Hor­ten­sia Herre­ro duran­te la pre­sen­ta­ción.

Después de más de cinco años de trabajo y preparación, el Centro de Arte Hortensia Herrero abre sus puertas con el objetivo de ofrecer una nueva ventana al arte contemporáneo y acercar el mismo a los valencianos y visitantes de la ciudad. Ubicado en el corazón de Valencia, el espacio –que consta de 3.500 metros cuadrados expositivos– acoge una selección de la colección privada de la propia Hortensia Herrero: «Siempre he disfrutado de la pintura, del arte en general. He visitado galerías y museos por todo el mundo y he comprado algún que otro cuadro, convirtiéndome, sin darme cuenta, en coleccionista», ha confesado.

Hor­ten­sia Herre­ro jun­to a una pie­za geo­mé­tri­ca de David Rodrí­guez Caba­lle­ro. ALBERTO PLA.

Cono­ci­da por su com­pro­mi­so con el arte y la cul­tu­ra, la pre­si­den­ta de la Fun­da­ción Hor­ten­sia Herre­ro ha sido la fuer­za impul­so­ra detrás de este pro­yec­to, cuya visión y dedi­ca­ción han sido fun­da­men­ta­les para hacer­lo reali­dad. Un pro­yec­to que, entre la res­tau­ra­ción del edi­fi­cio y las dife­ren­tes inter­ven­cio­nes rea­li­za­das, tan­to arqui­tec­tó­ni­cas como artís­ti­cas, han supues­to un cos­te de 40 millo­nes de euros: «Quie­ro agra­de­cer a mi mari­do, Juan Roig, por­que sin los resul­ta­dos que obtie­ne de su empre­sa, esta reali­dad no hubie­ra sido posi­ble», afir­ma­ba Hor­ten­sia Herre­ro.

Una mirada internacional en el CAHH

Hor­ten­sia Herre­ro siem­pre ha teni­do una sen­si­bi­li­dad espe­cial por el arte y duran­te más de diez años ha esta­do colec­cio­nan­do obra del máxi­mo nivel. Por ello, su colec­ción tie­ne una cla­ra visión inter­na­cio­nal, con artis­tas con­tem­po­rá­neos de pres­ti­gio reco­no­ci­do que se encuen­tran en las colec­cio­nes de museos como el MoMA neo­yor­quino, la Tate Modern o el Cen­tro Pom­pi­dou, entre muchos otros. La pri­me­ra pre­sen­ta­ción de esta colec­ción inclu­ye más de cien obras de más de cin­cuen­ta artis­tas: «No solo hemos traí­do una serie de nom­bres des­ta­ca­dos del arte con­tem­po­rá­neo, sino que hemos traí­do el mejor arte de estos crea­do­res por­que ha habi­do una gran impli­ca­ción por par­te de los artis­tas», expli­ca­ba Javier Molins, direc­tor artís­ti­co del Cen­tro de Arte Hor­ten­sia Herre­ro.

Ampa­ro Roig en el túnel de las luces, ins­ta­la­ción del danés Ola­fur Elias­son. ALBERTO PLA.

Nom­bres de las van­guar­dias clá­si­cas como Cal­der, Roy Lich­tens­tein, Jean Dubuf­fet… o más actua­les: Anselm Kie­fer (a quien se dedi­ca todo un espa­cio dadas las dimen­sio­nes de sus obras con plo­mo), Georg Base­litz, Anish Kapoor, Mat Collishaw, Ola­fur Elias­son o Tony Cragg, fotó­gra­fos de la escue­la de Düsel­dorff de renom­bre –Andreas Gursky o Tho­mas Ruff–, son solo algu­nos de los más de cin­cuen­ta artis­tas que cuen­tan con al menos una pie­za en algu­na de las 17 salas expo­si­ti­vas del CAHH. Jun­to a ellos, otros artis­tas de renom­bre inter­na­cio­nal como el artis­ta pop David Hock­ney (al que se dedi­ca otro espa­cio), el ciné­ti­co Car­los Cruz, el escul­tor gha­nés El Anatsui, Michal Rov­ner, Ann Vero­ni­ca Jans­sens o Peter Halley, ade­más de espa­ño­les míti­cos: Joan Miró, Tàpies, Sau­ra o Miquel Bar­ce­ló y los escul­to­res Julio Gon­zá­lez, Chi­lli­da, Miquel Nava­rro, Cris­ti­na Igle­sias, Alfa­ro y Plen­sa, u otros como Blan­ca Muñoz, Anto­nio Gir­bés, y los valen­cia­nos Mano­lo Val­dés o Juan Geno­vés.

