Por R.Ballester Añón

Antoi­ne Com­pag­non (1950) es uno de los más des­ta­ca­dos teó­ri­cos de la lite­ra­tu­ra fran­ce­sa. En esta obra se ocu­pa de los dos sen­ti­dos que tie­ne su sub­tí­tu­lo: fin en cuan­to pro­pó­si­to o  en cuan­to aca­ba­mien­to.

Roland Barthes con­si­de­ra la posi­bi­li­dad de que el deseo y la pasión de escri­bir se ago­ten en sí mis­mos, que el trán­si­to al “No Escri­bir” se haga con deli­ca­de­za, dan­do acce­so a la Sabi­du­ría que con­du­ce a la medi­ta­ción, a la com­tem­pla­ción.

Para Cha­teau­briand, sus ami­gos Jou­bert y Ximé­nès Dou­dan, son mode­los de indi­vi­duos dema­sia­do inte­li­gen­tes para escri­bir -” los sol­te­ros del arte” los lla­ma Proust- en abso­lu­to esté­ri­les ni fra­ca­sa­dos, sino jóve­nes cuya obra que­da en pro­me­sa incum­pli­da por­que ope­ran en otro nivel.

Barthes con­fec­cio­na unas moda­li­da­des que pue­den adop­tar el aban­dono de este deseo de escri­bir, dos for­mas que deno­mi­na para­gra­fia y agra­fía. Para­gra­fia es el fin de la lite­ra­tu­ra vivi­do como un hun­di­mien­to deli­be­ra­do y el paso a un deseo dis­tin­to. Cita el caso de Rim­baud  que no vol­vió a escri­bir excep­to algu­nos infor­mes geo­grá­fi­cos  nece­sa­rios para su trá­fi­co de armas y escla­vos.

En cuan­to a la agra­fía, es la elec­ción de la ocio­si­dad. La extin­ción del deseo de escri­bir o la deci­sión madu­ra­da de dejar de hacer­lo, como Phi­lip Roth o los men­cio­na­dos Jou­bert, Dou­dan o Salin­ger...  se sigue escri­bien­do, pero para uno mis­mo, en secre­to, sin publi­car.

El libro de Com­pag­non se ocu­pa ante todo de la pro­duc­ción final de cier­tos artis­tas ilus­tres. Apa­re­ce enton­ces el con­cep­to de “obra tar­día” que pro­pu­sie­ron algu­nos teó­ri­cos ale­ma­nes.

La noción sur­ge a par­tir de la hipó­te­sis de que la últi­ma obra de cier­tos artis­tas trans­cien­de su carre­ra y adquie­re un alcan­ce pro­fé­ti­co; dado que, en cier­tos casos, los acha­ques de la edad con­vier­ten los defec­tos en vir­tu­des y se pro­du­ce una suer­te de supera­ción no hacia la per­fec­ción clá­si­ca sino pre­ci­sa­men­te hacia lo “subli­me senil”.

Se sue­len citar algu­nos casos de dete­rio­ro físi­co de artís­tas, como las cata­ra­tas de Monet o Tiziano, la sífi­lis de Pouss­sin, el alzhei­mer en otros casos.

Gior­gio Vasa­ri en su Vidas de artis­tas ilus­tres, en su capi­tu­lo sobre Tiziano, redac­ta el tex­to fun­da­cio­nal del esti­lo tar­dío:” En sus obras de joven pue­den ser vis­tas de cer­ca y de lejos.  Sus obras últi­mas y tar­días han sido rea­li­za­das a gran­des toques, grue­sa­men­te y a man­cho­nes, (condot­te di col­pi, tira­te via de gros­so e con mac­chie) de modo que de cer­ca no se pue­den ver aun­que de lejos pare­cen per­fec­tas”

El his­to­ria­dor Wal­ter Fried­län­der intro­du­ce el con­cep­to de “esti­lo subli­me” para des­cri­bir el modo de cier­tos artis­tas en sus ulti­mos años, aso­cian­do ese esti­lo subli­me a la vejez. Algu­nos auto­res emplean la expre­sión de “lo subli­me senil”, es decir, la trans­for­ma­ción de la deca­den­cia cor­po­ral en gran­de­za espi­ri­tual, la tras­cen­den­cia de la decre­pi­tud fisi­ca en sobe­ra­nía esté­ti­ca.

