Muchos de voso­tros nos habéis pre­gun­ta­do estos días por el vídeo Plan­de­mic: The Hid­den Agen­da Behind Covid-19 en el que la supues­ta viró­lo­ga Judy Miko­vits hace una serie de afir­ma­cio­nes acer­ca del ori­gen del nue­vo coro­na­vi­rus SARS-CoV‑2, el uso de mas­ca­ri­llas, la ver­da­de­ra fina­li­dad de las vacu­nas con­tra la gri­pe y toda una hipo­té­ti­ca tra­ma por la que, según afir­ma, habría sido cen­su­ra­da como inves­ti­ga­do­ra duran­te los últi­mos años. 

Ade­más, expo­ne cómo el gobierno esta­dou­ni­den­se y deter­mi­na­das éli­tes, como algu­nos cien­tí­fi­cos y la indus­tria far­ma­céu­ti­ca usan el virus y la idea de su futu­ra vacu­na para obte­ner bene­fi­cios eco­nó­mi­cos y poder. Según expli­ca Miko­vits en la entre­vis­ta del pro­pio ‘docu­men­tal’, la cri­sis sani­ta­ria por coro­na­vi­rus habría sido idea­da para crear un esta­do de páni­co, de mane­ra que la socie­dad fue­se más fácil de mane­jar. Os con­ta­mos lo que sabe­mos sobre él.

El pro­duc­tor de cine y crea­dor de Plan­de­mic, Mik­ki Willis, lo publi­có el pasa­do 4 de mayo en dife­ren­tes pla­ta­for­mas y redes socia­les, como Face­book, You­Tu­be o Vimeo. Según publi­ca el New York Times, algo más de una sema­na des­pués de su lan­za­mien­to, el vídeo se había repro­du­ci­do, en total, más de ocho millo­nes de veces. Gra­cias a los datos de Crowd­Tan­gle, una herra­mien­ta de moni­to­reo de redes socia­les, se ha com­pro­ba­do que este se comen­tó o com­par­tió en Face­book casi 2,5 millo­nes de veces duran­te ese tiem­po, mayo­ri­ta­ria­men­te en gru­pos de esta red decla­ra­dos anti­va­cu­nas

¿Quién es Judy Mikovits? 

Judy Miko­vits es una exin­ves­ti­ga­do­ra ame­ri­ca­na, acti­vis­ta anti-vacu­­nas y pro­mo­to­ra de cier­tas teo­rías de la cons­pi­ra­ción. Ya habla­mos sobre ella aquí. Comen­zó su carre­ra como téc­ni­co de labo­ra­to­rio en el Ins­ti­tu­to Nacio­nal del Cán­cer (NCI) en 1988. Obtu­vo un Ph.D. (doc­to­ra­do) en bio­quí­mi­ca y bio­lo­gía mole­cu­lar de la Uni­ver­si­dad Geor­ge Washing­ton en 1991 y en 2009, era direc­to­ra de inves­ti­ga­ción en el Ins­ti­tu­to Whit­te­mo­re Peter­son (WPI), un cen­tro de inves­ti­ga­ción pri­va­do en Reno, Neva­da, pero la comu­ni­dad cien­tí­fi­ca la des­co­no­cía en gran medi­da. 

Ese año, sin embar­go, fue coau­to­ra de un artícu­lo en Scien­ce que suge­ría que un agen­te oscu­ro lla­ma­do virus rela­cio­na­do con el virus de la leu­ce­mia muri­na xeno­tró­pi­ca (XMRV) cau­só el sín­dro­me de fati­ga cró­ni­ca (SFC).

A raíz de este artícu­lo, sur­gió la polé­mi­ca que expli­ca­mos a con­ti­nua­ción y que fue la cau­sa y ori­gen de la fama de Miko­vits, inde­pen­dien­te­men­te del con­te­ni­do de sus inves­ti­ga­cio­nes.