Seis site-specifics o intervenciones permanentes

El espa­cio que alber­ga este reco­rri­do expo­si­ti­vo, el anti­guo Pala­cio de Vale­rio­la, ha sido res­tau­ra­do por el estu­dio ERRE Arqui­tec­tu­ra. A la belle­za de un espa­cio his­tó­ri­co sin­gu­lar y que reco­ge toda la his­to­ria de la ciu­dad, ade­más, se suma la inter­ven­ción espe­cí­fi­ca de seis rin­co­nes del Cen­tro de Arte por par­te de otros tan­tos crea­do­res. Se tra­ta de seis site-spe­­ci­­fics que se fun­den con el edi­fi­cio rea­li­za­dos por artis­tas de nivel inter­na­cio­nal.

Jau­me Plen­sa ha inter­ve­ni­do el ábsi­de que comu­ni­ca el pala­cio con el jar­dín. El ombli­go (melic, en valen­ciano, como lo bau­ti­zó el pro­pio Plen­sa) del edi­fi­cio, tie­ne aho­ra las pare­des inun­da­das de letras y sím­bo­los de dife­ren­tes alfa­be­tos de todo el mun­do.

Tomás Sara­ceno, por su par­te, ha rea­li­za­do una ins­ta­la­ción com­pues­ta por seis nubes for­ma­das por tetrae­dros y dode­cae­dros irre­gu­la­res cubier­tos por pane­les iri­dis­cen­tes que lle­nan total­men­te el ves­tí­bu­lo de die­ci­séis metros de altu­ra. Sean Scully ha inter­ve­ni­do en la anti­gua capi­lla del Pala­cio, lle­nan­do de color el espa­cio. Cris­ti­na Igle­sias lo ha hecho en la cone­xión entre el pala­cio y el edi­fi­cio ane­xo, en una obra en la que el visi­tan­te podrá sen­tir­se den­tro de la mis­ma. Ola­fur Elias­son ha dado vida en otro de los pasi­llos del edi­fi­cio a un túnel con dos pun­tos de vis­ta muy dife­ren­cia­dos: el de entra­da, en el que pode­mos ver mil trein­ta y cin­co cris­ta­les, cada uno con un dise­ño y una posi­ción dife­ren­tes y que con­tie­nen todos los colo­res del arco iris, y el de sali­da, en el que vemos un túnel negro. Y, por últi­mo, Mat Collishaw, cuya obra se carac­te­ri­za por el tra­ta­mien­to de temas clá­si­cos de la his­to­ria del arte con la tec­no­lo­gía moder­na, de quien se pue­de ver una secuen­cia de caba­llos en la zona del jar­dín y otra pie­za audio­vi­sual.

Se tra­ta, en defi­ni­ti­va, de seis inter­ven­cio­nes que, más allá de dia­lo­gar con el espa­cio, ter­mi­nan inte­grán­do­se en el pro­pio edi­fi­cio y dotán­do­lo de una sin­gu­la­ri­dad mayor. Todas estas obras se que­da­rán de modo per­ma­nen­te en el cen­tro de arte, enri­que­cien­do la arqui­tec­tu­ra del mis­mo y dotan­do de alma a este edi­fi­cio.

