El turis­mo en El Pal­mar, Valen­cia, ha sufri­do un nota­ble impac­to debi­do a la DANA. Aun­que la zona no fue direc­ta­men­te alcan­za­da por la ria­da, la acti­vi­dad de res­tau­ra­ción, que era muy con­cu­rri­da antes del tem­po­ral, aho­ra ape­nas reci­be reser­vas ni visi­tas. Según los habi­tan­tes loca­les, esto se debe en par­te a que muchos de sus clien­tes habi­tua­les pro­ce­dían de muni­ci­pios afec­ta­dos por el desas­tre, pero tam­bién a las impac­tan­tes imá­ge­nes de devas­ta­ción que han cir­cu­la­do en el últi­mo mes.

El Pal­mar no es solo una peque­ña peda­nía de 800 habi­tan­tes a pocos kiló­me­tros de Valèn­cia. Cul­tu­ral y medioam­bien­tal­men­te, es el núcleo y alma de la L’Al­bu­fe­ra, un paraí­so natu­ral situa­do a ori­llas del Parc Natu­ral de L’Albufera, rodea­do de exten­sos cul­ti­vos de arroz y de la huer­ta que com­po­ne la des­pen­sa de la capi­tal.

El Pal­mar de Valèn­cia: un poco de his­to­ria

Para enten­der el carác­ter de El Pal­mar, es intere­san­te cono­cer sus orí­ge­nes, que se remon­tan a la ocu­pa­ción musul­ma­na en el año 711 d.C.

Allá por el año 1.238, el rey Jau­me I con­quis­ta el Rei­no de Valèn­cia y lo repar­te entre los repo­bla­do­res cris­tia­nos menos L’Albufera y su Deve­sa, que se los reser­va a sí mis­mo y con­ce­de el dere­cho de explo­ta­ción de la pes­ca, acti­vi­dad que allí ya se prac­ti­ca­ba, como es de supo­ner.

Des­de enton­ces El Pal­mar se con­vir­tió en un cen­tro de acti­vi­dad pes­que­ra y en una pobla­ción don­de vivían habi­tan­tes de pue­blos cer­ca­nos como Cata­rro­ja o Silla, que cons­tru­ye­ron las pri­me­ras barra­cas. Se tra­ta de un tipo de cons­truc­ción típi­ca de la zona, con teja­dos de paja a dos aguas de las que toda­vía se con­ser­van algu­nas.

Aun­que ya se cul­ti­va­ba, la cose­cha del arroz se vol­vió impor­tan­te en el S. XIX por ser más ren­ta­ble que la pes­ca. A par­tir de aquí, se mejo­ran las cone­xio­nes por carre­te­ra entre los muni­ci­pios de la zona y la capi­tal y aca­ba de con­so­li­dar­se como un bello y valio­so lugar reco­no­ci­do inter­na­cio­nal­men­te por sus pri­vi­le­gia­das natu­ra­le­za y gas­tro­no­mía.

El Pal­mar de Valèn­cia: cómo lle­gar

El Pal­mar está a 20 kiló­me­tros de la capi­tal. Lo ideal para res­pe­tar el entorno es ir en trans­por­te públi­co con el bus 25 de la EMT que es gra­tui­to si tie­nes la Valèn­cia Tou­rist Card. Hay carril bici has­ta la Deve­sa, pero no has­ta el Pal­mar y ade­más no es reco­men­da­ble por­que la carre­te­ra es estre­cha y en algu­nos tra­mos solo pue­de pasar un vehícu­lo, así que nues­tro con­se­jo es coger siem­pre el bus.

Las barra­cas valen­cia­nas del El Pal­mar

Las barra­cas for­man par­te del ADN valen­ciano, por eso son tan reco­no­ci­das y una de las pecu­lia­ri­da­des que ver en El Pal­mar. Por eso y por­que ver­las sobre una super­fi­cie reflec­tan­te como el agua, es una pre­cio­si­dad.

Si bien es cier­to que el incen­dio de 1.883 se encar­gó de redu­cir­las en núme­ro por­que esta­ban cons­trui­das con mate­ria­les tan infla­ma­bles como la paja, que­dan algu­nas que pue­des con­tem­plar toda­vía y todas ellas han sido decla­ra­das bien de rele­van­cia local.