La revista Science retiró uno de los artículos porque las pruebas estaban contaminadas

Des­de el ini­cio de Plan­de­mic, Miko­vits da a enten­der que el moti­vo de su cen­su­ra fue que  “uno de sus des­cu­bri­mien­tos, que esta­ba en con­flic­to con la narra­ti­va acor­da­da” y que por eso “se hizo todo lo posi­ble por des­truir su vida”. Es cier­to que la revis­ta Scien­ce reti­ró un artícu­lo sobre una inves­ti­ga­ción en la que Miko­vits par­ti­ci­pó como coau­to­ra en 2009, sobre el que ya hemos hecho men­ción. Sin embar­go, el moti­vo no fue la cen­su­ra, sino la con­ta­mi­na­ción de las prue­bas rea­li­za­das. 

El estu­dio suge­ría que un agen­te des­co­no­ci­do, el XMRV (xeno­tro­pic muri­ne leu­ke­mia virus-rela­­ted virus), era el ori­gen del Sín­dro­me de la Fati­ga Cró­ni­ca (CFS, por sus siglas en inglés). A raíz de tal inves­ti­ga­ción y según reco­ge Sno­pes, Miko­vits reali­zó una serie de afir­ma­cio­nes rela­cio­na­das con que el XMRV tam­bién era la cau­sa de muchas otras enfer­me­da­des, como el autis­mo o el cán­cer y que su ori­gen en huma­nos podrían ser las célu­las de ratón que se uti­li­za­ban en el pro­ce­so de pro­duc­ción de algu­nas vacu­nas. Sin embar­go, se ha demos­tra­do que esto es fal­so

Ade­más, la reti­ra­da del artícu­lo publi­ca­do en Scien­ce no fue arbi­tra­ria, como afir­ma Miko­vits en Plan­de­mic, sino que esta­ba jus­ti­fi­ca­da: varios equi­pos de cien­tí­fi­cos tra­ta­ron de repli­car los resul­ta­dos obte­ni­dos por la inves­ti­ga­ción, pero esto no fue posi­ble. Más tar­de se com­pro­bó que la cau­sa fue la con­ta­mi­na­ción de las mues­tras  duran­te el estu­dio ori­gi­nal.  

El depar­ta­men­to de comu­ni­ca­ción de la pro­pia revis­ta Scien­ce publi­có una recons­truc­ción deta­lla­da sobre el caso en sep­tiem­bre del 2011 que, ade­más, fue pre­mia­da por la Socie­dad Esta­dou­ni­den­se de Micro­bio­lo­gía. Pue­des acce­der a él aquí

Arresto de Mikovits por “robar” información del WPI

Por otro lado, la ex inves­ti­ga­do­ra dice que fue arres­ta­da sin evi­den­cias. Cuan­do se le plan­tea la pre­gun­ta sobre el moti­vo por el que fue acu­sa­da, ella con­tes­ta: “Por nada. Estu­ve en la cár­cel sin car­gos”. Sin embar­go, esto no fue así. 

Como ya ade­lan­tá­ba­mos, en 2009 Miko­vits era direc­to­ra de inves­ti­ga­ción del WPI. Según reco­ge este artícu­lo que el perio­dis­ta Jon Cohen ha publi­ca­do en mayo de 2020 en la pro­pia revis­ta Scien­ce, en 2011 el WPI pre­sen­tó una deman­da con­tra la supues­ta viró­lo­ga por tener cua­der­nos de labo­ra­to­rio e infor­ma­ción con­fi­den­cial en su orde­na­dor per­so­nal. “Fue arres­ta­da en Cali­for­nia por deli­tos gra­ves de fuga de la jus­ti­cia y encar­ce­la­da duran­te varios días. Los fis­ca­les del con­da­do de Washoe, en Neva­da, final­men­te reti­ra­ron los car­gos pena­les con­tra ella en junio de 2012”, expli­ca Cohen en Scien­ce.

“Por lo tan­to, las afir­ma­cio­nes espe­cu­la­ti­vas de Miko­vits que vin­cu­lan su inves­ti­ga­ción con la cien­cia de las vacu­nas, pro­vo­can­do la ira de la indus­tria far­ma­céu­ti­ca y su pos­te­rior arres­to no tie­nen su ori­gen en la cien­cia o en la reali­dad”, con­clu­ye el artícu­lo de Sno­pes.

