La libertad de los años previos a la guerra civil, sexual y de costumbres y la posterior represión política y carcelaria que siguió a 1939 componen una muestra reveladora en La Nau. El coleccionista y bibliófilo valenciano Rafael Solaz ha prestado sus inacabables fondos para contarnos cómo pasó. Una exposición con sus claros y oscuros que hay que visitar.
La Nau acoge estos días dos exposiciones opuestas y complementarias. Las separa el claustro secular donde en su centro justo reina Luis Vives, el humanista eterno, «La cultura sicalíptica durante la Edat de Plata valenciana», es la primera a ver. Divertida y picante muestra una serie de portadas de revistas y objetos de la belle epoque hispana y del desmadre iconográfico de la II República.
El bibliófilo y documentalista Rafael Solaz (Valencia 1950), hijo predilecto de la ciudad desde 2023, es el propietario de tan selecta colección. Sus archivos históricos fotográficos de la Valencia del siglo XX son material indispensable para historiadores y expertos. Revistas y documentos, novelas ilustradas, carteles eróticos que cosificaban a la mujer en aquellos tiempos en que ni se soñaba con su liberación. Picardías, Libertad sexual de las mujeres, Pepinos y zanahorias son los surrealistas títulos de ejemplares a todo color que se vendían en los quioscos. Dibujos de mujeres semidesnudas, en actitudes procaces, zánganos de gorra al acecho, etc.
La mayoría de ellos editados por Josep Vicent Carceller, el legendario empresario valenciano, nuestro genuino Ciudadano Kane de provincias, dueño de cines, teatros y revistas y editor de La Traca, en los años previos y durante la sangría civil del 1936. La Traca, revista que durante la guerra atacó con saña a los franquistas y la Iglesia con sus caricaturas de Franco y los obispos, le costó la vida, pues fue fusilado en Paterna, junto a su dibujante principal en 1940.
Esta muestra sicalíptica orilla este último tema político y se centra en lo meramente erótico. Compone un friso de la efímera libertad de expresión de que gozó la II República. Pero, con el pecado llegó el castigo y ahí entra en juego la segunda sala expositiva de la muestra, también integrada por material de Solaz. De hecho, los comisarios han querido rendir un homenaje al bibliófilo con estas exposiciones.
Del crimen republicano, rijoso y desvergonzado, libertino y erótico al castigo de la posguerra. «Dins i fora, paraules preses a la València de postguerra», adentra al visitante en el extremo opuesto. El horror carcelario en que se convirtió Valencia a partir del 39. Una vez arrestados los hombres y mujeres republicanos, las cárceles existentes se volvieron insuficientes. Y el nuevo estado recurrió a todo tipo de centros y lugares habilitados para encerrar a los republicanos.
La recreación de este infierno en la tierra es lo que se intenta con el ambiente de la sala. Los resultados, empero, son harto discutibles, pues la pretendida inmersión en el mundo carcelario resulta confusa.
Un equipo formado por Melanie Ibáñez y Toni Morant, responsables del Aula de Historia i Memoria Democrática de la Universidad y comisarios de la muestra, han montado un espeluznante escenario sobre las prisiones valencianas a partir de 1939. Aquí la colección de cultura material de Solaz nos lleva a contemplar los objetos personales de los reclusos, las cartas, y todo tipo der objetos habituales en las prisiones.
El montaje pretende recrear el ambiente carcelario, con un ambiente espectral a bases de cirios encendidos, y unos altavoces que reproducen el sonido del infierno de esos centros internamiento. Las proclamas patrióticas de los carceleros y la angustia de los espacios reducidos.
En esta parte de la muestra es más que necesaria un guía explicativo pues el visitante se encuentra perdido en medio de una penumbra cuajada de cubos con velas encendidas, y mensajes de angustia escritos en el suelo. Lo que queda bien claro en la visita de estas dos salas es el viaje alucinante de los años 40, en donde la sociedad española pasó de un ambiente de fiesta y jolgorio, libertad sexual y sensualidad cotidiana, al siniestro ambiente de posguerra anterior al desarrollismo, la visita de Eisanhower y el Seat 600.
Para que nadie se lleve a engaño, nada más entrar en la sala, entrar dentro y no poder salir fuera, reciben las fotos canónicas de los lideres vencedores, esas que junto al crucifijo estaban en todos los colegios y centros públicos. Una pila de periódicos amarillentos del régimen, y los legajos carcomidos por el tiempo completan el lúgubre panorama.
Por fortuna, la España del siglo XXI está muy lejos de eso. Hoy la sicalipsis está en los programas de tarde de la tele. Gracias a coleccionistas contumaces como Rafael Solaz el público valenciano puede asombrarse de cómo el historiador nos cuenta lo que pasó.
Comparte esta publicación
Suscríbete a nuestro boletín
Recibe toda la actualidad en cultura y ocio, de la ciudad de Valencia