La institución proyecta la versión restaurada con motivo de su 40 aniversario

Mário Barro­so y Tere­sa Mene­zes en una esce­na de “Fran­cis­ca”

«Sólo hay dos cosas serias. El amor y el dine­ro. La muer­te no pasa de ser un acci­den­te moral». Con esta lapi­da­ria fra­se en boca de uno de sus per­so­na­jes, el direc­tor Manoel de Oli­vei­ra resu­mía en Fran­cis­ca (1981) su (demo­le­do­ra) visión del roman­ti­cis­mo. Prác­ti­ca­men­te olvi­da­da, la adap­ta­ción de la nove­la Fanny Owen de Agus­ti­na Bes­­sa-Luís –una de las escri­to­ras feti­ches del por­­tu­­gués- es, sin duda, una de las gran­des obras maes­tras del pro­lí­fi­co rea­li­za­dor falle­ci­do en 2015 pero tam­bién una de las más olvi­da­das. La Fil­mo­te­ca Valen­cia­na, en su apues­ta por los clá­si­cos recien­te­men­te res­tau­ra­dos, pro­yec­ta­rá la cin­ta el miér­co­les 21 (18 h.) y el vier­nes 30 de sep­tiem­bre (20 h.).

Pro­ta­go­ni­za­da por Tere­sa Mene­zes, Dio­go Dória, Mário Barro­so y Cecí­lia Gui­ma­rães, la pelí­cu­la  —muy influi­da por el esti­lo de Carl Theo­dor Dre­yer— es un ale­ga­to con­tra el roman­ti­cis­mo a par­tir de la des­ven­tu­ra­da pasión del escri­tor román­ti­co Cami­lo Cas­te­lo Bran­co (Màrio Barro­so) por Fanny Owen ‘Fran­cis­ca’ (Tere­sa Mene­dez), una mucha­cha de ori­gen inglés que, a su vez, está ena­mo­ra­da de un com­pa­ñe­ro, ami­go y rival del escri­tor, José Augus­to (Dio­go Dória). La míti­ca revis­ta Cahiers du Ciné­ma pre­mió esta cin­ta como mejor pelí­cu­la de 1981, títu­lo con el que De Oli­vei­ra cerró su cua­tri­lo­gía dedi­ca­da al fra­ca­so del amor, y que comen­zó en 1972 con O Pas­sa­do e o Pre­sen­te.

Con­si­de­ra­da como uno de los gran­des clá­si­cos del cine euro­peo de la déca­da de los ochen­ta, Fran­cis­ca es una fas­tuo­sa y espec­ta­cu­lar recrea­ción de las intri­gas amo­ro­sas y  los bai­les de salón de la aris­to­cra­cia  lusi­ta­na en la segun­da mitad del siglo XIX, así como una cró­ni­ca de un momen­to his­tó­ri­co en el que Por­tu­gal tra­ta de supe­rar la inde­pen­den­cia de Bra­sil y se deba­te entre el libe­ra­lis­mo y el abso­lu­tis­mo.

Pero al direc­tor esta recrea­ción his­tó­ri­ca le impor­ta sobre todo para situar a los per­so­na­jes en un con­tex­to: aun­que en ella hay espa­cio para la repre­sen­ta­ción de una ópe­ra y un bai­le de aper­tu­ra, Fran­cis­ca desa­rro­lla la mayo­ría de sus secuen­cias en inte­rio­res, en habi­ta­cio­nes poco ilu­mi­na­das y pla­nos lar­gos, don­de la con­ver­sa­ción es omni­pre­sen­te pero los silen­cios dicen tan­to o más que cual­quier decla­ra­ción de inten­cio­nes.

Esta sin­gu­lar suce­sión de rótu­los expli­ca­ti­vos y secuen­cias cons­ta­ta su ori­gen lite­ra­rio, pero tam­bién con los entre­si­jos de la repre­sen­ta­ción tea­tral u ope­rís­ti­ca, ade­más de fun­cio­nar como un par­ti­cu­lar home­na­je a los meca­nis­mos del cine mudo, y en con­cre­to a la fil­mo­gra­fía de Dre­yer. 

