El padre del cow­punk, que mari­dó a Los Ramo­nes y The Clash con el country, actúa el pró­xi­mo jue­ves 25 de mayo en 16 Tone­la­das

Jason Rin­gen­berg, en un con­cier­to de pre­sen­ta­ción de «Rhi­nes­to­ned» (SCOTT WILLIS).

La memo­ria pue­de fallar, pero con esta ya son —al menos— tres las veces que Jason Rin­gen­berg (Illi­nois, 1958), uno de los padres indis­cu­ti­bles del alt-country, ha visi­ta­do Valen­cia. La últi­ma —de nue­vo hay que fiar­se de la memo­ria— para pre­sen­tar All over crea­tion en 2002. En reali­dad, lo mis­mo da que sea la pri­me­ra o la que hace cator­ce: cuan­do lle­ga a la ciu­dad, hay que hacer cola para ver­lo. Nun­ca defrau­da y, sin duda, tam­po­co lo hará cuan­do, el pró­xi­mo 25 de mayo, se suba al esce­na­rio de 16 Tone­la­das acom­pa­ña­do de su gui­ta­rra Epipho­ne para pre­sen­tar su últi­mo tra­ba­jo, Rhi­nes­to­ned (2022).

El Rin­gen­berg que deci­dió empren­der una carre­ra en soli­ta­rio en 2002, con One Foot in The Honky Tonk, no es el adre­na­lí­ti­co can­tan­te que, a prin­ci­pios de los 80, revo­lu­cio­nó el anqui­lo­sa­do mun­do del country mez­clan­do tra­di­ción con influen­cias ramo­ne­ras, y cojean­do polí­ti­ca­men­te del pie izquier­do. El músi­co que nos visi­ta esta sema­na es una autén­ti­ca leyen­da, que abrió las sen­das por las que lue­go han tran­si­ta­do, por citar algu­nos, Hank Williams III, el Reve­ren­do Hor­ton, Angry Johnny and the Kill­bi­lies, Super­suc­kers o Bob Way­ne.

Musi­cal­men­te, Rin­gen­berg ya no está en fase de explo­rar o reno­var, sino de man­te­ner su lega­do. Tras Empi­re Buil­ders (2004), la «dina­mi­ta de Tenes­se» se tomó déca­da y media sin pisar un estu­dio has­ta que regre­só en 2018 con Stand Tall, una mara­vi­lla y una depu­ra­ción de su soni­do que aho­ra pro­lon­ga con Rhi­nes­to­ned, has­ta el pun­to de que algu­nos de los temas se podrían inter­cam­biar y nadie lo nota­ría (no es una crí­ti­ca, es un elo­gio). Ambos tra­ba­jos com­par­ten una visión nos­tál­gi­ca de unos EEUU que han cono­ci­do tiem­pos mejo­res, y que si en Stand Tall se mate­ria­li­za­ba en I’m Wal­king Home o John Muir stood here aho­ra lo hace con Nash­vi­lle Without Rhi­nes­to­nes o Befo­re love and war.

Residencia artística

En los últi­mos años, aun­que no esta­ba reti­ra­do de los esce­na­rios, Rin­gen­berg había dado un giro a su carre­ra. En 2002 creó el per­so­na­je de Far­mer Jason (Jason el Gran­je­ro) para entre­te­ner a sus hijas, una idea que aca­bó sien­do el ger­men de su siguien­te dis­co: A Day at the Farm with Far­mer Jason (2003). Al final el per­so­na­je le acom­pa­ñó más de una déca­da, has­ta 2014, y dio pie a cua­tro dis­cos y un mini­pro­gra­ma en la tele­vi­sión públi­ca PBS con el que ganó un Emmy.

El regre­so al estu­dio lle­gó poco des­pués. En 2017, reci­be una invi­ta­ción del U.S. Natio­nal Park Ser­vi­ce para hacer una resi­den­cia artís­ti­ca de un mes en el Sequoia Kings Can­yon Natio­nal Park, tiem­po que dedi­ca al trek­king y a com­po­ner. El resul­ta­do fue el monu­men­tal Stan Tall (2018). Con las can­cio­nes des­car­ta­das, las ideas que no aca­bó de desa­rro­llar… alum­bró pos­te­rior­men­te Rhi­nes­to­ned.

Sin duda, esta­mos ante un tra­ba­jo a la altu­ra del ante­rior —con la gran dife­ren­cia que uno nació al aire libre y otro, más refle­xi­vo, duran­te el con­fi­na­mien­to— y que inclu­ye temas tan nota­bles como la decons­truc­ción gui­ta­rre­ra e iró­ni­ca del himno reli­gio­so Christ the Lord Is Risen Today, una píl­do­ra de su ver­sión más polí­ti­ca con The Free­dom Rides weren’t free, o la nos­tál­gi­ca Nash­vi­lle Without Rhi­nes­to­nes, una decla­ra­ción de prin­ci­pios que da uni­dad al tra­ba­jo. Ade­más, algu­nos gui­ños a los gran­des nom­bres del country como Hank Williams, la fami­lia Car­ter y Ozark Moun­tain Dare­de­vil.

