Por R.Ballester Añón

 

Duran­te los años 1647–1648 la ciu­dad de Valen­cia pade­ció una terri­ble pes­te que pro­du­jo miles de muer­tes. El jesui­ta Vicen­te Arcay­na es el autor de Apun­ta­mien­tos, un die­ta­rio sobre aque­llos suce­sos, que fue con­ce­bi­do para uso interno de la Com­pa­ñía de Jesús, y que en la actua­li­dad se con­ser­va en el Real Cole­gio Semi­na­rio del Cor­pus Chris­ti de Valen­cia.

El pro­fe­sor Escar­tí ha rea­li­za­do la edi­ción de este mate­rial y ha inves­ti­ga­do la figu­ra de Arcay­na, quien nació en 1578 en Alcoy y murió en Valen­cia en 1660.

El títu­lo com­ple­to del manus­cri­to ori­gi­nal es “Apun­ta­mien­tos de lo suce­di­do en Valen­cia, par­ti­cu­lar­men­te en la casa pro­fe­sa de la Com­pa­ñía de Jesús, de los últi­mos de julio en ade­lan­te, año 1947, por el padre Vicen­te Arcay­na, vice­pro­pó­si­to de dicha casa”

El infor­me comien­za así: “Por los últi­mos de julio y pri­me­ros de agos­to huvo en Ruza­fa algu­nos enfer­mos, los qua­les morían con bre­ve­dad de calen­tu­ras malig­nas y bubo­nes y algu­nos mucha­chos de virue­las, las qua­les se fue­ron mul­ti­pli­can­do”.

Las esce­nas y situa­cio­nes que des­cri­be Arcay­na recuer­dan a los cua­dros de Breughel:

“En estos dias en que se hazí­na tan­tas y tan devo­tas pro­ce­sio­nes, la enfer­me­dad de con­ta­gio se exten­día por la ciu­dad y morían muchos, par­tii­cu­lar­men­te muge­res, niños y niñas y dio oca­sión a los médi­cos a dezir que la cau­sa era la comu­ni­ca­ción de per­so­nas(…) Adver­ti­do d´esto, el señor arzo­bis­po qui­tó la licen­cia de hazer­las”.

Entre el 17 y 19 de ese mes de octu­bre salie­ron muchas fami­lias de la ciu­dad, huyen­do del con­ta­gio. El pro­pio virrey se reti­ro de la ciu­dad.

Arcay­na obser­va que la pri­me­ra mor­be­ría (hos­pi­tal para apes­ta­dos) que se eri­gió fue para los fie­les “de la parro­quia de San Juan, en la casa de don Juan Milán, en la par­ti­da de Arran­ca­pi­nos”.

En cuan­to a la segun­da mor­be­ría se eri­gió el “22 del mes­mo mes octu­bre, por la parro­quia de San­ta Cata­ri­na Már­tir, a la qual se agre­gó la de San Nico­lás, por estar vezi­na, y se hizo tam­bién lle­gar de camas y ropa para ellas y dine­ro para el gas­to corrien­te”

Dada la gran can­ti­dad que gen­tes que morían comen­zó a fal­tar sitio para los ente­rra­mien­tos habi­tua­les; esto obli­gó al arzo­bis­po a orde­nar que los difun­tos se saca­ran fue­ra de la ciu­dad, en cier­tos luga­res seña­la­dos para ello. Y así se hizo, sin per­mi­tir que se ente­rra­se nin­guno den­tro de los muros de Valen­cia, “aun­que fue­ra clé­ri­go”.

Arcay­na reco­ge esce­nas ésta: “Ponían en los cha­rrio­nes (carre­tas de dos rue­das) los cuer­pos difun­tos, que eran a vezes muchos el núme­ro, y algu­nos d´ellos del todo des­nu­dos. Lle­ván­do­los por las calles, les saca­van fue­ra. Esto cau­sa­va gran­de horror y terror en todos los de la ciu­dad (…) Lle­van­do cier­to cha­rrión muchos cuer­pos difun­tos para ente­rrar, uno de los que ivan en él, bol­vió en sí, pasa­do el des­ma­yo, y se levan­tó abrió los ojos, advir­tió el pues­to en que esta­ba, y dió vozes. Oyó­las un moro escla­vo que lle­va­va el cha­rrión y buel­to al que las dava, le dixo: ´habla­do as y esso te vale´. Y baxán­do­le del cha­rrion le dexó en la calle”.

