Flama vivió una de esas veladas que justifican, por sí solas, la fama efervescente de la gastronomía valenciana: una cena a seis manos firmada por tres jóvenes cocineros en auge que convirtió la Gran Vía en epicentro del Mediterráneo culinario contemporáneo.
El anfitrión fue Eduardo Espejo, alma de Flama, que otorgó su toque de brasa a las creaciones de Jorge Lengua, reciente estrella Michelin por Llavor, y Aitor López, chef de Citrus del Tancat en Alcanar, también con una estrella. Dos nombres que representan la nueva generación con base en el Mare Nostrum con un discurso centrado en el producto, la temporada y la memoria del territorio.
La cena se articuló en torno a un menú degustación único, concebido exclusivamente para esta doble jornada, que combinó platos propios de cada casa con pases construidos a seis manos, pensados más como diálogo que como exhibición individual.
La cocina a leña del local sirvió de plataforma para reinterpretar el Mediterráneo actual: pescados, carnes, verduras y arroces pasaron por el fuego en versiones que huyeron de las recetas y cocciones tradicionales.
El menú comenzó por una quisquilla de Santa Pola marinada, para continuar con una cococha de merluza, judías y patatas en salsa verde. El tercer pase consistió en chipirón a la brasa, galeras, papada y queso de La Caseta d’Espadá, plato al que siguió una gamba roja a la parrilla con guisante lágrima y sabayon.
La segunda parte se inició con tendones de atún rojo estofados en colágeno de pimiento asado y habitas, para dar paso a un Denton a la parrilla, setas, consomé de fricando y picaña madurada, un arroz de caracoles y conejo al sarmiento y una codorniz de maíz con jugo de col asada y parfait do interiores.
La experiencia concluyó con un postre igualmente singular, en el que se elaboró un flan de trufa negra y helado de leche de oveja ahumada.
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