El nom­bre del dis­co pone las car­tas sobre la mesa des­de el prin­ci­pio. Los rhi­nes­to­nes (dia­man­tes de imi­ta­ción) alu­den a la cara más kitsch y hor­te­ra del country. Una esté­ti­ca con la que se iden­ti­fi­ca ple­na­men­te y que es su seña de iden­ti­dad. Es tam­bién un gui­ño a un pasa­do de la for­ma de enten­der la músi­ca que pron­to no será más que eso, pasa­do.

Sobre el esce­na­rio de 16 Tone­la­das cabe espe­rar lo mejor. Aun­que tie­ne por cos­tum­bre ir modi­fi­can­do el set list de sus actua­cio­nes, sin duda habrá algo de sus eta­pa en soli­ta­rio (I Rode with Crazy Hor­se, John the Bap­tist Was a Real Hum­din­ger, la espí­di­ca Honky Tonk Maniac From Mars, A Bible and a Gun…), algo de su eta­pa con los Scor­ches (algu­na como Bro­ken Whis­key Glass, Help The­re’s a Fire, Whi­te Lies, Shot­gun Blues…), tam­bién un gui­ño a Jason the Far­mer (sue­len caer The Trac­tor Goes Chug Chug Chug o Punk Rock Skunk) y uno o dos de covers de ban­das como R.E.M, Bob Dylan, Bru­ce Springs­teen, los Ramo­nes… En defi­ni­ti­va, casi dos horas de esa orques­ta de un solo hom­bre que es Rin­gen­berg.

Un poco de historia

Hace ya más de dos déca­das que Jason Rin­gen­berg dejó de lide­rar a The Scor­chers para lan­zar­se a una carre­ra en soli­ta­rio que le ha con­ver­ti­do en una de las refe­ren­cias del country alter­na­ti­vo, aun­que su papel como uno de los padres del cow­punk sigue sien­do una de sus car­tas de pre­sen­ta­ción. Edu­ca­do en una gran­ja de cer­dos, su pri­mer con­tac­to con la músi­ca le lle­ga gra­cias a la voz de los clá­si­cos (Hank Williams, Buck Owens, Kitty Wells, Marty Rob­bins…) que sona­ban en la radio de la pick up de su padre. Pero a medi­da que va evo­lu­cio­nan­do empie­za a inte­re­sar­se por Bob Dylan o Neil Young (del que here­da­rá su ascen­den­te polí­ti­ca).

Sin embar­go, todo cam­bia cuan­do des­cu­bre a The Ramo­nes de la mano de su her­mano, una expe­rien­cia catár­ti­ca que se retra­ta­ría en God Bless the Ramo­nes que inclu­yó en su dis­co Stand Tall. Fue al topar­se con el soni­do de los de Nue­va York (que le abren la puer­ta a The Clash o los Sex Pis­tols) cuan­do deci­de explo­rar un nue­vo soni­do mucho más con­tun­den­te. Para mucho crí­ti­cos, la for­ma­ción de Shakespeare’s Riot —su pri­me­ra ban­da— mar­ca uno de los pun­tos de apa­ri­ción del cow­punk, en el que el punk y la ame­ri­ca­na comien­zan a ir de la mano.

Será un pri­mer avi­so de lo que será una revo­lu­ción en el mun­do de country y que lle­ga­rá a su apo­geo cuan­do Ribeng­berg se mude a Nash­vi­lle y se una a War­ner Hod­ges, Jeff John­son, y Perry Baggs y den a lugar a Jason & Scor­chers. Su pri­mer álbum (Rec­kless Country Soul) verá la luz en 1982 y les pon­drá en con­tra a toda la vie­ja escue­la al tiem­po que la audien­cia más joven se rin­de a sus pies. Aun­que sepa­ra­dos des­de prin­ci­pios de siglo, de vez en cuan­do se mar­ca­ban una reu­nión. Eso sí, el año pasa­do anun­cia­ron que no vol­ve­rían a subir­se jun­tos a un esce­na­rio.

Cuan­do, dos déca­das más tar­de, la ban­da se disuel­va lo harán con un Life­ti­me Achie­ve­ment Award con­ce­di­do por la Ame­ri­ca­na Music Asso­cia­tion (aso­cia­ción sin áni­mo de lucro que vela por defen­der las raí­ces de la músi­ca ame­ri­ca­na) y el reco­no­ci­mien­to uná­ni­me por haber sen­ta­do las bases del indie country.

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