Dos escritores unidos por una visión alternativa de la ciudad amada. El uno septuagenario, el otro joven. Ahora hermanados a través de sus últimas entregas. La promesa dels divendres, novela que consagra a Rafael Lahuerta como un narrador de primera clase y Anomia, autobiografía novelada del que esto firma. El azar y el amor por su ciudad hacen de esta coincidencia literaria un bonito relato.

Esta es la his­to­ria de cómo dos escri­to­res con­ver­gen con sus obras, publi­ca­das en el mis­mo tiem­po y lugar, esce­ni­fi­can­do una mági­ca empa­tía sobre la memo­ria de su ciu­dad natal: Valen­cia. Una con­tra­cró­ni­ca de sus pro­pias vidas. Se tra­ta de la nove­la recién apa­re­ci­da de Rafa Lahuer­ta Yúfe­ra, La pro­me­sa del diven­dres (Dras­sa­na 2024) y del libro Ano­mia, Rebel­des valen­cia­nos en 1970 (Alfons El Mag­na­nim, 2024) cuyo autor es el que esto fir­ma. En ambos casos el hecho fun­da­men­tal, el jue­go del azar ha hecho que los auto­res hayan coin­ci­di­do en des­cri­bir dis­tin­tas épo­cas de su ciu­dad y su vida con el mis­mo obje­ti­vo, hacer un ajus­te de cuen­tas con el pasa­do. En el caso de Rafa Lahuer­ta, su ter­ce­ra nove­la, que cie­rra la tri­lo­gía empe­za­da con Bala­da del Café Torino (2014) y la cele­bra­da Norue­ga, (2020) el acon­te­ci­mien­to cobra dimen­sio­nes épi­cas ya que la cali­dad lite­ra­ria y el inte­rés indu­da­ble de esta cró­ni­ca de sí mis­mo resul­tan impre­sio­nan­tes.

Los narra­do­res son de gene­ra­cio­nes dis­tin­tas, Lahuer­ta cuen­ta es cin­cuen­tón, Muñoz es seten­tón. Vein­te años sepa­ran a estos dos auto­res, empe­ña­dos en docu­men­tar los even­tos con­sue­tu­di­na­rios de su ciu­dad natal. Aho­ra uni­dos por su par­ti­cu­lar mira­da de dos épo­cas bien dife­ren­tes. Ano­mia es la auto­bio­gra­fía de su autor en los últi­mos años de la dic­ta­du­ra, los afa­nes de la gene­ra­ción beat­nick, los pri­me­ros bal­bu­ceos del rock y la moder­ni­dad mucho antes de la ruta del baca­lao; La pro­me­sa dels diven­dres cuen­ta con lúci­do des­ga­rro los ava­ta­res ado­les­cen­tes de un narra­dor en cier­nes y el com­ple­jo pro­ce­so que lle­va a un hom­bre a con­ver­tir­se en nove­lis­ta. Emo­cio­nan­te rela­to que here­da lo mejor de la lite­ra­tu­ra cos­tum­bris­ta de Juan Mar­sé y la flui­dez narra­ti­va de auto­res coe­tá­neos de Lahuer­ta, ya con­sa­gra­dos, como el zara­go­zano Mar­tí­nez de Pisón, este últi­mo digno suce­sor de un Pérez Gal­dós.

Y lo más sor­pren­den­te es que en esta obra late, como secre­to home­na­je, la Valen­cia sumer­gi­da, titu­lo de mi pri­mer libro de cuen­tos edi­ta­do en 1987 por el des­apa­re­ci­do Víc­tor Oren­ga. En su inten­so rela­to, Lahuer­ta hace alu­sión a la fra­se Valen­cia sumer­gi­da inte­grán­do­la en la acción. Un gui­ño cari­ño­so a mi pri­mer libro, barrun­to. Por­que el libro es acuá­ti­co, abun­da en la obse­sión por el Turia nave­ga­ble que ya apun­ta­ba su autor en Norue­ga. La ciu­dad sumer­gi­da de sus anhe­los, frus­tra­cio­nes y amo­res. Un ajus­te de cuen­tas con­si­go mis­mo, como hace el autor de Ano­mia. Visión crí­ti­ca del pasa­do, des­crip­ción del rena­cer a un mun­do nue­vo.

