Se cum­plen 50 años de la apa­ri­ción de la mag­ni­fi­ca mues­tra de foto­gra­fía Roda­lies, de los her­ma­nos Jose María y Vicen­te Penal­ba con expo­si­ción en La Nau.  Valen­cia, tie­rra de flo­res, pero tam­bién de fotó­gra­fos. Sus foto­pe­rio­dis­tas bien mere­cen un pre­mio de la Gene­ra­li­tat a su labor ince­san­te por fijar nues­tra his­to­ria como lo que es: ciu­dad de artis­tas.

 

¿Qué nos ha pasa­do? ¿Cuán­do ha que­da­do tan atrás nues­tra ado­les­cen­cia de pan­ta­lo­nes cor­tos de pana y tiran­tes, nues­tra bol­sa de perió­di­co con el boca­ta de sar­di­nas o de atún con oli­vas y nues­tra enlo­que­ci­da ale­gría de subir al tren de made­ra del rio rum­bo a las pla­yas del nor­te? Poca cosa nos ha lle­ga­do, que­ri­dos lec­to­res. Una de ellas, es la nove­la canó­ni­ca del gran escri­tor con bar­ba de chi­vo valen­ciano Don Manuel Vicent. La otra son las mara­vi­llo­sas colec­cio­nes de fotos de los her­ma­ní­si­mos Jose María y José Vicen­te Penal­ba.

Dos artis­tas de la imá­ge­nes sin los cua­les nos seria difí­cil recor­dar esos momen­tos líri­cos, román­ti­cos, de nues­tro pasa­do valen­ciano, Cuan­do la ciu­dad no se había con­ver­ti­do en un mons­truo de cemen­to, cris­tal y metal.

En la intro­duc­ción que fir­mó para el cata­lo­go Roda­lies, obra de la perio­dis­ta Con­cha Raga, había una cita: «El que no pot ser vist no pot ser dit», del Pre­mio Pulitzer John Utzon. Nada mejor para ilus­trar las innu­me­ra­bles pla­cas que la expo orga­ni­za­da en la sala La Nau, hace aho­ra medio siglo. Mues­tra de los ava­ta­res de todo tipo: polí­ti­cos, fes­ti­vos, tau­ri­nos, de lucha anti­fran­quis­ta…

Des­de la foto de un Almo­dó­var en el carrer de San­ta Eula­lia en 1988, de JVP, has­ta la del genio Ros­tro­po­vich, abra­za­do a su vio­lon­che­lo en el Palau en 1990.

La ima­gen en las pri­me­ras Cor­tes, como cua­dros velaz­que­ños, de polí­ti­cos que dor­mi­tan en el baúl de los recuer­dos apo­li­lla­dos. O las alcan­ta­ri­llas del vie­jo cau­ce, que aca­ba­ron para siem­pre con el nar­co­trá­fi­co en ese espa­cio públi­co que había sido ciu­dad sin ley en los 90. Lo que ofre­ce este mag­ní­fi­co cata­lo­go son fotos de  Ler­ma, Cas­te­lla­nos o Róde­nas has­ta las reda­das poli­cia­les, todo orde­na­do bajo el dise­ño exqui­si­to de  Nor­ber­to Pique­ras.

Es mucho más que un álbum de bue­na foto­gra­fías del siglo pasa­do. Son ins­tan­tes, gol­pes de efec­to, que con­vir­tie­ron esta ciu­dad pro­vin­cia­na en la metro­po­lis mul­ti­cul­tu­ral y mul­ti­ét­ni­ca que hoy es. Por­que tres la saga de los Pela­ba, hay una serie de fotó­gra­fos de pren­sa que siguen su tra­ba­jo a con­cien­cia,  aje­nos a fama o glo­ria. Y los nue­vos repor­te­ros (Eva Máñez, Fos­ter­ling, Biel Ali­ño) siguen tra­ba­jan­do para seguir los pasos de la Taro o Capa.

A la vis­ta de la rique­za grá­fi­ca que esta tie­rra ha dado, no entien­do cómo toda­vía la Gene­ra­li­tat no ha ins­ti­tui­do un pre­mio a la mejor foto valen­cia­na y su mejor repor­te­ro o repor­te­ra. Es más que urgen­te poner en valor esta his­to­ria de imá­ge­nes, No hay que olvi­dar que nues­tro pin­tor más uni­ver­sal, Soro­lla, basó su arte en las fotos de su sue­gro Anto­nio Gar­cia Peris.

 

Comparte esta publicación

amadomio.jpg

Suscríbete a nuestro boletín

Reci­be toda la actua­li­dad en cul­tu­ra y ocio, de la ciu­dad de Valen­cia