La pelí­cu­la, ade­más, es una iró­ni­ca decons­truc­ción de los tópi­cos dis­cur­si­vos del roman­ti­cis­mo que, en su tra­mo final, va deri­van­do hacia la far­sa, lo góti­co y lo fan­tas­ma­gó­ri­co. En el aspec­to for­mal, des­ta­ca la depu­ra­da pues­ta en esce­na de ins­pi­ra­ción tea­tral así como la mag­ní­fi­ca direc­ción de foto­gra­fía de Elso Roque con su uso del cla­ros­cu­ro en la ilu­mi­na­ción de inte­rio­res, que ins­pi­ró a Stan­ley Kubrick en su Barry Lyn­don.  

Cami­lo Ferrei­ra Botelho Cas­te­lo Bran­co (1925–1890), pro­ta­go­nis­ta de la pelí­cu­la, es uno de los gran­des nom­bres de la lite­ra­tu­ra por­tu­gue­sa, tan famo­so por su pro­lí­fi­ca pro­duc­ción (medio cen­te­nar de títu­los, a razón de casi dos al año) como por su apa­sio­na­da vida sen­ti­men­tal que, a la sazón, le sir­vió de ins­pi­ra­ción para sus tra­ba­jos de fic­ción. Aplau­di­do por escri­to­res como Miguel de Una­muno, la vida de Bran­co fue un tras­la­ción del esti­lo román­ti­co en el que ins­cri­bió lite­ra­ria­men­te: amo­res impo­si­bles, rui­na, con­de­nas de cár­cel, cegue­ra y final­men­te, la muer­te por sui­ci­dio. De hecho, el libro en el que se basa la pelí­cu­la está basa­do en hechos reales ocu­rri­dos en 1850.

Los pro­ta­go­nis­tas de “Fran­cis­ca”

Ale­ga­to con­tra el matri­mo­nio

Esta pues­ta en esce­na está en todo momen­to al ser­vi­cio del tex­to ori­gi­nal de Agus­ti­na Bes­­sa-Luís, cuya obra es una demo­le­dor retra­to de la ins­ti­tu­ción matri­mo­nial como secues­tro, cau­ti­ve­rio y some­ti­mien­to. Así, plano a plano, Oli­vei­ra decons­tru­ye las cons­tan­tes del Roman­ti­cis­mo con una afi­la­da escri­tu­ra no exen­ta de iro­nía y una estruc­tu­ra clá­si­ca pero no exen­ta de giros y sor­pre­sas, en la que cada secuen­cia ocul­ta tan­to como mues­tra. Exi­ge, en defi­ni­ti­va, un tipo de espec­ta­dor aten­to, capaz de leer entre líneas para aprehen­der con ple­ni­tud las secre­tas cla­ves de la tra­ge­dia.

Fran­cis­ca mar­ca­ría el ini­cio de la pro­lí­fi­ca cola­bo­ra­ción entre direc­tor y guio­nis­ta, que vol­ve­rían a coin­ci­dir en otras cin­co oca­sio­nes a lo lar­go de más de una déca­da, con adap­ta­cio­nes como El valle de Abraham (1993), El Con­ven­to(1995), Party (1996) o Espe­jo mági­co (2005).

La copia que se pro­yec­ta tie­ne su ori­gen en la digi­ta­li­za­ción 4K del nega­ti­vo de cáma­ra en 35 mm con­ser­va­do por la Cine­ma­te­ca Por­tu­gue­sa. Esta copia se pre­sen­tó por pri­me­ra vez en la 76.ª edi­ción de la Mos­tra de Vene­cia en 2019 y aho­ra se pro­yec­ta Valèn­cia con moti­vo del 40.º ani­ver­sa­rio  su estreno inter­na­cio­nal en la Quin­ce­na de Rea­li­za­do­res del Fes­ti­val de Can­nes.

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