Todo empe­zó con la men­cio­na­da Norue­ga, fenó­meno edi­to­rial de hace cua­tro años, que había gana­do el III Pre­mio Lle­tra­fe­rit de Novel.la y que tuvo una difu­sión asom­bro­sa. Salía a la luz un escri­tor valen­ciano de una ori­gi­na­li­dad espec­ta­cu­lar. En esos días, una ami­ga me envió un pan­ta­lla­zo de un párra­fo de la nove­la en el que Lahuer­ta elo­gia­ba mi tra­ba­jo perio­dís­ti­co y lite­ra­rio. Que­dé yer­to ante ese fan des­co­no­ci­do. El caso es que Lahuer­ta, foro­fo del fút­bol en su ado­les­cen­cia, segui­dor incon­di­cio­nal del Valen­cia CF, era adic­to a una colum­na sema­nal que yo escri­bía en La Hoja del Lunes titu­la­da La gra­da. Rela­ta­ba el ambien­te en las gra­das del Mes­ta­lla cada vez que el Valen­cia juga­ba en casa. Eran los fina­les 80, los tiem­pos de un joven Qui­que Flo­res como delan­te­ro. Leí con asom­bro como Lahuer­ta recor­da­ba esa sec­ción, per­di­da en el pasa­do, y no solo eso, lle­va­do por su inte­rés acu­dió a cono­cer­me en per­so­na en el año 1994 a la pre­sen­ta­ción de la edi­ción de la obra com­ple­ta de mi des­apa­re­ci­do ami­go Eduar­do Her­vás, sele­cio­na­da por Balles­ter Añón y edi­ta­da por Alfons el Mag­na­nim. El even­to tuvo lugar en el Club Dia­rio Levan­te, a la sazón diri­gi­do por el perio­dis­ta Juan Lagar­de­ra. Rafael me con­fe­só que, lle­va­do por su timi­dez, no se deci­dió a salu­dar­me.

Una eter­ni­dad des­pués de ese des­en­cuen­tro, nada más leer de un tirón la obra en que me cita­ba, me apre­su­ré a cono­cer­lo para feli­ci­tar­lo por su nove­la y agra­de­cer­le ese párra­fo tan sim­pá­ti­co.  Aho­ra somos ami­gos y par­ti­ci­pa­mos hace poco en un colo­quio en la Nau sobre la ciu­dad y sus visio­nes, jun­to a el pin­tor Hora­cio Sil­va y la pro­fe­so­ra Pilar Len­non.

Lahuer­ta escri­be en su nove­la: “…del fang que s’alimentava del gran aigua­moll que ocu­pa­va el solar d’una Valen­cia sub­mer­gi­da”, refi­rién­do­se al barrio chino, espa­cio que des­cri­be con plu­ma de maes­tro.

Así que Lahuer­ta y Muñoz, uni­dos por su amor a la ciu­dad sub­mer­gi­da, coin­ci­den en el tiem­po con dos obras apa­re­ci­da en el mis­mo mes, julio, y en el mis­mo año 2024. Ambos cro­nis­tas de una ciu­dad que lle­van en las entra­ñas. Esce­na­rio favo­ri­to de su escri­tu­ra. Un ejem­plo de cómo se pue­de des­cri­bir y amar una ciu­dad des­de la lite­ra­tu­ra, sea fic­ción o auto­bio­gra­fía. Dos obras que se her­ma­nan en el inten­to de fijar los hechos de un mun­do que se esfu­ma. Que nada se olvi­de de esta ciu­dad que el turis­mo está trans­for­man­do a pasos de gigan­te. Como el nom­bre de la calle de Ciu­tat Vella en la que Lahuer­ta, el cha­val que bam­ba­ba “per la ciu­tat amb molles de pa a les butxa­ques”, gozó de su pri­mer beso ado­les­cen­te.

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