WOBI 2025 reu­nió en Madrid a algu­nos de los pen­sa­do­res más influ­yen­tes del mun­do en lide­raz­go, crea­ti­vi­dad, tec­no­lo­gía y com­por­ta­mien­to humano. Allí, entre pro­yec­cio­nes futu­ris­tas y dis­cur­sos sobre inte­li­gen­cia arti­fi­cial, que­dó cla­ro que lo más valio­so sigue sin poder pro­gra­mar­se, el víncu­lo entre per­so­nas.

 

 

Vol­ví de Madrid con la extra­ña sen­sa­ción de haber pisa­do el futu­ro. Los días 12 y 13 de noviem­bre, el Pala­cio Muni­ci­pal de IFEMA aco­gió WOBI Madrid, un foro inter­na­cio­nal de lide­raz­go, crea­ti­vi­dad y pen­sa­mien­to estra­té­gi­co don­de la inno­va­ción y el talen­to se con­vier­ten en expe­rien­cia colec­ti­va. Allí, entre miles de asis­ten­tes y una agen­da tan pre­ci­sa como ver­ti­gi­no­sa, se reu­nie­ron futu­ris­tas, eco­no­mis­tas, psi­có­lo­gos, direc­to­res de orques­ta, depor­tis­tas de éli­te y pen­sa­do­res capa­ces de con­ver­tir una idea en un cam­bio de épo­ca. Y, aun­que las dis­ci­pli­nas eran muy dis­tin­tas, el mis­mo hilo con­duc­tor atra­ve­só cada inter­ven­ción. La inte­li­gen­cia arti­fi­cial ya no es una pro­me­sa, sino la mayor fuer­za que está remo­de­lan­do nues­tro des­tino colec­ti­vo.

El pri­mer impac­to lle­gó con la voz cal­ma­da, pero cate­gó­ri­ca, de Peter Dia­man­dis, fun­da­dor de XPRIZE y con­si­de­ra­do uno de los gran­des visio­na­rios tec­no­ló­gi­cos. «Antes de 2030, la inte­li­gen­cia arti­fi­cial supe­ra­rá a la huma­na», afir­mó, no como adver­ten­cia, sino como cons­ta­ta­ción de lo inevi­ta­ble. Seña­ló ade­más que paí­ses como Espa­ña debe­rán crear sus pro­pios cen­tros de datos para garan­ti­zar sobe­ra­nía cul­tu­ral y tec­no­ló­gi­ca. «La IA no es inte­li­gen­cia arti­fi­cial, sino inte­li­gen­cia ampli­fi­ca­da», insis­tió y nos invi­tó a plan­tear cues­tio­nes des­de auda­cia, no des­de el mie­do: «Pre­gún­ta­le a ChatGpt cómo mejo­ra­ría tu nego­cio si fue­ra Ste­ve Jobs». La sala guar­dó un silen­cio medi­ta­ti­vo, y yo pen­sé que en la Comu­ni­tat Valen­cia­na habla­mos de inno­va­ción con entu­sias­mo, pero aún debe­mos apren­der a desear­la con ambi­ción. Des­pués escu­cha­mos a Anne Chow, ex CEO de AT&T Busi­ness, quien nos recor­dó que «cada empre­sa es, antes que nada, una empre­sa de per­so­nas», una ver­dad incon­tes­ta­ble en tiem­pos de algo­rit­mos. Defen­dió que el lide­raz­go nace de la deci­sión, no del car­go, y que la cul­tu­ra es la ven­ta­ja que no se dete­rio­ra con el tiem­po. Su men­sa­je, sereno y fir­me, ate­rri­zó como el recor­da­to­rio urgen­te de que la con­fian­za es la divi­sa del siglo XXI.

A mitad del pro­gra­ma, la psi­có­lo­ga y auto­ra Natha­lie Nahai nos obli­gó a mirar con aten­ción el inquie­tan­te “efec­to Eli­za” que defi­ne la ten­den­cia huma­na a atri­buir emo­ción a lo que solo eje­cu­ta códi­go. «La IA no sien­te, solo simu­la emo­cio­nes con pre­ci­sión esta­dís­ti­ca», advir­tió. Su men­sa­je no fue tec­no­ló­gi­co, sino poé­ti­co al afir­mar que, si dele­ga­mos la comu­ni­ca­ción en máqui­nas que imi­tan la empa­tía, el mun­do se vol­ve­rá uni­for­me, per­de­re­mos mati­ces, rare­zas, acen­tos y, sobre todo, auten­ti­ci­dad, que es el alma de lo humano.