No hay evidencias de que el coronavirus se crease en laboratorio

Una de las decla­ra­cio­nes que hace Miko­vits duran­te su entre­vis­ta es que el nue­vo coro­na­vi­rus, el SARS-CoV‑2, no es el resul­ta­do de un pro­ce­so natu­ral, ya que esto “tar­da­ría has­ta 800 años en ocu­rrir”, sino que, en reali­dad, el virus se creó en un labo­ra­to­rio. “Estoy segu­ra de que ocu­rrió en los labo­ra­to­rios de Caro­li­na del Nor­te (USAMRIID)”, afir­ma Miko­vits.

No hay nin­gu­na evi­den­cia de que esto sea así. De hecho, para des­men­tir esta cla­se de rumo­res (así como aque­llos que aña­dían que el obje­ti­vo del coro­na­vi­rus era su posi­ble uso como arma bio­ló­gi­ca) y defen­der el tra­ba­jo de los pro­fe­sio­na­les sani­ta­rios de todo el mun­do des­de el ori­gen de la cri­sis sani­ta­ria, un gru­po de cien­tí­fi­cos espe­cia­li­za­dos en salud públi­ca redac­tó este comu­ni­ca­do para la revis­ta The Lan­cet, don­de fue publi­ca­do el pasa­do 19 de abrilEn él hacen refe­ren­cia a dife­ren­tes inves­ti­ga­cio­nes que demues­tran el ori­gen natu­ral de este bro­te de coro­na­vi­rus. Según indi­ca el tex­to, “los resul­ta­dos con­clu­yen, de for­ma abru­ma­do­ra, que el ori­gen [del SARS-CoV‑2] está en la vida sil­ves­tre”. 

“Cada vez que suce­de un caso simi­lar, hay una serie de ilu­mi­na­dos que dice que el virus ha sido crea­do en un labo­ra­to­rio o que se ha esca­pa­do de él”, expli­ca­ba a Mal­di­ta Cien­cia Albert Bosch Nava­rro, pre­si­den­te de la Socie­dad Espa­ño­la de Viro­lo­gía (SEV). Con res­pec­to a la apa­ri­ción de estos rumo­res, Bosch sos­tie­ne que “suce­dió lo mis­mo cuan­do apa­re­ció el SARS en 2002 o la cono­ci­da como gri­pe A, la nue­va varian­te del H1N1, en 2009”. Pue­des leer en pro­fun­di­dad sobre este tema en este artícu­lo

¿Es cierto que las vacunas contra la gripe aumentan las probabilidades de contraer COVID-19 en un 36%?

Otra de las afir­ma­cio­nes que Miko­vits hace duran­te la entre­vis­ta en Plan­de­mic es que las vacu­nas con­tra la gri­pe aumen­tan en un 36% la posi­bi­li­dad de con­ta­gio por coro­na­vi­rus. Como fuen­te de estos datos, cita un estu­dio cien­tí­fi­co del ejér­ci­to nor­te­ame­ri­cano en el que la “inter­fe­ren­cia viral” de la vacu­na de la gri­pe aumen­tó las pro­ba­bi­li­da­des de con­traer una infec­ción coro­na­vi­rus en un 36%. En Mal­di­ta Cien­cia ya os hemos habla­do de este estu­dio, publi­ca­do en octu­bre de 2019.

Para lle­var­lo a cabo se divi­dió en varios gru­pos a 6.120 tra­ba­ja­do­res del Depar­ta­men­to de Defen­sa de Esta­dos Uni­dos en fun­ción de si esta­ban vacu­na­dos con­tra la gri­pe en la tem­po­ra­da 2017–2018 y si die­ron o no posi­ti­vo en virus res­pi­ra­to­rios, ade­más de en otras cate­go­rías. El obje­ti­vo de esta inves­ti­ga­ción era “exa­mi­nar la rela­ción entre los virus res­pi­ra­to­rios espe­cí­fi­cos y la vacu­na­ción con­tra la gri­pe” y así cono­cer si la vacu­na­ción con­tra la gri­pe podría influir en el ries­go de pade­cer otras enfer­me­da­des res­pi­ra­to­rias (algo cono­ci­do como inter­fe­ren­cia de virus).

