Foto­gra­ma de “La matan­za de Texas”.

Se cumplen 50 años del estreno de una de las mejores películas gore del siglo XX: La matanza de Texas, de Tobe Hooper. Esta cinta nos dejó a todos petrificados en las butacas cuando la vimos en las salas oscuras. Película hippy del cine independiente americano que no daba cuartel al espectador y que ha envejecido muy bien. Síntesis de lo mejor de la literatura de terror, como Drácula o Frankenstein, que cerró su ciclo canónico con otra obra maestra El silencio de los corderos.

¿Dón­de esta­bas tú cuan­do se estre­nó La matan­za de Texas? La pre­gun­ta no es bala­dí por­que esta pelí­cu­la de Tobe Hop­per, que cum­ple medio siglo al estre­nar­se para estre­me­cer al mun­do en 1974, for­ma par­te indes­truc­ti­ble del ima­gi­na­rio colec­ti­vo del terror puro. Hay un antes y un des­pués de esta pelí­cu­la tre­pi­dan­te, fil­ma­da a una velo­ci­dad de vér­ti­go y con un sen­ti­do del rit­mo y de la sor­pre­sa abso­lu­ta­men­te magis­tra­les. La vimos aquí en el des­apa­re­ci­do cine Xerea y ya jamás la pudi­mos olvi­dar. Fue una pelí­cu­la que man­te­nía al espec­ta­dor apre­tan­do el tra­se­ro de mie­do duran­te todo el metra­je sin dar un segun­do de res­pi­ro. Una suce­sión de espan­tos que se suce­den y en don­de el que mira se con­vier­te sin que­rer­lo en per­so­na­je del fil­me. La sen­sa­ción de estar den­tro de la pelí­cu­la y de sen­tir­se tan en peli­gro como sus pro­ta­go­nis­tas.

Igno­ro si exis­te estu­dio alguno sobre la semióti­ca de este fil­me de cul­to que no tie­ne paran­gón y que ha ins­pi­ra­do cen­te­na­res de imi­ta­cio­nes, la mayo­ría decep­cio­nan­tes. Si la pelí­cu­la de 1974 mar­có la direc­ción que tenía que tomar el cine de terror, el géne­ro cam­bió, pero se ha ido trans­for­man­do en algo dife­ren­te, sobre todo en la abun­dan­cia de la cas­que­ría; ensa­la­das de san­gre vís­ce­ras y muti­la­cio­nes que poco tie­nen que ver con la sofis­ti­ca­ción y cui­da­do del guion de Tobe Hoo­per y Kim Hen­kel en el desa­rro­llo argu­men­tal del fil­me, esce­nas espan­to­sas que sugie­ren, pero no mues­tran. La Matan­za de Texas, su títu­lo ori­gi­nal es más lar­go, The Texas Chain Saw Mas­sa­cre, es una pelí­cu­la que inte­gra las ense­ñan­zas de obras como Drá­cu­la, Fran­kens­tein y La noche de los muer­tos vivien­tes de Geor­ge A, Rome­ro de 1968, otro icono del géne­ro de terror de todos los tiem­pos cuyas secue­las han sido toda­vía peo­res que la ori­gi­nal. Pero lo más intere­san­te de este ani­ver­sa­rio es saber que par­te de la his­to­ria está ins­pi­ra­da en hechos reales. Fer­nan­do S. Carras­co­sa recuer­da en un intere­san­te artícu­lo, publi­ca­do en la sec­ción His­to­ria de Natio­nal Geo­graphic, que Tobe Hoo­per y su icó­ni­co ase­sino Leather­fa­ce, el de la moto­sie­rra temi­ble, se basa en los cri­mi­na­les en serie nor­te­ame­ri­ca­nos Ed Gein (1957) y Elmer Way­ne (1937). El pri­me­ro fue un suje­to que selec­cio­na­ba cadá­ve­res y con­fec­cio­na­ba con su piel pan­ta­llas para lám­pa­ras y otros obje­tos. Gein se obse­sio­nó con Ilsa Kock, espo­sa del ofi­cial nazi que diri­gía el cam­po de muer­te Buchen­wald.

Ed Gein tam­bién ins­pi­ró Psi­co­sis (Hitch­cock 1960) y El silen­cio de los cor­de­ros (Jonathan Dem­me 1991). La pelí­cu­la cos­tó 140.000 dóla­res, sus auto­res fue­ron un gru­po de crea­do­res medio hip­pies pere­cien­tes al cine inde­pen­dien­te de la épo­ca y a la gene­ra­ción del Flo­wer pot. Haz el amor y no la gue­rra. Una pelí­cu­la gore con una car­ga ideo­ló­gi­ca pro­gre­sis­ta y car­ga­da de sar­cas­mo, en la que los crí­ti­cos vie­ron vege­ta­ria­nis­mo y anti­ca­pi­ta­lis­mo.

Ed Gein (cen­tro) tam­bién fue fuen­te de ins­pi­ra­ción para las pelí­cu­las “El silen­cio de los ino­cen­tes” y “La matan­za de Texas”. Foto: AP

Y es que la espe­luz­nan­te fami­lia de mata­ri­fes de la cin­ta está com­pues­ta por caní­ba­les. Según Wiki­pe­dia, el crí­ti­co Rob Aeger des­cri­bió la iro­nía de masa­crar seres huma­nos para comér­se­los y poner­los al mis­mo nivel que los ani­ma­les de gran­ja. El escri­tor y direc­tor Gui­ller­mo del Toro se vol­vió vege­ta­riano des­pués de ver­la, aun­que esa pue­de ser una infor­ma­ción apó­cri­fa. Otro crí­ti­co, Robin Wood, escri­bió que Leather­fa­ce — lla­ma­do así por­que lle­va todo el tiem­po una más­ca­ra asque­ro­sa hecha con piel huma­na, — y su enlo­que­ci­da fami­lia de zom­bis, sufre la tec­ni­fi­ca­ción de los mata­de­ros en esa épo­ca que los deja fue­ra de jue­go.

La pelí­cu­la, cuyas víc­ti­mas son un gru­po de chi­cos y chi­cas hip­pies en plan mochi­le­ro que son masa­cra­dos, basa­ba su terror en un avi­so para cami­nan­tes, fil­ma­da un año antes del final de la gue­rra de Viet­nam, refle­ja­ba la para­noia de vio­len­cia y san­gre que supu­so aquel con­flic­to y abría un pór­ti­co maca­bro a lo que toda­vía le espe­ra­ba al siglo XX en cues­tión de horro­res y vio­len­cias. A medio siglo de su estreno es intere­san­te revi­sar esta mag­ní­fi­ca pelí­cu­la de terror y valo­rar el genio de aque­llo pio­ne­ros del cine inde­pen­dien­te ame­ri­cano que no nece­si­ta­ron de mucha para­fer­na­lia para hacer una obra maes­tra del mie­do. En los últi­mos tiem­pos, tie­ne gra­cia que la polí­ti­ca inter­na­cio­nal nos haya recor­da­do la peli; ha sido la moto­sie­rra que agi­tó en su cam­pa­ña Javier Milei, pre­si­den­te de Argen­ti­na. A la moto­sie­rra de Milei le habían qui­ta­do la cade­na de pin­chos y por for­tu­na su cara no es de cue­ro, pero el recuer­do de la pelí­cu­la, que en Argen­ti­na y Uru­guay se titu­ló El loco de la moto­sie­rra (!), sigue estre­me­cien­do.

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