
Joaquín Bérchez resalta la gran calidad de la iglesia escolapia, ejemplo del barroco humanizado que caracteriza la arquitectura valenciana dieciochesca.
Los días 19 y 20 de enero tuvo lugar el simposio Abierto por Obras, organizado por la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, con motivo del inicio de la restauración de la cúpula de la rotonda de la Iglesia de las Escuelas Pías de Valencia, conocida como «el Panteón valenciano». Dirigido por Arturo Zaragoza, el encuentro contó con la colaboración del Real Colegio de las Escuelas Pías de Valencia, la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Edificación (Universidad Politécnica de Valencia), y el departamento Historia del Arte de la Universitat de València.
A lo largo de los dos días, se abordaron diversos temas relacionados con este emblemático edificio, como la propuesta para un proyecto de intervención (por el arquitecto Luis Cortés Meseguer), o la charla titulada Templo de las Escuelas Pías. Pasado y presente, a cargo del historiador del arte y miembro de la institución Joaquín Bérchez. También tomaron parte, entre otros, la doctora Yolanda Gil, o los arquitectos José Luis González, Javier Benlloch o Adolfo Alonso. Del mismo modo se pudo contar con la presencia de Armando Antista (Università degli Studi di Palermo) que disertó sobre Las grandes cúpulas de la Edad Moderna en Malta.
Fruto de este encuentro es un cortometraje documental, realizado por Juan Ramón Peiró, que recoge la charla de Bérchez, en el que se cuenta la historia del edificio y se analiza su importancia, tanto arquitectónica como en el contexto del urbanismo de la ciudad. Las Escuelas Pías es una de las arquitecturas más grandiosas y menos conocidas de la ciudad de Valencia, cuyos complejos trabajos de mantenimiento ha dirigido estos últimos años el arquitecto Rafael Soler.

Bérchez, uno de los grandes historiadores de la arquitectura del periodo moderno, destaca la importancia de la obra del arquitecto Antonio Gilabert, nacido en Pedreguer en 1716, uno de los geniales autores que transita desde el último estilo barroco al neoclásico, contribuyendo a la creación de «un estilo propio valenciano», uno de los más destacados y singulares de la época junto al de México, en opinión de Bérchez, una arquitectura que se caracteriza por ser más humanizada y con elementos decorativos contenidos, adaptada al clima local y a los materiales más al alcance.
Para el especialista, la categoría y grandiosidad de la cúpula de las Escuelas Pías es incuestionable, pero destaca también las influencias de Palladio y el juego de columnas del segundo piso que tanto recuerdan al Panteón de Roma. Junto a la obra de Gilabert (autor también de la perdida remodelación neoclasicista de la Catedral de Valencia, así como de otras iglesias parroquiales como las de Alcudia, Turís o Gestalgar), debe recordarse también el trabajo del escultor académico Pedro Juan Guisart, un bohemio (de la región central checa), que aprendió su oficio en Valencia, y a quien se debe la obra del tabernáculo así como las columnas y estucados de las Escuelas Pías, de las que no hay otras de igual calidad en todo el país.

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