Según los datos del estu­dio, hubo un aumen­to de las pro­ba­bi­li­da­des de tener coro­na­vi­rus (dis­tin­tos del SARS-CoV‑2 que pro­vo­ca la COVID-19) y metap­neu­mo­vi­rus huma­nos en los indi­vi­duos que reci­bie­ron la vacu­na con­tra la gri­pe. Para otros tipos de virus res­pi­ra­to­rios no se encon­tró rela­ción o el efec­to era pro­tec­tor entre los vacu­na­dos con­tra la gri­pe.

Sin embar­go, el autor del artícu­lo con­clu­ye que “los resul­ta­dos gene­ra­les mos­tra­ron poca o nin­gu­na evi­den­cia que apo­ya­ra la aso­cia­ción de la inter­fe­ren­cia de virus y la vacu­na­ción con­tra la gri­pe”. De hecho, entre otras limi­ta­cio­nes, el pro­pio estu­dio reco­no­ce que no se pue­de esta­ble­cer una rela­ción cau­­sa-efe­c­­to entre la vacu­na­ción con­tra la gri­pe y el mayor ries­go de dar posi­ti­vo en otros virus res­pi­ra­to­rios.

Por otro lado, a pesar de que es cier­to que, en gene­ral, se detec­ta una corre­la­ción entre el núme­ro de vacu­na­dos mayo­res de 65 años y los muer­tos por la COVID-19, “la corre­la­ción no impli­ca cau­sa­li­dad”, algo de lo que ya os habla­mos aquí.

Como expli­ca­ba Luis Igna­cio Mar­tí­nez Alcor­ta, de la Aso­cia­ción Espa­ño­la de Vacu­no­lo­gía, en Mal­di­ta Cien­cia, a día de hoy cono­ce­mos diver­sas varia­bles o con­di­cio­nes de salud que lla­ma­mos fac­to­res de ries­go (la edad, la obe­si­dad, las enfer­me­da­des cró­ni­cas o los hábi­tos tóxi­cos…). Estos “con­di­cio­nan un peor pro­nós­ti­co a las infec­cio­nes pro­du­ci­das por diver­sos agen­tes bio­ló­gi­cos, entre ellos, el SARS-CoV‑2”.

Jor­ge Carri­llo, vocal de la Socie­dad Espa­ño­la de Inmu­no­lo­gía e inves­ti­ga­dor en irsi­CAI­XA, ponía a Mal­di­ta Cien­cia este ejem­plo: “Si un país tie­ne una bue­na polí­ti­ca de vacu­na­ción y muchas per­so­nas mayo­res de 65 años, como podría ser Rei­no Uni­do, ten­drá muchas per­so­nas de más de 65 años vacu­na­das. Esto es nor­mal por­que a este gru­po de edad se le reco­mien­da la vacu­na­ción anual­men­te, debi­do a que son par­ti­cu­lar­men­te sus­cep­ti­bles a infec­cio­nes víri­cas, que muchas veces se les pue­den com­pli­car, como es la gri­pe. Se sabe que la COVID-19 es más seve­ro en mayo­res de 65, espe­cial­men­te con comor­bi­li­da­des, que es lo nor­mal a estas eda­des. Si te fijas solo en el núme­ro de per­so­nas vacu­na­das con más de 65 y muer­tes por COVID-19, te sale una corre­la­ción, aun­que no ten­ga nin­gu­na rela­ción cau­sal”. 

¿El confinamiento debilita nuestro sistema inmunitario? 

