La galería Alba Cabrera tiene el placer de inaugurar por primera vez en su espacio la obra del artista Jesús Manuel Moreno con su exposición La línea blanca el jueves 23 de enero a las 19:00 h. Es una muestra conformada por 14 obras pictóricas en óleo sobre lienzo y 4 dibujos sobre papel. Se puede visitar desde el jueves hasta Fallas en la calle Joaquín Costa 4 y en los horarios habituales de lunes a viernes 10:30 a 14:00 y 17:00 a 20:30, sábados de 11:00 a 14.00 y 18:00 a 20:00.
Para la ocasión el crítico de arte Salva Torres, Director de MAKMA, revista de artes visuales y cultura contemporánea ha realizado una reflexión acerca de la obra de Jesús Manuel Moreno que os adjuntamos a continuación.
Salva Torres, Director de MAKMA, revista de artes visuales y cultura contemporánea
Paradojas del vacío en la obra de Jesús Manuel Moreno
Ese mismo vacío lechoso comparece en la obra que Jesús Manuel Moreno reúne bajo el título de ‘La Línea Blanca’, quien utiliza la pintura de una forma contemporánea para recrear la vida en la calle de unos seres anónimos instalados en una misma realidad blanquecina. Con una notable diferencia: que mientras en ‘Matrix’ Neo muestra su asombro por el desvanecimiento de una realidad que él creía firme, en la obra pictórica que ahora nos ocupa, los sujetos que la protagonizan parecen adaptados a esa realidad evanescente.
De manera que Jesús Manuel Moreno lo que hace, mediante una pintura que se nutre, entre otros, de Rafael Canogar y Juan Genovés –“precursores de ese paisaje urbano y que me influyeron mucho”, subraya el artista–, es reflejar la paradoja que actualmente encierra ese vacío, a un tiempo inquietante y seductor.
La obra de Jesús Manuel Moreno destila esa atmósfera ambivalente del vacío descrito por el novelista John Banville en ‘Eclipse’, cuando dice: “¿Qué tienen esos momentos intemporales que luego siempre se recuerdan con una dulce melancolía? A veces me parece que es en esos intervalos de vacío, sin que fuera consciente de ello, cuando he vivido de manera más real y auténtica”.
Con todo ello ‑composición, color, frontalidad y vacíos‑, más un último apunte –“trabajo por adición de manchas, no hago claroscuros”–, Jesús Manuel Moreno recrea en la Galería Alba Cabrera la vida cotidiana como si estuviera afectada por una tensión cuyos polos magnéticos aparecen confusos.
Por un lado, tenemos las figuras, seres anónimos que a veces interactúan y otras no, siempre recortadas contra un fondo vacío. Figuras que, siendo los cuerpos que pueden dividir el espacio hueco por medio del lleno –retomando a Lucrecio–, parecen destinadas a habitar esa realidad como seres flotantes cautivados por el ensimismamiento al que nos conduce la propia evanescencia de las imágenes.
Y, por otro lado, el vacío como fondo blanquecino que viene a subrayar la dificultad que tienen esas figuras para habitarlo, más allá de su simple acumulación en el propio espacio vacío que los envuelve. Como apunta Moreno, en una entrevista que le hizo Patricia Mir Soria, “mis pinturas, en un primer vistazo, parecen fotografías, pero el análisis pormenorizado nos descubre que son trozos de abstracción, igual que en un dibujo cualquiera”.
Seres, por tanto, abstractos, en un universo vacío que tan pronto delata el propio vacío de las figuras, como la percepción de estar viviendo el sueño de Neo en la más contemporánea ciudad plagada de pantallas móviles. “Todo es una abstracción: no es una cara concreta, como [René] Magritte decía de su pipa pintada que no era una pipa”, destaca Moreno.
Magritte, de hecho, realizó una serie de cuadros en torno a la serie denominada ‘La traición de las imágenes’, al igual que Jesús Manuel Moreno hace, en otro orden, con esta serie de ‘La Línea blanca’: esto es, subrayar el vacío mediante la imprimación de ese blanco en la tela, con el fin de constatar la irrealidad de la realidad captada.
Y es que la imagen, no siendo la realidad, remite, en su caso, al subrayado de la realidad como pura imagen, donde las figuras se reconocen en la representación abstracta de ciertas tipologías, sin alcanzar el status propiamente de sujetos cuya carnalidad chocaría con la materia que, en la obra del artista, se desvanece. “En mi serie de ‘La Línea blanca’, el vacío lo envuelve todo”, precisa.
Y es así que el trabajo de Jesús Manuel Moreno diríase caracterizado por esa paradoja del vacío: lugar donde las figuras parecen alegremente flotar, al tiempo que espacio habitado por seres anónimos que dan tristemente que pensar. “Me interesa la actitud, el ensimismamiento de las cosas”, concluye el artista, evocando a Vermeer. Ensimismamiento de unos seres que pueblan el vacío exterior –la realidad vaporosa– como trasunto de cierto vacío interior.
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