La géne­sis de José K, tor­tu­ra­do se remon­ta a 1996, has­ta la inter­ven­ción del des­apa­re­ci­do perio­dis­ta vas­co Javier Ortiz en unas jor­na­das con­tra la tor­tu­ra cele­bra­das en Madrid. Duran­te la mis­ma, Ortiz plan­tea­ba un esce­na­rio hipo­té­ti­co que recla­ma­ba la inter­ven­ción moral del oyen­te: en un lugar aba­rro­ta­do de gen­te, don­de está a pun­to de cele­brar­se un acto polí­ti­co mul­ti­tu­di­na­rio, un ins­pec­tor de poli­cía reco­no­ce a un terro­ris­ta. De inme­dia­to, orde­na su deten­ción y con­si­gue que reco­noz­ca que ha colo­ca­do una bom­ba. Sin embar­go, se nie­ga a reve­lar ni la ubi­ca­ción exac­ta de la mis­ma ni el momen­to en que se deto­na­rá. Es nece­sa­rio que con­fie­se, y es aquí don­de Ortiz lan­zó la pre­gun­ta que, vein­ti­cua­tro años des­pués, con­ti­núa pla­nean­do por la men­te de los espec­ta­do­res y de la socie­dad en gene­ral: ¿esta­ría jus­ti­fi­ca­da la tor­tu­ra de un ser humano si con ello se logra evi­tar una masa­cre?

Par­tien­do de aque­lla inter­ven­ción, el direc­tor y dra­ma­tur­go valen­ciano Car­les Alfa­ro, ‑alma máter de Moma Tea­­tre- creó una pie­za tea­tral don­de daba voz al terro­ris­ta y, sor­pren­den­te­men­te, le iba car­gan­do de razo­nes para denun­ciar la doble moral y el mie­do que, en oca­sio­nes, sir­ven para jus­ti­fi­car las peo­res abe­rra­cio­nes. Aque­lla obra se estre­nó en el Tea­tro Espa­ñol en 2011 con el actor Pedro Casa­blanc al fren­te, y, casi una déca­da des­pués, regre­sa a los esce­na­rios con Iván Her­mes en la piel del mons­truo des­nu­do y ence­rra­do en una jau­la de cris­tal, de espal­das al públi­co, des­de la cual nos hace cóm­pli­ces de su his­to­ria.

El pró­xi­mo sába­do 29 de febre­ro y el domin­go 1 de mar­zo, José K, tor­tu­ra­do se repre­sen­ta­rá en La Mutant en lo que supo­ne el regre­so de Alfa­ro a los esce­na­rios valen­cia­nos. El pro­pio crea­dor defi­ne el espec­tácu­lo como “un ale­ga­to con­tra las per­ver­sio­nes de espí­ri­tu, que pue­de hacer del hom­bre el más feroz de los ani­ma­les”, y plan­tea una cues­tión que hace par­tí­ci­pe a quién lo ve: “¿ava­lar la tor­tu­ra, en según qué caso, equi­val­dría a ava­lar­la siem­pre, en cual­quie­ra?”. Tras la fun­ción del sába­do, el públi­co ten­drá oca­sión de par­ti­ci­par en un colo­quio con repre­sen­tan­tes de Amnis­tía Inter­na­cio­nal.

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