Ade­más de Miko­vits, en la segun­da mitad de Plan­de­mic apa­re­cen Dan William Erick­son Artin Mas­sihi, médi­cos del cen­tro médi­co pri­va­do Acce­le­ra­ted Urgent Care en la ciu­dad de Bakers­field, en Cali­for­nia (Esta­dos Uni­dos) sobre los que ya habla­mos aquí, a raíz de un vídeo viral por el que nos pre­gun­tas­teis. 

La pare­ja de sani­ta­rios nie­ga la nece­si­dad esta­ble­cer un con­fi­na­mien­to gene­ral y, de hecho, cri­ti­can la cua­ren­te­na como medi­da para mini­mi­zar la reper­cu­sión de la pan­de­mia por SARS-CoV‑2. ¿Por qué? En teo­ría esto podría reper­cu­tir en nues­tro sis­te­ma inmu­ne, debi­li­tán­do­lo y con­si­guien­do que, al vol­ver a la nor­ma­li­dad, sea­mos más vul­ne­ra­bles a las enfer­me­da­des. Sin embar­go, como ya expli­cá­ba­mos en el artícu­lo enla­za­do en el párra­fo ante­rior, para hacer estas afir­ma­cio­nes, William y Mas­sihi se basan en datos ses­ga­dos y opi­nio­nes sin con­tras­tar que han sido des­acre­di­ta­das, entre otros, por par­te del Cole­gio Ame­ri­cano de Médi­cos de Urgen­cias y la Aca­de­mia Ame­ri­ca­na de Medi­ci­na de Urgen­cia.

“Duran­te el con­fi­na­mien­to, por mucho que se lim­pie, nos segui­mos expo­nien­do a pató­ge­nos de for­ma cons­tan­te, cuan­do nos cru­za­mos con gen­te al salir de casa a hacer las com­pras bási­cas, en las cosas que come­mos y toca­mos, des­de ali­men­tos, bol­sas del exte­rior, etc.”, expli­ca­ba a Mal­di­ta Cien­cia José Javier Gar­cía Ramí­rez, mal­di­to y pro­fe­sor Titu­lar de Bio­quí­mi­ca e Inmu­no­lo­gía en la Facul­tad de Medi­ci­na de la Uni­ver­si­dad de Cas­­ti­­lla-La Man­cha en Alba­ce­te. Ade­más, aña­día que en el desa­rro­llo del sis­te­ma inmu­ne de una per­so­na, dos meses o tres de fal­ta de expo­si­ción a pató­ge­nos no supo­nen nin­gu­na dife­ren­cia.

Por otro lado Mario Del­ga­do, jefe del gru­po de Neu­ro­in­mu­no­lo­gía de Enfer­me­da­des Infla­ma­to­rias y auto­in­mu­nes del Ins­ti­tu­to de Para­si­to­lo­gia y Bio­me­di­ci­na “Lopez-Ney­­ra” del CSIC, en Gra­na­da, expli­ca­ba a Mal­di­ta Cien­cia que, en el caso de que el con­fi­na­mien­to pudie­se pro­vo­car una baja­da en el esta­do de acti­va­ción de nues­tro sis­te­ma inmu­ne, la razón sería nues­tro esta­do aní­mi­co ante esta situa­ción (estrés, depre­sión, ansie­dad…), que podría reper­cu­tir en una inmu­no­su­pre­sión gene­ra­li­za­da. “Pero lo que dice que esta­mos expues­tos a menos pató­ge­nos y esto hace que bajen nues­tras defen­sas, no es cier­to”, con­cluía. 

Prescindir del uso de mascarilla no hace nuestro sistema inmune más fuerte

Otra de las afir­ma­cio­nes que se hacen en el vídeo está rela­cio­na­da con el uso de mas­ca­ri­llas. Los médi­cos no solo afir­mar que esta no es nece­sa­ria sino que, de hecho, no uti­li­zar­la hace que nues­tro sis­te­ma inmu­ne sea más fuer­te. “Si no eres inmu­no­de­fi­cien­te o anciano, debe­rías poder salir sin guan­tes ni más­ca­ra”, dicen.

