Ori­gi­na­rio de Mada­gas­car, es cono­ci­do por ser de los cama­leo­nes más gran­des que exis­ten y estar inclui­do en la Lis­ta Roja de la Unión Inter­na­cio­nal para la Con­ser­va­ción de la Natu­ra­le­za.

 

Como par­que de con­ser­va­ción de ani­ma­les, una de las fun­cio­nes más impor­tan­tes que cum­ple Bio­parc Valen­cia es acer­car a la socie­dad una mues­tra de la gran diver­si­dad de vida del pla­ne­ta y trans­mi­tir la impor­tan­cia de com­pro­me­ter­se con el cui­da­do del medioam­bien­te. A su vez, la Fun­da­ción BIOPARC tra­ba­ja para la pre­ser­va­ción de esta bio­di­ver­si­dad ame­na­za­da apo­yan­do pro­yec­tos que con­si­gan pro­te­ger en sus hábi­tats de ori­gen a las espe­cies en peli­gro de extin­ción, favo­re­cien­do así la rege­ne­ra­ción de eco­sis­te­mas com­ple­tos.

Ante la alar­man­te situa­ción de dete­rio­ro de la natu­ra­le­za, es fun­da­men­tal aunar esfuer­zos en un fin común hacia su pre­ser­va­ción y en este con­tex­to se enmar­ca la línea de actua­ción de BIOPARC en sus cola­bo­ra­cio­nes con los mejo­res par­ques euro­peos. Fru­to de estas accio­nes coor­di­na­das por el depar­ta­men­to téc­ni­co de ani­ma­les, han lle­ga­do al par­que valen­ciano cua­tro cama­leo­nes pan­te­ra (Fur­ci­fer par­da­lis). Se tra­ta de un macho y tres hem­bras que han sido tras­la­da­dos des­de Zurich (Sui­za) usan­do trans­por­tes espe­cia­les. Pre­via­men­te ya se había ade­cua­do un terra­rio de gran­des dimen­sio­nes para garan­ti­zar su máxi­mo bien­es­tar y, tras su lle­ga­da, se ha rea­li­za­do un con­trol vete­ri­na­rio para com­pro­bar su esta­do de salud. Esta lla­ma­ti­va espe­cie, ya cono­ci­da y que­ri­da por quie­nes visi­tan BIOPARC, des­ta­ca por el amplio ran­go de colo­ra­ción y de patro­nes de los machos adul­tos. Éste varía depen­dien­do del lugar de pro­ce­den­cia, y pue­de abar­car des­de los azu­les ver­do­sos, esme­ral­das o tur­que­sas has­ta rosas bri­llan­tes con ban­das ama­ri­llas. Duran­te la épo­ca de apa­rea­mien­to, los colo­res se inten­si­fi­can para atraer hem­bras o en las peleas con otros machos que, en caso de per­der el enfren­ta­mien­to, cam­bian a colo­res oscu­ros.

Aho­ra, las nue­vas hem­bras de cama­león están en el atrac­ti­vo recin­to exte­rior que recrea un gigan­tes­co “tron­co caí­do”, y se man­tie­nen en obser­va­ción para ase­gu­rar que se adap­tan correc­ta­men­te al nue­vo entorno. Mien­tras, el macho per­ma­ne­ce en la ins­ta­la­ción inte­rior has­ta que las hem­bras lle­guen a la edad ópti­ma de fer­ti­li­dad. Para fomen­tar sus com­por­ta­mien­tos natu­ra­les y su máxi­mo con­fort, su espa­cio cuen­ta con vege­ta­ción abun­dan­te, un peque­ño lago, llu­via auto­má­ti­ca para simu­lar su cli­ma de ori­gen y zonas con dife­ren­tes ran­gos de tem­pe­ra­tu­ra para que pue­dan ele­gir dón­de situar­se en cada momen­to del día. En este tron­co colo­ni­za­do por mul­ti­tud de vida y situa­do den­tro de la zona de sel­va, el públi­co tam­bién pue­de encon­trar otras espe­cies igual­men­te de pecu­lia­res. Entre ellas, el coco­dri­lo enano (Osteo­lae­mus tetras­pis), la boa arbo­rí­co­la de Mada­gas­car (Acran­tophis dume­ri­li), el escor­pión empe­ra­dor (Pan­di­nus impe­ra­tor), el esca­ra­ba­jo de las flo­res afri­cano (Pach­no­da pere­gri­na), la cuca­ra­cha sil­ba­do­ra (Grompha­dorhi­na por­ten­to­sa) y el gec­ko diurno gigan­te de Mada­gas­car (Phel­su­ma mada­gas­ca­rien­sis).

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