El chef Pepe Solla ya ha ins­ta­la­do su Casa de Petis­cos en Valen­cia tras el éxi­to de sus esta­ble­ci­mien­tos en Madrid y en su Poio (Pon­te­ve­dra) natal, don­de ate­so­ra una Estre­lla Miche­lin. La idea de Atlán­ti­co Casa de Petis­cos sur­ge de la defi­ni­ción galle­ga de “petis­cos”, es decir, tro­zos peque­ños, una for­ma infor­mal de pico­teo en tér­mi­nos galle­gos.

¿A qué sabe Casa de Petis­cos?

A mar y a tie­rra, a Atlán­ti­co, por­que el Atlán­ti­co va más allá del mar.

¿Y sabe igual en Valen­cia que en otras ciu­da­des?

No, lo bueno que tie­ne Atlán­ti­co es que no es una fran­qui­cia que se repli­que de for­ma exac­ta en cada sitio que mon­ta­mos, siem­pre hay cosas par­ti­cu­la­res de cada ciu­dad que nos gus­ta incluir y que com­bi­na­mos con los ele­men­tos comu­nes.

¿Qué se ha encon­tra­do un chef como usted en una ciu­dad como esta?

Una luz mara­vi­llo­sa, es boni­to esto. En Gali­cia tam­bién tene­mos luz, pero es dis­tin­ta. Me gus­ta espe­cial­men­te la luz de los ama­ne­ce­res en Valen­cia, es una luz muy boni­ta la que hay aquí por las maña­nas.

¿Qué supu­so con­se­guir la estre­lla Miche­lin?

Bueno, es un reco­no­ci­mien­to. Es muy boni­to, aun­que no es más que eso, no le demos más impor­tan­cia. Más boni­to que la estre­lla Miche­lin es ver el res­tau­ran­te lleno.

Defí­na­se en alguno de sus pla­tos.

En uno solo no pue­do, todos ellos tie­nen algo de mí, no creo que haya uno que me defi­na más que el res­to. Me defi­ne el con­jun­to.

Usted cre­ció en el res­tau­ran­te de sus padres ¿Cómo se cría un niño entre fogo­nes?

Al calor­ci­to, jaja­ja, no, es com­pli­ca­do. Cuan­do eres niño no cono­ces los tiem­pos, no eres cons­cien­te de los rit­mos con los que se tra­ba­ja en un res­tau­ran­te. Era como un par­que de atrac­cio­nes, tuve un par­que de atrac­cio­nes que otros niños no tenían. Es com­pli­ca­do pero tie­ne otras ven­ta­jas. Para mí fue mi boni­to, tan­to que aca­bé dedi­cán­do­me a ello.

¿Un des­tino gas­tro­nó­mi­co?

Espa­ña es genial, tie­ne una diver­si­dad bru­tal, una enor­me rique­za en sus par­ti­cu­la­ri­da­des que a veces nos hace tam­bién muy pobres. Nos empe­ñán­do­nos en defen­der por enci­ma del res­to estas par­ti­cu­la­ri­da­des hacien­do que pelee­mos por cosas insig­ni­fi­can­tes en lugar dis­fru­tar de la diver­si­dad en todo su con­jun­to. Esta­mos rodea­dos de chef bue­ní­si­mos, de un pro­duc­to mara­vi­llo­so. Si ten­go que esco­ger, pri­me­ro Espa­ña, des­pués ten­dría una lar­ga lis­ta.

¿Un refe­ren­te culi­na­rio?

Ferran Adrià, sin duda.

¿Coci­na con músi­ca?

Sí, cla­ro. La músi­ca está pre­sen­te en todos los aspec­tos de mi vida y por supues­to tam­bién en mi coci­na.

¿Qué des­ta­ca de Valen­cia des­de que la cono­ce un poco más con su res­tau­ran­te aquí?

A nivel gas­tro­nó­mi­co me encan­ta el Mer­ca­do y los res­tau­ran­tes que hay den­tro de él. Ricard Cama­re­na, por ejem­plo, me pare­ce bru­tal. La posi­bi­li­dad de com­prar e ir comien­do me pare­ce fas­ci­nan­te. Siem­pre que estoy por aquí inten­to apro­ve­char para desa­yu­nar allí.

¿Se petis­quea bien aquí? Reco­mién­de­nos algún petis­co de los suyos…

Sí, por supues­to. Me gus­tan espe­cial­men­te los agua­chi­les, por la aci­dez, la fres­cu­ra y el pun­to cru­do.

Casa de Petis­cos está en Por­ta de la Mar, 4. Tel 607 566 931

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