Este encla­ve medi­te­rrá­neo ofre­ce fin­cas cen­te­na­rias rodea­das de pai­sa­jes agrí­co­las don­de abun­dan los viñe­dos, almen­dros, caquis y oli­vos.

 

 

El inte­rior sur de la pro­vin­cia de Valen­cia, cono­ci­do como la Tos­ca­na Valen­cia­na, está des­per­tan­do un cre­cien­te inte­rés entre com­pra­do­res euro­peos que bus­can algo más que una casa: quie­ren una vida conec­ta­da con la natu­ra­le­za, pero con todas las como­di­da­des del pre­sen­te.

Muchas de las pro­pie­da­des son casas sola­rie­gas o masías del siglo XVIII, reha­bi­li­ta­das o con poten­cial para con­ver­tir­se en alo­ja­mien­tos de eco­tu­ris­mo. Este tipo de vivien­das atraen a un per­fil de com­pra­dor que bus­ca un refu­gio per­so­nal, pero tam­bién una opor­tu­ni­dad de nego­cio vin­cu­la­da al turis­mo rural y sos­te­ni­ble.

Viñas, oli­vos o caquis no solo deco­ran el pai­sa­je, sino que son acti­vos con poten­cial en el mer­ca­do inter­na­cio­nal. En un momen­to en que el «slow living» gana fuer­za en Euro­pa, la Tos­ca­na Valen­cia­na repre­sen­ta una nue­va for­ma de lujo: vivir con tiem­po, en con­tac­to con la tie­rra, pero sin ais­lar­se. Una alter­na­ti­va para quie­nes quie­ren cali­dad de vida, sos­te­ni­bi­li­dad y cone­xión.

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