La más anti­gua es la barra­ca del Tío Aran­da (calle Fran­cis­co Mon­léon, 26), que ade­más ha sido res­tau­ra­da recien­te­men­te. Ade­más de esta vete­ra­na, hay más barra­cas que pue­des divi­sar en el pai­sa­je al mover­te por la zona. En muchos casos no podrás ver­las de cer­ca, pues son pro­pie­dad pri­va­da, pero es una deli­cia dar­se un paseo por el entorno.

La que sí se pue­de dis­fru­tar en pri­me­ra per­so­na es La Barra­ca del Pal­mar, tam­bién cono­ci­da como Barra­ca Ampa­ro. Allí se cele­bran even­tos y show­coo­kings y te pue­des apun­tar a un paseo en bar­ca y otras acti­vi­da­des en gru­po.

El Pal­mar de Valèn­cia: un paseo en bar­ca des­de su embar­ca­de­ro

Uno de los mejo­res pla­nes que hacer en El Pal­mar es ver el atar­de­cer des­de su embar­ca­de­ro o, mejor aún, des­de una bar­qui­ta en medio del lago.

Un rato en el embar­ca­de­ro de El Pal­mar de Valèn­cia te per­mi­te expe­ri­men­tar la sen­sa­ción de que el tiem­po ha que­da­do sus­pen­di­do en este peda­ci­to del pla­ne­ta por­que no ha cam­bia­do ape­nas en déca­das, algo bas­tan­te difí­cil de encon­trar hoy en día.

No es de extra­ñar que su pecu­liar esté­ti­ca, espe­cial­men­te al caer el sol, haya sido esce­na­rio de series y pelí­cu­las como, por ejem­plo, El Embar­ca­de­ro.

Sen­de­ris­mo en El Pal­mar de Valèn­cia: ruta El Pal­mar – L’Estell

Reco­rrer a pie el tér­mino muni­ci­pal de El Pal­mar es siem­pre bue­na idea. La ruta 5 El Pal­mar – L’Estell es muy bue­na opción por­que, ade­más de reco­rrer el pue­blo, te lle­va por arro­za­les y su lon­gi­tud es para todos los públi­cos. 6 kiló­me­tros ―ida y vuel­ta― per­fec­tos para hacer en bici­cle­ta o a pie, con cero des­ni­vel y con un valor pai­sa­jís­ti­co impre­sio­nan­te.

Dón­de comer en El Pal­mar de Valèn­cia

Como era de espe­rar, uno de los mayo­res encan­tos de El Pal­mar y alre­de­do­res es la gran ofer­ta gas­tro­nó­mi­ca que se pue­de dis­fru­tar.  Y es que cla­ro, no es solo que L’Albufera sea la cuna de la lau­rea­da pae­lla valen­cia­na, que bas­tan­te es, sino que la varie­dad de pes­ca­dos, ver­du­ras y hor­ta­li­zas del terri­to­rio jun­to al arroz con Deno­mi­na­ción de Ori­gen, dan lugar a rece­tas deli­cio­sas.

Pla­tos muy de El Pal­mar que no te pue­des per­der son el all i pebre y la lli­sa ado­ba­da, ambos a base de pes­ca­do: el pri­me­ro con angui­la ―tran­qui­li­dad que, si no te atre­ves, se hace con otros pes­ca­dos, pero te reco­men­da­mos que prue­bes― y el segun­do con la autóc­to­na lli­sa ―mújol―.

Si eres coci­ni­tas, tam­bién te pue­des acer­car a la Lon­ja de Pes­ca­dos de El Pal­mar  (Cau­de­te, 13) por la maña­na y lle­var­te pro­duc­to fres­co de la zona pes­ca­do de for­ma arte­sa­nal y sos­te­ni­ble en L’Albufera.

Tam­bién pue­des tomar pae­lla en su rece­ta más clá­si­ca o en algu­na de las varian­tes de car­ne o pes­ca­do que se coci­nan en cual­quie­ra de los esta­ble­ci­mien­tos de El Pal­mar, que hay muchos.

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