Desde sus orígenes, en Aquarium se da muy bien de beber: la cerveza en botellín, el café cremoso, el vino atemperado, el zumo recién exprimido y la coctelería perfecta: auroras, rocafulls, gintonics, whiskysauers,  bloodymarys y, en especial, los mejores drymartinis de Valencia.

 

El repu­tado navie­ro Vicen­te Bolu­da Fos, ha con­fir­ma­do la com­pra de la his­tó­ri­ca cafe­te­ría Aqua­rium situa­da en la Gran Vía Mar­qués del Turia de la capi­tal valen­cia­na. Fun­da­da en el mis­mo año de la ria­da, oto­ño de 1957, como una coope­ra­ti­va entre tres pro­fe­sio­na­les de la hos­te­le­ría y cen­tra­da en el cora­zón del barrio más bur­gués de la ciu­dad, Aqua­rium ha sido duran­te más de 65 años el gran refe­ren­te del con­cep­to de cafe­te­ría moder­na en la ciu­dad.

La barra de Aqua­rium.
Enri­que Ruiz, José Aro­cas, Fer­nan­do Gui­ja­rro, Artu­ro Car­do­na, Mau­ri­cio Alar­cón (coci­ne­ro) y Ger­mán Dos San­tos, una de las penúl­ti­mas plan­ti­llas de Aqua­rium. Foto: Juan­jo Mar­tín

Deco­ra­da con techos bajos a modo de un vele­ro, todo en made­ra de cao­ba y focos náu­ti­cos, bar­cos a esca­la por las pare­des, peque­ñas sillas y ban­ca­das de sofás, inclu­so con una empi­na­da esca­le­ra que lle­va a una fal­sa cubier­ta que en reali­dad escon­de los baños, fue obra del exqui­si­to arqui­tec­to Luis Jimé­nez de la Igle­sia, autor entre otros dise­ños genia­les de la ermi­ta de San­ta Bár­ba­ra y todo el plan urba­nís­ti­co de dicha urba­ni­za­ción, de su pro­pia y moder­ní­si­ma casa en el barrio de Pes­ca­do­res de Xàbia hoy con­ver­ti­da en pub o del con­tem­po­rá­neo cine Esla­va de Valen­cia.

Aqua­rium nace cuan­do Valen­cia des­pier­ta de una lar­ga y peno­sa pos­gue­rra y sus gran­des cafe­te­rías resul­tan de otro tiem­po. Mien­tras se arrui­nan y cie­rran El Siglo, Hun­ga­ria, Barra­chi­na o Balan­zá… Aqua­rium toma el tes­ti­go y se acan­to­na con una fiel clien­te­la en el Ensan­che. Nun­ca fue un local para comer o tapear como erró­nea­men­te ha con­fun­di­do a más de un cro­nis­ta. Des­de sus orí­ge­nes, de la mano de Inda­le­cio, Artu­ro y José, en Aqua­rium, sobre todo, se da muy bien de beber: la cer­ve­za en bote­llín, el café cre­mo­so, el vino atem­pe­ra­do, el zumo recién expri­mi­do y la coc­te­le­ría per­fec­ta: auro­ras, roca­fulls, gin­to­nics, whisky­sauers,  bloody­marys y, en espe­cial, los mejo­res dry­mar­ti­nis de Valen­cia.

El dry-mar­­ti­­ni de Aqua­rium.

Pero como no se pue­de beber en exce­so con el estó­ma­go vacío y más de un clien­te ha lle­ga­do tar­de a casa o al res­tau­ran­te adhoc, en Aqua­rium siem­pre hay para picar o comer un ten­tem­pié. Míti­cos son sus raba­ni­tos en vina­gre, las empa­na­di­llas fri­tas o las acei­tu­nas ali­ña­das con sal­sa Wor­ces­ter. Y entre algu­na ensa­la­da de toma­te valen­ciano o una ensa­la­di­lla rusa, la estre­lla de la cafe­te­ría: el pepi­to de solo­mi­llo de ter­ne­ra. Un cam­peón.

Un pla­to de rabo de toro de Aqua­rium

El tiem­po, inexo­ra­ble, dejó sin fun­da­do­res a Aqua­rium y los nue­vos socios se encon­tra­ron con difi­cul­ta­des. Las jóve­nes gene­ra­cio­nes no son sen­si­bles a la ele­gan­cia y ama­bi­li­dad del ser­vi­cio, pre­sas fáci­les del móvil y de las bur­ger fast food. En Vie­na, en Lon­dres, en Lis­boa o en Madrid, las cafe­te­rías his­tó­ri­cas resis­ten, con­ver­ti­das inclu­so en atrac­ti­vos turís­ti­cos, en Valen­cia solo Aqua­rium man­te­nía el tipo. La pan­de­mia y el enclaus­tra­mien­to gene­ral les dejó con un puña­do de deu­das. Pen­sa­ron en cerrar.

Uno de sus cofra­des de toda la vida, un buen vecino, Vicen­te Bolu­da Fos, a quien se solía ver con sus ami­gos y cer­ca­nos por entre las mesas de la cafe­te­ría, hacien­do pro­bar a la con­cu­rren­cia los bue­nos vinos de la bode­ga que ha fun­da­do en la Rio­ja, ha sali­do en soco­rro de la his­tó­ri­ca cafe­te­ría. Ha com­pra­do la mayo­ría de las accio­nes pero le ha pedi­do a sus pro­fe­sio­na­les que todos los valo­res del clá­si­co Aqua­rium se man­ten­gan: la coc­te­le­ría y las cha­que­ti­llas blan­cas, los pepi­tos con pan cru­jien­te recién hor­nea­do, los raba­ni­tos… Hoy es un día de ale­gría. Tal vez haya empe­za­do, al fin, la reden­ción de la ciu­dad de Valen­cia. No se olvi­de que Bolu­da, ade­más de un poten­te empre­sa­rio naval, es pre­si­den­te de la Aso­cia­ción Valen­cia­na de Empre­sa­rios, y cual­quier ges­to pro­ce­den­te de su per­so­na pue­de ser­vir de ejem­plo para un cam­bio de acti­tud más gene­ral.

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