Nos habéis pre­gun­ta­do por una ima­gen que cir­cu­la por redes socia­les que afir­ma que una supues­ta tera­pia lla­ma­da bio­mag­ne­tis­mo o par bio­mag­né­ti­co es capaz pue­de aca­bar con “todo tipo de virus, bac­te­rias, hon­gos y pará­si­tos”, inclu­yen­do el coro­na­vi­rus “de mane­ra rápi­da y efi­caz”.

Según sus adep­tos, el bio­mag­ne­tis­mo, en teo­ría, podría influir en el pH de nues­tro cuer­po (que supues­ta­men­te sería el fac­tor cla­ve en una enfer­me­dad) a tra­vés del uso de ima­nes de gran poten­cia colo­ca­dos en pun­tos espe­cí­fi­cos, al corre­gir las dis­tor­sio­nes de su pH. En el caso del coro­na­vi­rus, dice la ima­gen, el imán debe­ría colo­car­se en la ure­tra.

Esto es fal­so: no hay evi­den­cias de que el bio­mag­ne­tis­mo aca­be con la COVID-19 o cual­quier otra enfer­me­dad y, de hecho, está cali­fi­ca­do como pseu­do­te­ra­pia en esta lis­ta ela­bo­ra­da por el Gobierno. No solo no hay evi­den­cias cien­tí­fi­cas de su efi­ca­cia, sino que, de hecho, la COVID-19 toda­vía no tie­ne tra­ta­mien­to.

¿En qué consiste el biomagnetismo?

Según el Gru­po de Inves­ti­ga­ción en Comu­ni­ca­ción Cien­tí­fi­ca (GRECC), exis­te una ten­den­cia que esta­ble­ce la creen­cia de que las enfer­me­da­des tie­nen una estre­cha rela­ción con alte­ra­cio­nes del pH del teji­do humano. “Así, se plan­tea una téc­ni­ca median­te la colo­ca­ción de ima­nes en varias zonas del cuer­po humano para regu­lar la aci­dez del pH y eli­mi­nar los virus cau­san­tes de las enfer­me­da­des”, expli­can en su pági­na web.

El par­ti­da­rio del bio­mag­ne­tis­mo con más renom­bre, Isaac Goiz, loca­li­zó alre­de­dor de 280 pares mag­né­ti­cos (par­tes del cuer­po) sobre los que colo­car los ima­nes para neu­tra­li­zar los micro­or­ga­nis­mos cul­pa­bles del ori­gen de deter­mi­na­das enfer­me­da­des, entre ellos, afir­ma­ba, el SIDA.

Los imanes no cambian el pH de nuestro cuerpo

“En pri­mer lugar es impor­tan­te remar­car que los ima­nes no tie­nen el poder de cam­biar el pH del orga­nis­mo y, en segun­do, que aun­que esto fue­ra cier­to lo más pro­ba­ble es que el pacien­te murie­ra, pues cam­biar el pH del cuer­po humano podría pro­du­cir has­ta la muer­te”, expli­ca a Mal­di­ta Cien­cia Fer­nan­do Cer­ve­ra, bió­lo­go y vocal de la APETP.

Cer­ve­ra aña­de que esta pseu­do­te­ra­pia no ser­vi­ría para curar nin­gu­na enfer­me­dad pues­to que su pos­tu­la­do, que los cam­bios de pH podrían matar las bate­rías y virus que pro­du­cen las enfer­me­da­des, “es sen­ci­lla­men­te fal­so”.  “Está cla­ro que sí que pue­des matar micror­ga­nis­mos cam­bian­do el pH, pero para hacer­lo ten­drías que matar a la per­so­na”, con­ti­núa.

Ade­más, como no todas las enfer­me­da­des son pro­du­ci­das por micro­or­ga­nis­mos, hay par­te de ellas que los ima­nes no podrían curar, lo que no reco­no­cen sus adep­tos. Por otro lado, como expli­ca el GRECC, una varia­ción en el pH de los teji­dos no tie­ne por qué eli­mi­nar a todos los pató­ge­nos, ya que algu­nos pue­den sobre­vi­vir en con­di­cio­nes extre­mas de aci­dez. “No hay estu­dios que prue­ben la efi­ca­cia (reduc­ción obser­va­ble de pató­ge­nos) de esta tera­pia”, con­clu­ye el gru­po.

Más allá del placebo, el magnetismo no tiene ningún efecto sobre el organismo

Se han rea­li­za­do diver­sos estu­dios (como este) para inves­ti­gar la influen­cia de cam­pos mag­né­ti­cos en seres huma­nos, y no se ha obser­va­do nin­gún efec­to, ni cura­ti­vo ni per­ju­di­cial.

“En los últi­mos años se han lle­va­do a cabo estu­dios sobre la posi­ble efi­ca­cia de dife­ren­tes pro­duc­tos rela­cio­na­dos con la mag­ne­to­te­ra­pia que han pro­li­fe­ra­do en el mer­ca­do, como pul­se­ras mag­né­ti­cas que supues­ta­men­te mejo­ra­ban el dolor, pero en nin­gún caso se encon­tra­ron evi­den­cias físi­cas más allá de un efec­to pla­ce­bo”, expli­ca este artícu­lo de la Aso­cia­ción para Pro­te­ger al Enfer­mo de las Tera­pias Pseu­do­cien­tí­fi­cas (APETP).

Hay otro deta­lle que hay que tener en cuen­ta, es que para algu­nas prue­bas de diag­nós­ti­co médi­co como las reso­nan­cias mag­né­ti­cas emplean ima­nes mucho más poten­tes que los que se emplean para lle­var a cabo esta pseu­do­te­ra­pia. Si real­men­te esos cam­pos mag­né­ti­cos tuvie­sen algún efec­to sobre el orga­nis­mo y la salud, esas prue­bas de diag­nós­ti­co no se podrían rea­li­zar.

Más allá de la mera creen­cia del pacien­te de que some­ter­se al bio­mag­ne­tis­mo pue­de tener algún bene­fi­cio (lo que podría gene­rar un lige­ro efec­to pla­ce­bo), Cer­ve­ra es rotun­do al afir­mar que, en reali­dad, “este no tie­ne nin­gún tipo de efec­to sobre el orga­nis­mo”.

Aun así, sus adep­tos lo pro­po­nen como una for­ma váli­da inclu­so de curar enfer­me­da­des como el cán­cer cuan­do, en la mayo­ría de casos, este no tie­ne nada que ver con micro­or­ga­nis­mos.

El peligro de abandonar tratamientos médicos

El bio­mag­ne­tis­mo no solo no tie­ne bene­fi­cios, sino que el bio­mag­ne­tis­mo pue­de tener serias reper­cu­sio­nes en la salud de los pacien­tes que se some­ten a él, al invi­tar­les a aban­do­nar tra­ta­mien­tos reco­men­da­dos por pro­fe­sio­na­les sani­ta­rios: muchos de quie­nes la reco­mien­dan afir­man que solo será efec­ti­va si no se uti­li­za qui­mio­te­ra­pia.

“Esto es tre­men­da­men­te peli­gro­so y hay casos regis­tra­dos de falle­ci­mien­tos”, advier­te Cer­ve­ra. “Como ade­más tam­bién va diri­gi­da a enfer­me­da­des muy gra­ves como el cán­cer y el sida, su poten­cial para des­viar al pacien­te de un tra­ta­mien­to basa­do en la evi­den­cia, o su retra­so, pue­de pro­du­cir la muer­te”, con­clu­ye.

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