Sin embar­go, como ya expli­ca­mos en Maldita.es aquí o aquí, la mas­ca­ri­lla, sea del tipo que sea, fun­cio­na­rá, al menos, como barre­ra físi­ca que difi­cul­te el con­tac­to tan­to con el SARS-CoV‑2 como con cual­quier otro pató­geno que sea sus­cep­ti­ble de entrar en nues­tro orga­nis­mo a tra­vés de las vías res­pi­ra­to­rias, la nariz y la boca. ¿Cómo? Difi­cul­tan­do el con­tac­to con las gotí­cu­las que se expul­san al toser, estor­nu­dar o hablar y que, en caso de una per­so­na infec­ta­da, podrían por­tar al nue­vo coro­na­vi­rus. Si estas lle­gan a noso­tros, en fun­ción de su car­ga víri­ca, podrían con­ta­giar­nos.

Sin embar­go, la barre­ra que esta­ble­ce la mas­ca­ri­lla difi­cul­ta­ría este pro­ce­so. Ade­más, en fun­ción del tipo que uti­li­ce­mos (higié­ni­ca, qui­rúr­gi­ca o de pro­tec­ción per­so­nal FFP1 o FFP2) el fil­tra­do del aire al res­pi­rar y expul­sar el aire será mayor o menor. Sobre las dife­ren­tes cla­ses de mas­ca­ri­llas y los colec­ti­vos a los que se reco­mien­da cada una de ellas pue­des leer más aquí

¿Qué sabemos sobre la hidroxicloroquina como tratamiento para la COVID-19?

En Plan­de­mic se inclu­yen los tes­ti­mo­nios de varios médi­cos afi­nes a las ideas pro­pues­tas por el docu­men­tal. Uno de ellos inci­ta a refle­xio­nar sobre lo que pasó con la hidro­xi­clo­ro­qui­na y a fir­ma que el epi­de­mió­lo­go y coor­di­na­dor de la res­pues­ta médi­ca fren­te a la pan­de­mia de coro­na­vi­rus en Esta­dos Uni­dos, Anthony Fau­ci, (al que Miko­vits cul­pa duran­te todo el docu­men­tal de su cen­su­ra y de poner en peli­gro a la pobla­ción con sus deci­sio­nes sani­ta­rias, en bus­ca “de rique­za y poder”) recu­rrió al argu­men­to de que “no había estu­dio de doble cie­go con­tro­la­do con pla­ce­bo, impi­dien­do la recu­pe­ra­ción de miles de pacien­tes infec­ta­dos”.

A pesar de las expec­ta­ti­vas sobre los tra­ta­mien­tos con hidro­xi­clo­ro­qui­na, la Agen­cia de Ali­men­ta­ción y Medi­ca­men­tos de Esta­dos Uni­dos (FDA, por sus siglas en inglés) tuvo que res­pon­der que estas medi­ci­nas aún no están apro­ba­das como tra­ta­mien­to con­tra el COVID-19 y que debían pasar una serie de trá­mi­tes y prue­bas para que eso ocu­rra.

Por su par­te, un artícu­lo publi­ca­do en la revis­ta Scien­ce indi­ca que esta guía de la Socie­dad de Medi­ci­na de Cui­da­dos Inten­si­vos de EEUU seña­la que “no hay prue­bas sufi­cien­tes para emi­tir una reco­men­da­ción sobre el uso de clo­ro­qui­na o hidro­xi­clo­ro­qui­na en adul­tos crí­ti­cos con COVID-19”. La Agen­cia Espa­ño­la de Medi­ca­men­tos y Pro­duc­tos Sani­ta­rios (AEMPS) esta­ble­ce que, has­ta la fecha “nin­gún ensa­yo clí­ni­co con­tro­la­do y alea­to­ri­za­do ha demos­tra­do la efi­ca­cia de estos medi­ca­men­tos para el tra­ta­mien­to de pacien­tes con COVID-19” y que “se están lle­van­do a cabo dife­ren­tes estu­dios para eva­luar su efi­ca­cia y segu­ri­dad fren­te al SARS-CoV-21”. Aquí te con­ta­mos más sobre la hidro­xi­clo­ro­qui­na. 

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