La obra muestra casos de mujeres con falsos diagnósticos psiquiátricos y psicológicos, con los que su entorno las defenestró.
A mediados de los años 70 cerró el Manicomio de Jesús, en Valencia, y las internas pasaron al Hospital Psiquiátrico de Bétera. Entonces, quedó al descubierto que el 40% de ellas carecía de un diagnóstico real de enfermedad mental. Simplemente, habían sido internadas por sus familias, parejas o el entorno social porque, por algún motivo, eran mujeres incómodas. La salida a la luz de este hecho gracias al libro Nueve nombres (María Huertas, Ed. Temporal 2021), fue el último empujón que Amparo Vayá necesitaba para escribir Locas. Cae la noche, unapieza cuya versión en castellano estrena el Teatro Off este sábado 26 de abril y mantiene en cartel hasta el 11 de mayo. El elenco está compuesto por Laura Useleti (con sustitución de Victoria Salvador en algunas funciones), Ruth Lezcano, María Minaya, María Guerra, Teresa Crespo y María Poquet.
Sin haber tenido apenas tiempo de girar tras sus primeras funciones en el TEM, llega a la cartelera de la capital esta propuesta integrada en la «Trilogía Mujeres Silenciadas», que Bramant Teatre y Vayá arrancaron con «Un segle d’abismes», nominada a Mejor Texto, Dirección y Espectáculo en los Premis IVC d’Arts Escèniques de la Comunitat Valenciana (2022).
«Me interesa mucho aportar la perspectiva femenina en temas como la Memoria Histórica. O, en este caso, poner el foco sobre un tipo de violencia muy concreta: la atribución de enfermedades mentales para anular a las mujeres», explica Vayá, recordando un oscuro listado en el que caben desde Juana ‘La Loca’, a la que su hijo arrebató el trono; a Camille Claudel, escultora y pareja de Rodin, que fue internada por su familia. O Britney Spears, controlada por su padre hasta en sus posibilidades reproductivas.
Tras empaparse del tema gracias a entrevistas con personal psiquiátrico, libros y documentos históricos, la dramaturga y directora de escena ha creado unos personajes de ficción, pero inspirados en situaciones reales, que muestran extractos sociales, épocas y situaciones muy diversas.
Incluyen a una psiquiatra recién licenciada que en los años 60 descubre que abuela había sido internada; a una joven esposa de clase alta del primer tercio del siglo XX, encerrada por su marido al negarse a tener descendencia porque deseaba estudiar. La marginalidad también está presente en una prostituta a la que la policía lleva a un psiquiátrico en los 80’ y en su compañera de encierro, una lesbiana a la que el Patronato de Protección a la Mujer internó por su orientación sexual. Además, la clase media y el siglo XXI están representados en la sesión de una terapeuta y una víctima de violencia de género, a quien está ayudando a librarse de la «camisa de fuerza química», el exceso de medicación para apagar emociones.
«Son circunstancias duras, pero de enorme belleza por el encuentro que se produce entre los personajes. De alguna manera, la comprensión que se produce entre ellas es la que nos gustaría que tenga el público sobre un tema del que se habla muy poco», explica Vayá acerca de la psicopatologización que históricamente han sufrido y siguen sufriendo las mujeres.
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