Juan Diego Botto, actor y director teatral
El actor, director y autor teatral Juan Diego Botto dio el pistoletazo de salida a la programación de la Fundación Cañada Blanch con un lleno absoluto en el Paraninfo del Centre Cultural La Nau. Teatro y compromiso fue el título de la charla que ofreció.
¿Teatro y compromiso van siempre unidos para usted?
Para mi forma de entender el teatro sí. No es una decisión, sale natural, el teatro que surge cuando escribo tiene que ver con cosas que me apetece contar de la realidad que vivo. Cualquier expresión artística muestra el mundo que nos rodea, nada es acrítico. Lo que pasa es que solemos pensar que las expresiones que refuerzan el sentir mayoritario no son políticas. Un ejemplo, Air Force One, esa película que habla del presidente de Estados Unidos como una persona heroica, lo hemos visto constantemente. Sin embargo es una cinta enormemente política, hay unos terroristas a los que vence etc. Cualquier película donde los ladrones salen de la cárcel y la policía se queja entonces del sistema judicial porque delinquen de nuevo. Pues bien, esa película “enseña” que el sistema judicial es blando y que hay que ser más duro. Eso también es cine político. Solemos pensar en teatro o cine político de aquellas obras que expresan ideas que van a contracorriente con las mayoritarias, con lo hegemónico. Pero es que hasta las “comedias de puertas” teatrales, las más comunes, en realidad también expresan una forma de ver las relaciones de pareja, el matrimonio, y siempre dan una opinión. Todo arte implica un compromiso y una opinión.
¿Qué le impulsa a escribir?
Lo que me impulsa a escribir es la rabia por las cosas que pasan alrededor. Tengo la capacidad de poder escribir y representarlo, eso me brinda la posibilidad de descargarme. ¿Hacer un arte libre y comprometido hoy en día es más difícil?¿Alguna vez se ha sentido presionado a la hora de crear? A la hora de hacer teatro, no. Aunque sí que es cierto que en los últimos dos años me he cuidado mucho de medir lo que escribo. En la última obra que he escrito, donde la libertad de expresión tiene un papel muy importante, he sido muy riguroso, he reescrito muchas cosas para estar pegado al rigor, pero yo particularmente no me he visto presionado, en la escritura teatral no. Otra cosa son otras disciplinas que implican a más gente y al dinero de terceros. En esos casos hay filtros que hacen que haya proyectos que no lleguen a nacer. Nadie te dice “esto no se puede contar”, te dicen “esto es muy caro”, “no tenemos público para esto”, “¿no tienes una comedia?” Eso funciona así.
Entramos en twitter, ¿qué diría de la libertad de expresión?
Más allá de lo obvio redundaría en lo evidente, la libertad de expresión es básica, sobre ella se asienta la democracia, es lo que nos permite discrepar, sobre ella se tienden lazos y puentes. Pero en todo esto que digo estaría de acuerdo el 90 por ciento de la gente. En la teoría estamos de acuerdo casi todos, es en los casos concretos donde vienen las discrepancias.
¿Cómo ve la apuesta de las fundaciones privadas por la cultura?
No tenemos costumbre en España, estamos habituados a que el acceso a la cultura sea un derecho y que los poderes públicos velen por ese acceso. Hay poca tradición de fundaciones privadas que inviertan en cultura, no sería malo que se diera más, siempre que eso no descargue de responsabilidad a las administraciones públicas para facilitar ese acceso de cultura para todos.
Háblenos de su próxima obra, Una noche sin luna. ¿Por qué Lorca?
Lorca es una obsesión de siempre, soy un fanático. Esto pretendía ser mucho menos de lo que será. Quería ser un programa de “entretiempo”, un proyecto de recital de Lorca entre grabación y grabación de serie. Pero me fui liando, la realidad se impuso y las noticias también. Hablé mucho con biógrafos de Lorca, con estudiosos, el peso fue recayendo en otra parte de su figura y nació este espectáculo asentado fundamentalmente en dos pilares: la libertad de expresión y la memoria histórica, y me pareció que era pertinente hablar de un Lorca con una la mirada que no es la habitual que se hace sobre él. Habla de un hilo roto con una parte de nuestra historia.
¿Qué ha ido prestando a sus personajes con el paso del tiempo que antes no hacía?
Ocurre con este trabajo nuestro que tu materia prima son las emociones, el cuerpo, la voz y las vivencias de cada uno. Cada vez son mayores y con el paso del tiempo va madurando esa materia prima a menos que seas una ameba. Si eres receptivo a lo que te va pasando (dramas, alegrías, tragedias) todo eso está presente a la hora de comprender un personaje. Nadie comprende igual Hamlet a los veinte que a los cincuenta. Has vivido más, sabes más de la vida y eso lo expresas.
Ha trabajado en dos series americanas, ¿sigue en ello?¿Qué diferencia hay entre trabajar en EEUU y aquí, además de por el dinero?
Ahora mismo estoy a la espera de renovar la tercera temporada de la serie Buena conducta. El dinero es un factor importante y te lo explico. Cuando los guionistas tienen más tiempo para escribir, los actores más tiempo para ensayar, los técnicos más tiempo para iluminar… el trabajo suele ser más resultón. Por lógica, cuando tienes más tiempo, aciertas mejor. Y eso, lo compra el dinero. El tiempo lo compra el dinero. Lo que yo he visto es que no me he encontrado guionistas mejores, ni actores mejores ni técnicos mejores. Lo que sí que he visto es que ellos, a la inversa, no serían capaces de generar los productos que se hacen en la televisión española al ritmo que se trabaja aquí ni con los medios con que se trabaja aquí. Aquí hay muy buenos profesionales en todos los ámbitos que si tuvieran la posibilidad de disponer de más tiempo y más medios estarían trabajando como allí sin ningún problema.
Gestiona la sala Mirador en Madrid, ¿es heroico en estos tiempos?
Es mucho trabajo y eso que la parte que yo hago es ir de aquí para allá y no estoy en el día a día. Los que están a diario hacen un trabajo ímprobo, muy difícil, que implica muchas horas, donde es difícil mantener un flujo constante de público cuando no tienes los medios para decir “vamos a contratar a fulano”. Muchas veces es programar, probar y acertar. Intentamos darle a nuestra programación una coherencia, dotar a la sala de un sentido. Por un lado parece que restringiría las opciones pero por otro hace que el público sepa qué se puede encontrar en nuestra sala. Es un trabajo duro pero a la vez muy bonito.
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