En su libro sobre Pous­sin afir­ma: “las obras de esti­lo tar­dío o de vejez de Tiziano, Rubens, Rem­brandt y otros pin­to­res ponen de mani­fies­to que la ima­gi­na­ción se vuel­ve más pro­fun­da y rica des­de el pun­to de vis­ta de la for­ma y del pen­sa­mien­to y com­pen­sa la incer­ti­dum­bre natu­ral de la visión que cau­sa el debi­li­ta­mien­to de las fuer­zas fisi­cas”.

El esti­lo tar­dío o lo subli­me senil “son atri­bu­tos del artis­ta anciano que pone todo patas para arri­ba, suel­ta ama­rras, echa todo por la bor­da, no por exal­ta­ción de la juven­tud o segui­dis­mo, sino por­que el tiem­po apre­mia por­que ya no hay tiem­po”.

Said carac­te­ri­za la obra tar­día cuan­do a pesar de ser due­ño abso­lu­to de su medio, aban­do­na la comu­ni­ca­ción con el orden social esta­ble­ci­do del que for­ma par­te. Sus obras tar­días cons­ti­tu­yen una suer­te de exi­lio. Una rup­tu­ra este­­ti­­co-social. Y como rom­pe las nor­mas for­ma­les es por defi­ni­ción anó­mi­ca.

Lo subli­me senil, esa rara liber­tad, la negli­gen­cia dili­gen­te de los artis­tas ancia­nos que arro­jan las reglas por la bor­da, anár­qui­cos y trans­cen­den­tes, es la liber­tad de Goethe del segun­do Faus­to, del Beetho­ven de los últi­mos cuar­te­tos, del Rem­brandt de su Auto­rre­tra­to de la colec­ción Cars­tan­jen o su Regre­so del hijo pró­di­go. Para Mar­cel Proust son, cada cual, en su arte, los tres gran­des patro­nos del esti­lo tar­dío.

Dos mode­los opues­tos de carre­ra artís­ti­ca: Cézan­ne -len­to, pro­gre­si­vo, expe­ri­men­ta­lis­ta, sis­te­ma de prueba/error, ahon­da­mien­to en la tra­di­ción com­ple­ji­zán­do­la, indu­c­­ti­­vo- y Picas­so -rápi­do, regre­si­vo, con­cep­tua­lis­ta, des­via­cio­nes del sis­te­ma tra­di­cio­nal, dedu­c­­ti­­vo-.

El esti­lo tar­dío tie­ne que ver sobre todo con los expe­ri­men­ta­lis­tas que rom­pen al final con los con­ven­cio­na­lis­mos que ellos mis­mos habian con­tri­bui­do a esta­ble­cer. Qui­zá solo en este caso pue­de hablar­se legí­ti­ma­men­te “subli­mi­dad senil”.

Pero una obra sólo ten­drá valor tar­dío si anun­cia la evo­lu­ción esté­ti­ca por venir y se reve­la, en el ulti­mo momen­to, como una pre­cur­so­ra esen­cial.

La visión opti­mis­ta, geron­tó­fi­la de la senec­tud crea­ti­va fren­te a la mera decre­pi­tud está sien­do reela­bo­ra­da por la moral cons­tem­po­rá­nea. En el movi­mien­to femi­nis­ta radi­cal, por ejem­plo, lo hacen auto­ras como Kosofsky Sedg­wick en su obra Epis­te­mo­lo­gía del arma­rio.

El teó­ri­co y soció­lo­go Georg Sim­mel habla­ba de dos tipos de auda­cia esté­ti­ca:  la de los jóve­nes que tie­ne todo que ganar y la de los vie­jos que no tie­nen nada que per­der. Aquí nos hemos ocu­pa­do de los últi­mos.


Títu­lo: Con la vida por detrás. Fines de la lite­ra­tu­ra (364 pági­nas)

Autor: Antoi­ne Com­pag­non (tra­duc­ción de Manuel Arranz)

Edi­to­rial: Acan­ti­la­do

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