El téc­ni­co del Real Madrid y ex selec­cio­na­dor nacio­nal de balon­ces­to, Ser­gio Sca­rio­lo, habló des­de la expe­rien­cia de quien ha gana­do en silen­cio y ha per­di­do sin estruen­do. «El ascen­sor hacia el éxi­to está fue­ra de ser­vi­cio. Se rue­ga usar las esca­le­ras», dijo, en refe­ren­cia a la dis­ci­pli­na invi­si­ble que nadie aplau­de. Y dejó flo­tan­do en el aire una adver­ten­cia sobre lide­raz­go. «El daño de una pala­bra mal dicha es mayor que el bene­fi­cio de una pala­bra acer­ta­da». Para con­cluir el día la direc­to­ra de orques­ta Inma Sha­ra defen­dió la pacien­cia como vir­tud direc­ti­va y la sen­si­bi­li­dad como motor de cual­quier pro­yec­to. «La batu­ta no sue­na, pero es ella quien hace que todo sue­ne». Y dejó una refle­xión ínti­ma flo­tan­do en el aite. «El fra­ca­so solo exis­te cuan­do la capa­ci­dad de esfuer­zo nos aban­do­na».

En la segun­da jor­na­da, el psi­có­lo­go orga­ni­za­cio­nal Adam Grant agi­tó la sala con humor y hones­ti­dad cien­tí­fi­ca al pro­po­ner rodear­se no de eco, sino de desa­fío. «No nece­si­ta­mos una red de segu­ri­dad, sino una red de retos». Y escri­bió, casi como un hai­ku empre­sa­rial: «El feed­back mira hacia el pasa­do, el con­se­jo ilu­mi­na el futu­ro». Des­pués, el eco­no­mis­ta Nou­riel Rou­bi­ni dibu­jó un mapa del mun­do como un océano de hiper­in­cer­ti­dum­bre mar­ca­do por con­flic­tos, popu­lis­mos, cri­sis cli­má­ti­ca e infla­ción. No fue pesi­mis­ta, sino prag­má­ti­co al decir que laIA «pue­de con­ver­tir la esca­sez en abun­dan­cia, siem­pre que sepa­mos inte­grar­la con éti­ca y visión».

La inves­ti­ga­do­ra Bre­né Brown nos devol­vió hacia den­tro al recor­dar­nos que la épi­ca del lide­raz­go no se libra en las ofi­ci­nas, sino en el pecho. «La arma­du­ra que nos pone­mos para no sen­tir es la que nos impi­de ser valien­tes». Nos ani­mó a mos­trar nues­tra vul­ne­ra­bi­li­dad no como una debi­li­dad, sino una puer­ta a nues­tras for­ta­le­zas.

Final­men­te, Gary Hamel, exper­to mun­dial en ges­tión y cul­tu­ra orga­ni­za­cio­nal, cerró el foro con una ver­dad incó­mo­da: «La buro­cra­cia se merien­da a la cul­tu­ra y a la crea­ti­vi­dad». Su invi­ta­ción fue poner a la huma­ni­dad por enci­ma de las estruc­tu­ras y recor­dar que las per­so­nas no son ins­tru­men­ta­li­za­bles, sino «un fin en sí mis­mas».

Regre­sé a Valen­cia con la cer­te­za de que la IA no vie­ne a sus­ti­tuir nues­tra huma­ni­dad, sino a exi­gir­nos la ver­sión más extra­or­di­na­ria de ella. Pero solo la ampli­fi­ca­rá si somos capa­ces de acom­pa­ñar­la con pro­pó­si­to, éti­ca, sen­si­bi­li­dad y valen­tía. Y, tal y como reso­nó des­de voces tan dis­tin­tas, la pre­dic­ción es que nin­gún algo­rit­mo podrá reem­pla­zar el mila­gro irre­pe­ti­ble de la cone­xión huma­na.

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