Desde sus orígenes, en Aquarium se da muy bien de beber: la cerveza en botellín, el café cremoso, el vino atemperado, el zumo recién exprimido y la coctelería perfecta: auroras, rocafulls, gintonics, whiskysauers, bloodymarys y, en especial, los mejores drymartinis de Valencia.

El reputado naviero Vicente Boluda Fos, ha confirmado la compra de la histórica cafetería Aquarium situada en la Gran Vía Marqués del Turia de la capital valenciana. Fundada en el mismo año de la riada, otoño de 1957, como una cooperativa entre tres profesionales de la hostelería y centrada en el corazón del barrio más burgués de la ciudad, Aquarium ha sido durante más de 65 años el gran referente del concepto de cafetería moderna en la ciudad.


Decorada con techos bajos a modo de un velero, todo en madera de caoba y focos náuticos, barcos a escala por las paredes, pequeñas sillas y bancadas de sofás, incluso con una empinada escalera que lleva a una falsa cubierta que en realidad esconde los baños, fue obra del exquisito arquitecto Luis Jiménez de la Iglesia, autor entre otros diseños geniales de la ermita de Santa Bárbara y todo el plan urbanístico de dicha urbanización, de su propia y modernísima casa en el barrio de Pescadores de Xàbia hoy convertida en pub o del contemporáneo cine Eslava de Valencia.
Aquarium nace cuando Valencia despierta de una larga y penosa posguerra y sus grandes cafeterías resultan de otro tiempo. Mientras se arruinan y cierran El Siglo, Hungaria, Barrachina o Balanzá… Aquarium toma el testigo y se acantona con una fiel clientela en el Ensanche. Nunca fue un local para comer o tapear como erróneamente ha confundido a más de un cronista. Desde sus orígenes, de la mano de Indalecio, Arturo y José, en Aquarium, sobre todo, se da muy bien de beber: la cerveza en botellín, el café cremoso, el vino atemperado, el zumo recién exprimido y la coctelería perfecta: auroras, rocafulls, gintonics, whiskysauers, bloodymarys y, en especial, los mejores drymartinis de Valencia.

Pero como no se puede beber en exceso con el estómago vacío y más de un cliente ha llegado tarde a casa o al restaurante adhoc, en Aquarium siempre hay para picar o comer un tentempié. Míticos son sus rabanitos en vinagre, las empanadillas fritas o las aceitunas aliñadas con salsa Worcester. Y entre alguna ensalada de tomate valenciano o una ensaladilla rusa, la estrella de la cafetería: el pepito de solomillo de ternera. Un campeón.

El tiempo, inexorable, dejó sin fundadores a Aquarium y los nuevos socios se encontraron con dificultades. Las jóvenes generaciones no son sensibles a la elegancia y amabilidad del servicio, presas fáciles del móvil y de las burger fast food. En Viena, en Londres, en Lisboa o en Madrid, las cafeterías históricas resisten, convertidas incluso en atractivos turísticos, en Valencia solo Aquarium mantenía el tipo. La pandemia y el enclaustramiento general les dejó con un puñado de deudas. Pensaron en cerrar.
Uno de sus cofrades de toda la vida, un buen vecino, Vicente Boluda Fos, a quien se solía ver con sus amigos y cercanos por entre las mesas de la cafetería, haciendo probar a la concurrencia los buenos vinos de la bodega que ha fundado en la Rioja, ha salido en socorro de la histórica cafetería. Ha comprado la mayoría de las acciones pero le ha pedido a sus profesionales que todos los valores del clásico Aquarium se mantengan: la coctelería y las chaquetillas blancas, los pepitos con pan crujiente recién horneado, los rabanitos… Hoy es un día de alegría. Tal vez haya empezado, al fin, la redención de la ciudad de Valencia. No se olvide que Boluda, además de un potente empresario naval, es presidente de la Asociación Valenciana de Empresarios, y cualquier gesto procedente de su persona puede servir de ejemplo para un cambio de actitud más general.

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