“Lo que me gusta es convertir a los políticos en personajes
José María Pérez, Peridis, ilustra con su tira cada jornada las páginas de política del diario El País, es arquitecto, apasionado del Románico y un adalid del desarrollo socioeconómico a través del Patrimonio Cultural. Y, además, escribe, va por su segunda novela, sobre el momento histórico en que se construyen las grandes catedrales en España con una panorámica que va desde la nobleza al campesinado de la época poniendo el foco en la parte menos conocida de la historia.
Es usted un hombre de muchos oficios, se lo dirán siempre, arquitecto, dibujante, escritor. ¿Cómo ha sido su inmersión en el mundo literario? ¿Cuándo surge esa necesidad de escribir?
A mí me gusta contar, me encanta el castellano, y soy arquitecto, me gusta construir. Después de hacer las series del Románico para TVE yo no quería dejar de contar y pensé ¿porqué no narro la historia que hay detrás de los monumentos, de sus artífices, de los que lo hicieron posible? No tengo imagen ni música, pero tengo la palabra. Todo eso me lleva a escribir las novelas. Capítulos cortos, personajes definidos, estructuras claras. Esas son las claves, es como montar un circo, que todo encaje, que el león no se coma al payaso, y a eso me ayuda mi formación como arquitecto. El lector es luego el que da vida a esos personajes, mete calor a esa estructura, hace que estén vivos.
Habla en sus dos novelas (Esperando al Rey y La Maldición de la Reina Leonor) de los grandes olvidados de la historia: las mujeres y el pueblo, la retaguardia, la llama. ¿Cree que la novela puede contar la historia y el arte mejor que otros géneros?
La puede superar una buena ficción, pero la novela profundiza más, se da una intimidad con el lector que con otros géneros no ocurre. El escritor coloca personajes que enriquecen y, como cada lector trae un mundo, cada uno encaja los libros de una forma única. En Esperando al Rey novelo la historia del Monasterio de Aguilar de Campoo junto a cuyas ruinas crecí. Los canteros y esa retaguardia que mencionas, esas mujeres que cuidaban a los niños, también a los futuros reyes, mientras los hombres batallaban e iban a los suyo, o sea, la guerra, la caza y la cama. La retaguardia, formada por mujeres y obreros del medievo, merecía una novela. Son los grandes olvidados.
¿Qué le interesa tanto de ese momento que es la Edad Media?
La arquitectura, la pintura. Que se lo digan a Picasso, que los ojos que utiliza los saca de Taull, de la Iglesia de Santa María. Me interesa mucho la poesía, la platónica y la no tanto. El Románico es iniciático, representa el inicio de casi todo. Me cautiva también el paisaje románico, cuando veo una iglesia perdida, sublima el paisaje. Hay 800 años de historia contemplándonos a través de esa iglesia. Eso es un regalo. El Románico actualmente es el arte de la zona de la despoblación cuando en su origen fue, justamente, el arte de la repoblación.
Convierte a los políticos, cada día, en una tira cómica. Nunca se lo agradeceremos lo suficiente. ¿Cómo lleva esa parte de su trabajo? ¿Le quedan ganas de reírse de la clase política?
Sí claro, de reírme con ellos, eso siempre. Lo que me gusta es convertir a los políticos en personajes. Yo resuelvo una tira cuando creo un personaje. Ahora me he encontrado a un personaje que es Íñigo Errejón. Coges a Errejón y lo pones con Carlitos y Snoopy y funciona; lo pones con Mafalda y Manolito y funciona. Es un personaje y eso es un regalo. También me pasaba con un animal como Fraga, que era el policía de las películas de Charlot, solo le faltaba la porra. Encontrar el personaje, ahí está la clave.
Usted ha sido, desde las páginas de El País, el ilustrador de la Transición y de la España democrática, forma parte del patrimonio gráfico español en la memoria de todos nosotros. ¿Impone eso?
Para mí ha sido un privilegio. Empezar en un diario que aún sigue, que me ha permitido vivir bien de ello y donde el trabajo me llevaba poco tiempo. He tenido una suerte que no tuvo, por ejemplo, Chumy Chúmez, que le cerraron el diario. He podido vivir de mis aficiones: el dibujo y la arquitectura. En arquitectura he podido elegir, el trabajo de dibujante me ha dado libertad. Y encima he tenido la suerte de crecer con un monasterio abandonado junto a mi casa, he dado vida a ese lugar y trabajo a los jóvenes profesionales que lo han recuperado. Mi vida ha sido dar nueva vida también a edificios terribles. Por ejemplo, convertir el Alcázar de Toledo, un lugar de guerra y tragedia, en una biblioteca acogedora. Eso es muy hermoso.
Usted ha donado cerca de 30.000 documentos a la Biblioteca Nacional, entre los que había bocetos de los personajes de sus tiras además de material relativo a sus rehabilitaciones como arquitecto. ¿Le costó desprenderse de ellos?
Son papelujos, la tira diaria y los bocetos. Al principio me costó un poco pero luego pensé, ¿dónde van a estar mejor que cerca de los dibujos de Leonardo? Unos diez mil bocetos, fotografías, planos de arquitectura de edificios…
Es Presidente de la Fundación Santa María La Real, dedicada a la restauración del Románico de la Península. ¿Qué es lo que más le gusta de su actividad allí?
La parte social es ahora la que más me interesa, sin duda. Llevamos ya cincuenta tomos de la Arquitectura del Románico, que va a tener 64. Hacer eso con licenciados y arquitectos en paro que han tenido su oportunidad ahí es maravilloso. Ahora también con las lanzaderas de empleo he visto que puedo ser útil a muchas personas. Estas son las cosas que hacen que la vida valga la pena.
¿Tiene en su cabeza ya la idea para un tercer libro?
Quiero visitar el momento histórico de la unión de Castilla y León de nuevo, el papel de Castilla en la creación de los puertos del norte de España, el comercio de las lanas hacia Flandes. Cómo se deforestó el cantábrico para construir los barcos que acabarían yendo allende los mares. La importancia de España en la historia, de esas partes que no son muy conocidas de ella, son las que me interesan.
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