Uno de los más ilus­tres jesui­tas de ese perio­do es el padre Euse­bio Nurem­berg, que escri­be la siguien­te car­ta des­de el cole­gio de Madrid al vice­pre­pó­si­to Arcay­na:

“Embi­dia ten­go a vues­tra reve­ren­cia por­que se ha halla­do en Japón sin salir de Valen­cia. Dicho­so es vues­tra reve­ren­cia pues sin atra­ve­sar tan­tos mares como el vene­ra­ble Mar­ce­llo Mas­tri­lli, en bus­ca de la coro­na del marty­rio, se halla vues­tra reve­ren­cia en su casa oca­sión de tan gran coro­na, dan­do la vida por Chris­to, hecho olo­caus­to de la cha­ri­dad”. Y den­tro de esa mis­ma pasión devo­cio­nal barro­ca, con­ti­nua: “No sé qué tie­ne de fine­za este géne­ro de muer­te, que es más volun­ta­ria, y por la maior de las vir­tu­des, que es la cha­ri­dad. En las per­se­cu­cio­nes de la fee, es forço­so el morir o que­dar enemi­gos de Dios”.

Una esce­na del pro­pio colec­ti­vo igna­ciano, a pro­pó­si­to del esta­do extre­mo de uno de sus miem­bros:

“Y havién­do­les hecho sen­tar (el padre vice­pre­pó­si­to) le orde­nó que no se movies­sen como esta­van y no pudien­do con­te­ner las lágri­mas, refi­rien­do bre­ve­men­te el esta­do de la enfer­me­dad del her­mano Por­to­lés, se levan­tó y les besó a todos los pies. Y hecho esto, derra­man­do todos lo que allí esta­van sua­ves lágri­mas de ter­nu­ra, les pidió le acon­se­ja­ran si reti­ra­ria al dicho her­mano a la mor­be­ría”.

Alcay­na inclu­ye un escru­pu­lo­so inven­ta­rio acer­ca de lo que apor­ta­ban las loca­li­da­des y monas­te­rios de la pro­vin­cia para ayu­dar a la ciu­dad apes­ta­da. Men­cio­ne­mos algu­nos apun­tes:

“El lugar de Foios, a qua­tro de noviem­bre, cien aves, seys cue­ros de vina­gre y ocho doce­nas de hue­vos.”

“El lugar de Cata­rro­ja, a doce de noviem­bre, seten­ta y ocho aves, ocho cofi­nes de pasas, seys cue­ros de vina­gre, onçe doce­nas de hue­vos.”

“El con­ven­to de car­tu­jos d Vall de Chris­to, a veyn­te y tres de noviem­bre, treyn­ta cán­ta­ros de vino ran­cio, sesen­ta aves, cien panes gran­des.”

“Lugar de Torres Torres, qua­ren­ta y dos aves, seys car­gas de car­bón, una car­ga de vina­gre y una car­ga de vidrios…”

etc,.

El vice­pre­pó­si­to Arcay­na reco­ge al final una rela­ción de los difun­tos falle­ci­dos en la ciu­dad de Valen­cia duran­te este perio­do a cau­sa de la pes­te; des­glo­sa­do por parro­quias suman un total de 14. 534. El die­ta­ris­ta aña­de: “pero en la ver­dad son muchos mas, por­que en las parro­chias han muer­to muchos que se han ente­rra­do secre­ta­men­te, sin dar raçón a los curas de su parro­chia y en las mor­be­rias o hos­pi­ta­les nue­va­men­te ere­gi­dos”

Habi­tua­dos últi­ma­men­te a catás­tro­fes, los “Apun­ta­mien­tos” del jesui­ta Arcay­na adquie­ren hoy una cier­ta fami­lia­ri­dad.


Títu­lo: «La pes­ta del 1647»

Autor: Vicent Josep Escar­tí

Edi­to­rial: Ayun­ta­mien­to de Valèn­cia

Pági­nas: 243

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