La ciu­dad está revir­tien­do vie­jos fan­tas­mas, sobre todo vin­cu­la­dos con el hecho de que no pue­den comer­se bue­nos arro­ces en su seno, sea en el cen­tro o los alre­de­do­res.

 

 

Por este moti­vo, muchas per­so­nas optan por mirar a La Albu­fe­ra, sin ser cons­cien­tes de que duran­te el camino pue­des dis­fru­tar de opcio­nes igual­men­te ape­te­ci­bles.

La pro­pia sali­da de la urbe, Pine­do, La Deve­sa y El Saler (que no son lo mis­mo) ofre­cen posi­bi­li­da­des muy diver­si­fi­ca­das, con la pae­lla como pro­ta­go­nis­ta pero alter­na­da con mayor diver­si­dad de menú.

Y, ade­más, des­de hace algu­nos años las líneas urba­nas de la EMT per­mi­ten lle­gar fácil­men­te a cual­quie­ra de estos pun­tos, no debien­do preo­cu­par­se acer­ca de si pedir o no vino en la comi­da (o la cena).

  • L’Alqueria de Boro: situa­da fren­te al Roig Are­na, ofre­ce un menú cerra­do de 40 euros con pae­lla a leña y bebi­da casi ili­mi­ta­da para dis­fru­tar en una de las pocas huer­tas que toda­vía resis­ten en la lin­de del nue­vo barrio de moda.

 

  • Pine­do Beach Club: bajo el para­guas de la Arro­ce­ría Mari­bel, su men­ción Miche­lin y la pis­ci­na que le otor­ga una vida extra en verano cada vez atraen a más comen­sa­les de todos los sig­nos.

 

  • Lahi­ver: jun­to al bos­que de la Deve­sa, sigue ofre­cien­do 40 años des­pués de su naci­mien­to bue­nos arro­ces, un ambien­te fami­liar y un lugar don­de dis­fru­tar de la natu­ra­le­za y de la cer­ca­nía de la pla­ya.

 

  • Leo: escon­di­do en segun­da línea del pue­blo del Saler, su buen hacer inclu­so le ha lle­va­do a un segun­do local en El Pere­lló. Es legen­da­ria su lubi­na y las opcio­nes del mar a buen pre­cio que man­tie­ne año tras año.

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