Más de 100 años en el cora­zón de la Mari­na

Paco Cano, Cris­ti­na Figuei­ra y Pepe Cano.

A lo lejos se divi­sa el mar y por el camino coexis­ten urba­ni­za­cio­nes de euro­peos jubi­la­dos en bus­ca de sol con los cam­pos de cítri­cos, oli­va­res y cul­ti­vos bajo plás­ti­co, los famo­sos nís­pe­ros de Callo­sa. Hay que cru­zar toda Altea o empren­der el camino de las roton­das por Beni­dorm y Terra Míti­ca para lle­gar a La Nucía.

El muni­ci­pio está total­men­te trans­for­ma­do, pero su núcleo his­tó­ri­co se man­tie­ne como anta­ño, reha­bi­li­ta­do y embe­lle­ci­do con algún que otro alar­de arti­fi­cial. Y en el cora­zón del mis­mo, la igle­sia y su pla­za, en una de cuyas esqui­nas se ins­ta­ló la fami­lia Cano hace más de una cen­tu­ria. La anti­gua y pri­mi­ge­nia bode­ga de gra­ne­les dio paso a un bar de pue­blo de toda la vida, a una casa de comi­das, a un res­tau­ran­te y, final­men­te, a un espa­cio gas­tro­nó­mi­co que ha con­quis­ta­do tan­to a los pala­da­res tra­di­cio­na­les como a los nue­vos gour­mets en bus­ca de las sen­sa­cio­nes inno­va­do­ras de alta coci­na.

Paco Cano estu­dió músi­ca en el con­ser­va­to­rio de Valen­cia (y toca la trom­pe­ta, como Ricard Cama­re­na). Tal vez ese era su pro­pio camino, pero no su des­tino, has­ta que se empa­re­jó con Cris­ti­na Figuei­ra (cuyo ape­lli­do deno­ta los orí­ge­nes fami­lia­res galai­cos, aun­que nació en la veci­na Altea), una joven coci­ne­ra dis­pues­ta a absor­ber todas las ense­ñan­zas posi­bles. Hace vein­ti­cin­co años que se pusie­ron al fren­te del res­tau­ran­te fami­liar de los Cano, bau­ti­za­do con el ape­la­ti­vo popu­lar del padre de Paco, Pepe el Xato.

Lea el artícu­lo com­ple­to en Alma­na­que Gas­tro­nó­mi­co

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