Se ha vira­li­za­do un con­te­ni­do que afir­ma sin prue­bas que el “ase­si­na­to de Geor­ge Floyd” por el poli­cía Derek Chau­vin en Min­nea­po­lis (Esta­dos Uni­dos) fue un “gran mon­ta­je” y apor­tan argu­men­tos fal­sos y nin­gu­na prue­ba para defen­der esta hipó­te­sis.

No, no es cierto que fuese un actor quien detuvo a George Floyd: fue un policía real

El con­te­ni­do afir­ma que en reali­dad el poli­cía Derek Chau­vin no es real sino el actor Ben Bai­ley. Pero es un bulo. Mien­tras Derek Chau­vin está pre­so des­de el 31 de mayo en una cár­cel de Min­ne­so­ta, el actor Ben Bai­ley sigue hacien­do monó­lo­gos en direc­to en su cuen­ta de Twit­ter, el últi­mo el 3 de junio.

La insignia del traje de Derek Chauvin es igual a la de la Policía de Minneapolis

Está teo­ría cons­pi­ra­ti­va afir­ma que el uni­for­me es fal­so y que la insig­nia del bra­zo de Derek Chau­vin no es como el de “los ver­da­de­ros patru­lle­ros de Min­nea­po­lis”. Esto es un bulo: sí es igual. Se ve com­pa­ran­do con el uni­for­me de otros poli­cías como por ejem­plo con el jefe de poli­cía de Min­nea­po­lis, Meda­ria Arra­don­do, y con la pla­ca y la insig­nia ofi­cial de la Poli­cía de Min­nea­po­lis y la del tra­je de Chau­vin.

La matrícula de los coches de policía de Minneapolis es igual que la del coche de la escena del “asesinato”

Tam­bién se dice que el coche de poli­cía es fal­so por­que en la matrí­cu­la pone POLICE (poli­cía en inglés) y se com­pa­ra con otro coche de poli­cía que no tie­ne esa pala­bra en la matrí­cu­la. Como se pue­de com­pro­bar, otros coches de la poli­cía de Min­nea­po­lis tam­bién tie­nen la pala­bra POLIC’ en la matrí­cu­la como se pue­de ver en fotos de 2019 de la pági­na de Face­book de la Poli­cía de Min­nea­po­lis. La foto que com­par­ten como si fue­se un coche de poli­cía de Min­nea­po­lis en reali­dad corres­pon­de a un coche de poli­cía de Washing­ton DC. Estos vehícu­los poli­cia­les de Washing­ton DC no ponen en su matrí­cu­la POLICE pero sí pone POLICE en los de Min­nea­po­lis.

Eran paramédicos quienes atendieron a Floyd y no ha desaparecido el vídeo de cuando llegó la ambulancia

El tex­to afir­ma que las per­so­nas que acu­die­ron para aten­der a Floyd “y se lo lle­va­ron no eran para­mé­di­cos” sino ofi­cia­les y que “el video des­apa­re­ció mis­te­rio­sa­men­te de la red”.

El uni­for­me de las per­so­nas que tra­tan a Floyd en el vídeo corres­pon­de al per­so­nal de las ambu­lan­cias del Hen­ne­pin County Medi­cal Cen­ter, un hos­pi­tal de Min­nea­po­lis ubi­ca­do a unos 4 kiló­me­tros de don­de Floyd fue dete­ni­do.

A la izquier­da los para­mé­di­cos que asis­tie­ron a Floyd. A la dere­cha, para­mé­di­cos del Hen­ne­pin County Medi­cal Cen­ter de Min­nea­po­lis.

Ade­más, el vídeo del que pro­ce­den las cap­tu­ras usa­das en el con­te­ni­do sigue onli­ne en la pági­na de Face­book de Dar­ne­lla Fra­zier, la per­so­na que trans­mi­tió en direc­to cómo Floyd per­día el cono­ci­mien­to con la rodi­lla de Chau­vin sobre su cue­llo y la lle­ga­da de la ambu­lan­cia.

Distintas autopsias

El con­te­ni­do tam­bién afir­ma que según la autop­sia ofi­cial de Floyd “murió por una lesión vie­ja en la arte­ria coro­na­ria y pro­ble­mas del cora­zón ade­más de hiper­ten­sión”. Una pri­me­ra autop­sia pre­li­mi­nar del foren­se del con­da­do de Hen­ne­pin (don­de se encuen­tra Min­nea­po­lis) des­car­tó la asfi­xia como cau­sa de la muer­te pero otra autop­sia rea­li­za­da por un médi­co pri­va­do con­tra­ta­do por la fami­lia de Floyd dice que murió por asfi­xia mecá­ni­ca y con­si­de­ra su muer­te homi­ci­dio.

Tras esta segun­da autop­sia, des­de el con­da­do de Hen­ne­pin anun­cia­ron que la cau­sa de la muer­te fue una para­da car­dio­pul­mo­nar mien­tras los poli­cías lo suje­ta­ban, por lo que el con­da­do ha con­si­de­ra­do la muer­te como homi­ci­dio aun­que la autop­sia “no reve­ló nin­gún hallaz­go físi­co que apo­ye un diag­nós­ti­co de asfi­xia trau­má­ti­ca o estran­gu­la­ción”. Ade­más, Floyd tenía pro­ble­mas de salud sub­ya­cen­tes, como enfer­me­da­des de las arte­rias coro­na­rias y enfer­me­da­des car­día­cas hiper­ten­si­vas, según The New York Times.