Víc­tor Sán­chez y los acto­res de What is love? Baby don’t hurt me.

El esce­na­rio del Tea­tre Prin­ci­pal de Valèn­cia aco­ge a par­tir de este jue­ves 28 la obra What is love? Baby don’t hurt me, una ver­sión libre de Iva­nov de Ché­jov adap­ta­da y diri­gi­da por Víc­tor Sán­chez Rodrí­guez. La obra esta­rá en el Tea­tre Prin­ci­pal del 28 de noviem­bre al 1 de diciem­bre.

Víc­tor Sán­chez Rodrí­guez y su com­pa­ñía, Wichi­ta Co., son los res­pon­sa­bles de algu­nos de los últi­mos éxi­tos del tea­tro espa­ñol como ‘Noso­tros no nos mata­re­mos con pis­to­las’, ‘A Espa­ña no la va a cono­cer ni la madre que la parió’ o ‘Cuz­co’ nomi­na­dos y pre­mia­dos en nume­ro­sas oca­sio­nes.

El espec­tácu­lo está inter­pre­ta­do por Anto­nio Escá­mez, Cris­ti­na Fer­nán­dez, Julian Hac­ken­berg, Román Mén­dez de Hevia, Lau­ra Rome­ro y Gre­tel Stuyk.

El eje ver­te­bra­dor de ‘What is love?…’ es la melan­co­lía que reco­rre toda la obra de Ché­jov, esa espe­cie de tedio que se suce­de antes del desas­tre. El mis­mo Ché­jov murió antes de que suce­die­ran todos los gran­des desas­tres del siglo XX, la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial, la Revo­lu­ción Rusa o la Segun­da Gue­rra Mun­dial, pero supo cap­tar la deca­den­cia de la aris­to­cra­cia y los terra­te­nien­tes rusos de antes de la revo­lu­ción.

La ver­sión que vere­mos en el Prin­ci­pal se tras­la­da al pre­sen­te, y en su trans­cur­so se unen pre­sen­te y pasa­do. La cele­bra­ción de una boda es el pun­to de par­ti­da que pro­vo­ca una vuel­ta al pasa­do que ha pro­du­ci­do las situa­cio­nes actua­les, en lo que podría­mos deno­mi­nar un caba­ret sobre la melan­co­lía.

Una boda es la cele­bra­ción del amor. Iva­nov se va a casar con Ale­xan­dra, una chi­ca que ha per­di­do la cabe­za por él. Ana, su ante­rior mujer, murió des­pués de una lar­ga enfer­me­dad. Euge­nio, el médi­co que esta­ba ena­mo­ra­do de Ana pre­ten­de des­en­mas­ca­rar­lo ante los invi­ta­dos a la boda. Iva­nov es el cen­tro gra­vi­ta­cio­nal de unos seres que inten­tan encon­trar el amor y el sen­ti­do de la vida. Pero Iva­nov lo úni­co que aho­ra sien­te es una melan­co­lía atroz.

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