe, A con­tra­pe­lo, de Joris- Karl Huys­mans y sobre todo, la obra de Stepha­ne Mallar­mé, su maes­tro y ami­go. Le es aje­na toda for­ma de pro­se­li­tis­mo, Valéry no se preo­cu­pa en abso­lu­to por con­ven­cer o inclu­so com­par­tir ideas. No tie­ne alum­nos ni dis­cí­pu­los.

Se sien­te de dere­chas por ins­tin­to y de izquier­das por espí­ri­tu; y de dere­chas entre la izquier­da; de izquier­da entre la dere­cha. Quie­re ela­bo­rar una espe­cie de Arith­me­ti­ca Uni­ver­sa­lis capaz de dar cuen­ta de las ince­san­tes varia­cio­nes de los fenó­me­nos men­ta­les y  escri­bir un Tra­ta­do del  Arte de Pen­sar. Desea dise­ñar una tabla de loga­rit­mos para lite­ra­tos.  Dar­le a las fra­ses algo que sólo tie­nen las pala­bras: genea­lo­gía.

Le des­lum­bra la idea de com­po­ner «un libro para nadie». No le intere­sa por el repug­nan­te esfuer­zo de la apli­ca­ción prác­ti­ca. El poder que le impor­ta es de la pura posi­bi­li­dad. Ase­gu­ra que siem­pre  «he pre­fe­ri­do una vida estra­té­gi­ca a una tác­ti­ca. Es decir, tener a mi dis­po­si­ción sin dis­po­ner». Que­ría crear un méto­do no un sis­te­ma. Su sen­ti­do de la auto­iro­nía le lle­va a decir: «me con­si­de­ran poe­ta, esto me sor­pren­de tan­to como se sor­pren­de­ría a un sonám­bu­lo que se des­pier­ta dicién­do­le que ha estran­gu­la­do a su por­te­ra» (…) Dicen que repre­sen­to a la poe­sía fran­ce­sa. Me toman por poe­ta. Me impor­ta un ble­do la poe­sía; sólo me intere­sa la casua­li­dad»

Con­clu­ya­mos men­cio­nan­do algu­nos de sus afo­ris­mos:

«El amor es como el alcohol: bro­ma inmen­sa y demo­crá­ti­ca».

«La dura­ción de las obras lite­ra­rias es la de su uti­li­dad. Por eso, es dis­con­ti­nua».

«Ins­pi­ra­ción no  es en el fon­do sino un uso extre­mo del momen­to».

«La métri­ca es un álge­bra, el ver­so logra­do una ecua­ción y el rit­mo una cues­tión de sub­múl­ti­plos».

«Pen­sar dema­sia­do fuer­te, dema­sia­do exac­ta­men­te, lle­va a escri­bir mal».

«Modi­fi­car la fra­se pro­fun­da­men­te es como ope­rar con 3 dimen­sio­nes, en lugar de con 1 o 2, como hace la  mera espon­ta­nei­dad».

«La suce­sión de las épo­cas trans­for­ma toda obra ‑y a todo hom­­bre- en frag­men­tos. Nada ente­ro sobre­vi­ve; exac­ta­men­te como en el recuer­do que es sólo peda­zos y úni­ca­men­te se con­cre­ta con fal­se­da­des».

«La obra maes­tra lite­ra­ria de Fran­cia es qui­zá su pro­sa abs­trac­ta».

«Tal vez el azar es el gran obje­to ocul­to de un poe­ma».

«La polí­ti­ca es el arte de impe­dir que la gen­te se entro­me­ta en lo que le ata­ñe».

Título: Valéry. Tratar de vivir
Autor: Benoît Peeters
Editorial: Subsuelo
Páginas: 382

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