Con este ges­to, el artis­ta de 84 años abre un nue­vo capí­tu­lo en su tra­yec­to­ria pro­fe­sio­nal, regre­san­do sim­bó­li­ca­men­te a la tie­rra que lo vio nacer tras más de tres déca­das de pre­sen­cia con­ti­nua­da en los prin­ci­pa­les mer­ca­dos inter­na­cio­na­les.

 

 

El reco­no­ci­do pin­tor valen­ciano Pepe Royo (Valen­cia, 1941) dona­rá al Ate­neo Mer­can­til de Valen­cia su obra «Míti­ca», un óleo sobre lien­zo de 100 x 100 cen­tí­me­tros que pasa­rá a for­mar par­te de la pina­co­te­ca de esta ins­ti­tu­ción cul­tu­ral.

El acto de entre­ga ofi­cial ten­drá lugar el pró­xi­mo 18 de diciem­bre en el Tea­tro Ate­neo, a par­tir de las 18:00 horas, coin­ci­dien­do con la tra­di­cio­nal Gala de Navi­dad del Ate­neo Mer­can­til de Valen­cia. La incor­po­ra­ción de “Míti­ca” refuer­za el víncu­lo del artis­ta con la ins­ti­tu­ción y con la ciu­dad, en un momen­to en que su obra vuel­ve a situar­se en el foco del públi­co valen­ciano.

Pepe Royo expli­ca que se tra­ta de una de esas obras que sur­gen de mane­ra ines­pe­ra­da, en un ins­tan­te de ins­pi­ra­ción mar­ca­do por la luz medi­te­rrá­nea y una atmós­fe­ra espe­cial. En el lien­zo, su mode­lo María inten­ta suje­tar una sába­na agi­ta­da por el vien­to mien­tras man­tie­ne la sere­ni­dad, lo que per­mi­te al pin­tor tra­ba­jar con una pin­ce­la­da rápi­da, enér­gi­ca y car­ga­da de color, jugan­do con el con­tras­te entre el blan­co vibran­te y el azul.

El artis­ta ha sub­ra­ya­do que, aun­que los cua­dros siguen su pro­pia vida una vez ter­mi­na­dos, en este caso sen­tía la nece­si­dad de defi­nir su des­tino: «Míti­ca» debía que­dar­se en Valen­cia, rodea­da de la luz que repre­sen­ta, como sím­bo­lo de la iden­ti­dad medi­te­rrá­nea que ins­pi­ra su pin­tu­ra. Para Royo, el Ate­neo Mer­can­til de Valen­cia es un icono cul­tu­ral y un lugar ínti­ma­men­te liga­do a sus recuer­dos de ciu­dad, por lo que con­si­de­ra que la obra ha encon­tra­do su hogar en esta ins­ti­tu­ción.

De voca­ción tem­pra­na, Pepe Royo se for­mó con des­ta­ca­dos maes­tros valen­cia­nos antes de ingre­sar en la Escue­la Supe­rior de Bellas Artes de San Car­los. Su apren­di­za­je se enri­que­ció con via­jes a los gran­des museos del mun­do, don­de pro­fun­di­zó en la obra de Veláz­quez, Ver­meer, Goya y los gran­des impre­sio­nis­tas, que deja­ron una hue­lla deci­si­va en su mira­da.

La luz medi­te­rrá­nea ha sido siem­pre el eje de su pin­tu­ra. Su tra­ba­jo reco­ge ecos de Pie­­rre-Augu­s­­te Renoir y Joa­quín Soro­lla, que Royo rein­ter­pre­ta con una ener­gía y un uso del color muy per­so­na­les. Su tra­yec­to­ria expo­si­ti­va comen­zó en ciu­da­des espa­ño­las y euro­peas como Lon­dres, Gine­bra, Lis­boa o Bru­se­las, para des­pués con­quis­tar el mer­ca­do japo­nés con mues­tras en Tokio, Osa­ka y Nago­ya, así como dife­ren­tes pro­yec­tos en Lati­noa­mé­ri­ca.

Ha sido, sin embar­go, su con­so­li­da­ción en Esta­dos Uni­dos la que lo ha situa­do como una figu­ra de refe­ren­cia en el pano­ra­ma inter­na­cio­nal, con expo­si­cio­nes en ciu­da­des como San Fran­cis­co, Nue­va York, Washing­ton, Bos­ton, Mia­mi o Chica­go, entre otras. Ade­más, Royo ha rea­li­za­do retra­tos para pre­si­den­tes y altos magis­tra­dos del Tri­bu­nal Supre­mo espa­ñol, para per­so­na­li­da­des de la aris­to­cra­cia y el retra­to de Su Majes­tad el Rey Juan Car­los I des­ti­na­do a la Emba­ja­da de Espa­ña en Japón.

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