Tras acer­car­se al mito de Robin­son Cru­soe des­de la pers­pec­ti­va del tea­tro fami­liar con la obra Rob, La Mutant aco­ge­rá el pró­xi­mo domin­go una nue­va entre­ga del ciclo Esce­na Diver­sa de Tea­tre Esca­lan­te. Se tra­ta de La casa del pan­da, un mon­ta­je de la com­pa­ñía ita­lia­na TPO que podrá ver­se en la sala de la calle Joan Ver­da­guer el 19 de enero a las 18 horas, y pos­te­rior­men­te en fun­cio­nes esco­la­res que ten­drán lugar entre los días 20 y 23, a las 10 y a las 11:30 horas.

La casa del pan­da pro­po­ne un espec­tácu­lo inter­ac­ti­vo de dan­za y artes visua­les para acer­car al públi­co a la his­to­ria mile­na­ria de Chi­na. Siguien­do en todo momen­to los pasos del ani­mal más sim­bó­li­co del país ‑el oso panda‑, los espec­ta­do­res des­cu­bren las tra­di­cio­nes y la cul­tu­ra chi­nas entre bos­ques de bam­bú, come­tas y fue­gos arti­fi­cia­les. De este modo, los más peque­ños cono­ce­rán de mane­ra intui­ti­va la filo­so­fía y la teo­ría de los cin­co ele­men­tos y como estos se rela­cio­nan entre sí, siguien­do siem­pre un rit­mo cir­cu­lar y de cons­tan­te trans­for­ma­ción en el que cada ele­men­to gene­ra al siguien­te: made­­ra-fue­­go-tie­­rra-metal-agua.

Estos “cin­co ele­men­tos” son las pis­tas que siguen los bai­la­ri­nes para invi­tar a los niños y niñas a aden­trar­se en un uni­ver­so lleno de color, músi­ca y cons­tan­te movi­mien­to. Jun­tos inter­ac­túan explo­ran­do nue­vas for­mas de expre­sión para supe­rar las barre­ras del len­gua­je y la cul­tu­ra.

La com­pa­ñía ita­lia­na TPO, fun­da­da en 1981, ha tra­ba­ja­do des­de sus ini­cios en la tec­no­lo­gía inter­ac­ti­va y ha desa­rro­lla­do el con­cep­to tea­tral CCC (Children´s Chee­ring Car­pet, la “Alfom­bra Inter­ac­ti­va de los Niños”), un gran tapiz de dan­za capaz de ani­mar y acti­var soni­dos e imá­ge­nes por un sis­te­ma de sen­so­res a pre­sión. Mere­ce­do­res de múl­ti­ples galar­do­nes, este uso de la inter­ac­ción hace que sus espec­tácu­los se trans­for­men en un ambien­te sen­si­ble de expe­ri­men­tar el lími­te sutil del arte y el jue­go.