El Valencia Basket Club lo volvió a conseguir. El equipo taronja se proclamó, por cuarta vez en su historia, campeón de la Eurocup y consolida su hegemonía en esta competición europea. Además, este triunfo en el tercer partido de la final (89-63) le da el billete directo para disputar la Euroliga la temporada próxima y codearse entre los mejores clubes de Europa.
En esta ocasión, y como ya pasara en 2010, su rival en la final, disputada a tres partidos, fue el Alba de Berlín. Tras imponerse con solvencia en la ida (89-75), el equipo taronja caía en la capital alemana en la prórroga (95-92) y truncaba, o mejor dicho, aplazaba las ilusiones de los cerca de 1.000 aficionados que se habían desplazado hasta la capital bávara, así como de los miles que se habían quedado en casa.
La Fonteta decidió el título
Tres días después, la Fonteta se convertía en el juez de la competición. Con la final de 2017 en el recuerdo, cuando se perdió ante Unicaja en el último momento, la afición empezaba sufriendo con el 0-11 con el que se pusieron los alemanes. Pero ahí, los aficionados dieron un paso adelante y con sus cánticos, gritos y aplausos auparon al equipo para que recuperara el acierto y la moral. Dicho y hecho, el primer cuarto acababa con una mínima desventaja de 17 a 18 con jugadores como Matt Thomas o Dubljevic muy acertados y que daban las primeras señales de un partido en el que ambos serían muy aclamados. Precisamente, un tiro de Dubljevic nada más empezar el segundo cuarto ponía, por primera vez, por delante a los de Ponsarnau. Una ventaja que ya no perderían, sino que, más bien, no dejarían de ampliar hasta el final del encuentro.
En la grada, la afición disfrutaba de otra noche mágica en esta Fonteta, consignas como “Dubi, dubi”, “a por ellos” y el clásico grito de las grandes ocasiones, respondiéndose de un lado al otro de la grada con el “eo, eo, eo, e”, contribuían a arropar al equipo para consolidar este triunfo más que merecido.
Al final, Rafa Martínez, el capitán eterno, el único superviviente de la final de 2010, levantaba la copa y era ampliamente coreado por una grada enloquecida. Luego, invasión de pista, abrazos entre jugadores y aficionados, selfies para el recuerdo y, como no, el corte de las redes de una y otra canasta. Poco a poco, la gente, fue abandonando una Fonteta que se iba quedando a oscuras, consciente de que le quedan por vivir cada vez menos noches de gloria como esta, pues cerca de ella pronto se levantará el gran pabellón del Valencia Basket que será fundamental para aumentar, todavía más si cabe, la pasión por este deporte en la capital del Turia.