Dise­ño del argen­tino Tomás Sara­ceno. Ins­ta­la­ción com­pues­ta por seis nubes for­ma­das por tetrae­dros y dode­cae­dros. ALBERTO PLA.

Presencia de jóvenes valencianos

Radi­ca­do como está el Cen­tro de Arte en Valen­cia, Hor­ten­sia Herre­ro no ha que­ri­do olvi­dar el arte más emer­gen­te y el eco­sis­te­ma gale­rís­ti­co de la ciu­dad. La mece­nas valen­cia­na «se ini­ció en el colec­cio­nis­mo en su pro­pia ciu­dad al adqui­rir obras de arte de los artis­tas que expo­nían en sus gale­rías para su pro­pio dis­fru­te en la inti­mi­dad de su hogar. Una prác­ti­ca que ha con­ti­nua­do con el tiem­po y que ha ins­ti­tu­cio­na­li­za­do a tra­vés del pre­mio de adqui­si­ción que cada año otor­ga den­tro del even­to cono­ci­do como Abier­to Valèn­cia, con el que las gale­rías valen­cia­nas ini­cian la tem­po­ra­da en sep­tiem­bre. De 2014 a 2022, vein­tiu­na obras de die­ci­séis artis­tas han pasa­do a for­mar par­te de la colec­ción Hor­ten­sia Herre­ro a tra­vés de este pre­mio de adqui­si­ción, y dos salas del CAHH se han acon­di­cio­na­do para mos­trar una selec­ción de estas obras adqui­ri­das en las gale­rías de Valen­cia», ha expli­ca­do Javier Molins.

Un espacio singular restaurado por ERRE

Si la selec­ción que da for­ma a esta pri­me­ra expo­si­ción no fue­ra sufi­cien­te, el pro­pio con­ti­nen­te de la mis­ma, el edi­fi­cio que alber­ga la sede del Cen­tro de Arte Hor­ten­sia Herre­ro es una obra de arte en sí mis­mo. Está ubi­ca­do en el anti­guo Pala­cio de Vale­rio­la, una cons­truc­ción cuyos ele­men­tos estruc­tu­ra­les datan del siglo XVII, que ate­so­ra ele­men­tos de gus­to cla­si­cis­ta y barro­co en su facha­da y que resu­me la his­to­ria de la ciu­dad, des­de la épo­ca roma­na, la visi­go­da y la islá­mi­ca has­ta la cris­tia­na: «A este edi­fi­cio le tocó la lote­ría en el momen­to en que mi madre, Hor­ten­sia, se fijó en él», afir­ma­ba Ampa­ro Roig, arqui­tec­ta y socia de ERRE, estu­dio res­pon­sa­ble de la res­tau­ra­ción del edi­fi­cio.

La zona expo­si­ti­va se orga­ni­za en torno a die­ci­sie­te salas repar­ti­das en cua­tro nive­les. Uno de los prin­ci­pa­les retos del pro­yec­to ha sido dise­ñar un reco­rri­do con­ti­nuo que ofrez­ca una expe­rien­cia cómo­da y agra­da­ble a los visi­tan­tes a lo lar­go de sus más de 3.500 m². Este reco­rri­do se plan­tea de for­ma ascen­den­te en el edi­fi­cio de la calle del Mar y des­cen­den­te en el segun­do volu­men, adya­cen­te a la de San Cris­tó­bal, conec­tan­do a tra­vés del edi­fi­cio situa­do en el jar­dín. El con­jun­to se com­ple­ta con un patio ajar­di­na­do, así como de un sótano, don­de se pue­den visi­tar los res­tos del anti­guo Cir­co romano de Valen­cia, halla­dos duran­te las exca­va­cio­nes arqueo­ló­gi­cas. Este Cir­co romano fue la cons­truc­ción más impo­nen­te de la ciu­dad en el siglo Il d.C. con una super­fi­cie supe­rior a tres cam­pos de fút­bol (con 350 metros de lar­go y más de 70 de ancho).

 

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