A pesar de los 28 años transcurridos desde el rodaje de Tierra y libertad, la huella de Ken Loach permanece en Mirambel como el mejor de los recuerdos. Cuentan que el director británico, y también Rosana Pastor, Iciar Bollaín, Sergi Calleja…se hicieron de querer en este pequeño pueblo del Maestrazgo Turolense, catalogado oficialmente como «uno de los más bonitos de España». Me lo dice un no tan joven vecino que entonces, en 1994, fue niño trotskista-libertario de película y ahora recuerda con nostalgia aquella experiencia. También las 17.000 pesetas que le pagaron por salir de figurante, las primeras que ganó en su vida.

Nunca olvidará la fila de gran alegría que formaban casi todos vecinos, vestidos como si la guerra civil no hubiese acabado, para cobrar en metálico por su aparición en la película. Tampoco en la vecina Iglesuela del Cid han borrado de la memoria colectiva el polémico rodaje de En brazos de la mujer madura, ni en el Matarraña, especialmente en La Fresneda, el de Libertarias.
Tampoco Ken Loach se olvidó de Mirambel, en el corazón de esa comarca que comparten Teruel y Castellón, el plató que eligió por la ausencia de huellas de modernidad que hubiese que camuflar a la hora de rodar su particular versión de la historia que el combatiente George Orwell escribió en Homenaje a Cataluña. Cuando el director británico volvió al pueblo en 2019, acompañado de la protagonista Rosana Pastor, los vecinos —poco más de un centenar— se agolparon para recibirlo bajo una enorme pancarta con el lema «Bienvenido Míster Loach», que ya había servido de título para un libro, en 2015, que conmemoró los 20 años del estreno de Tierra y libertad.
Hubo rotulación de calle: Paseo de Ken Loach, exposición, encuentro festivo con los vecinos que hicieron de milicianos, se colocaron ya para siempre dos carteles en las entradas del pueblo con amplia información, escrita y gráfica, sobre el rodaje y sus escenarios… Hasta la pared del Centro Social Polivalente, detrás de una las porterías, se llenó – y así sigue- con un gran mural en el que aparecen director, actores y actrices.
Mirambel quedó convertido en una suerte de parque temático Ken Loach, aunque el pueblo protagonizó otro rodaje de cine apenas dos años después, en este caso accidental, polémico y un tanto imprevisto, El también productor Manuel Lombardero (Jamón jamón, Belle Époque, La pasión turca o Tierra) se estrenaba como director con En brazos de la mujer madura, para la que contaba en el reparto con la veterana actriz norteamericana Faye Dunaway, además de Imanol Arias, Carmé Elías o Juan Diego Botto. El escenario inicialmente previsto era la Ermita del Cid, en la vecina Iglesuela del Cid, donde Lombardero tenía su cuartel general y Faye Dunaway su camerino, pero el obispado de Teruel prohibió ese rodaje por el «contenido subyacente» del filme.

Chantaje, adulterio y prostitución
Un portavoz del obispado manifestó que la película tenía como argumento «un joven que madura a través de las relaciones sexuales que no se dan en un contexto de amor, sino de chantaje adulterio y prostitución». A Lombardero no le quedó más remedio que dar vida a su historia en una masía con torre fortificada del término de Mirambel. Luego la película fue un fiasco y, a diferencia de Tierra y Libertad, no obtuvo ningún premio en Cannes ni una Goya a la mejor actriz revelación.
El dueño del mítico restaurante Casa Amada recuerda aquel lío mientras sirve platos tradicionales y caseros en un comedor donde permanecen expuestas fotografías de Faye Dunaway, «que se cambiaba en la fonda que hay arriba», e Imanol Arias, «al que solo le vimos un par de veces».
A no tantos kilómetros de allí, pero ya en la comarca del Matarraña, el restaurante La Fresneda, en el pueblo del mismo nombre, recuerda el rodaje de Libertarias en septiembre de 1995, dirigida por Vicente Aranda e interpretado por Miguel bosé, Victoria Abril, Loles León y Ariadna Gil, entre otros. Más Guerra Civil. Pueblos como La Fresneda, Calaceite, Valdeltormo o Alcañiz revivieron la llegada de la Columna Durruti, y después de los moros que trajo Franco, volvieron a escuchar los gritos de milicianos anarquistas y el fragor de las refriegas bélicas.

De Canillejas a Moscú
En este momento histórico en que pueblos y ciudades, de la España más llena y la más vaciada, pugnan por convertirse en platós de cine y acoger rodajes que dejen beneficios de todo tipo, no solo económicos, estos tres antecedentes turolenses y rurales, a los que les falta una buena peli sobre las guerras carlistas que con tanta potencia se vivieron en el Maestrazgo, son un buen precedente, pero no el único. Lugares como Úbeda, Guadix, las berlanguianas Peñíscola, Guadalix de la Sierra o Sos del Rey Católico, entre otros muchos, han unido su historia al cine.
Un arte que tiene la capacidad de convertir a Canillejas en el Moscú revolucionario de 1917, o a minúsculas poblaciones sorianas como Candilichera, Villaseca de Arciel, Matamala de Almazán… en la más fría estepa siberiana, como bien demostró David Lean en Doctor Zhivago, por no hablar del mítico Innisfree creado por John Ford en El hombre tranquilo en el pequeño pueblo irlandés de Cong, que ya nunca fue el mismo después del estreno de una de las mas grandiosas películas de la historia del cine.
Y qué decir de la villa de Arezzo, en la Toscana, donde el secular atractivo de contar con una catedral con techos abovedados y un fresco de María Magdalena pintado por Pietro della Francesca, ha pasado a segundo plano tras el rodaje de La vida es bella, de Roberto Benigni. Hasta el punto de que hay webs para seguir los pasos de Benigni por el pueblo que reflejan un curioso cambio de paradigma turístico después de que el cine le haya comido la tostada a una genuina muestra de la mejor pintura religiosa.
