Juli Peretó, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universitat de València, y Carlos Briones, científico titular del CSIC, han explicado el origen evolutivo del virus SARS-CoV‑2 y han desmentido uno de los bulos actuales sobre el patógeno como es su creación en un laboratorio. En un artículo publicado en la plataforma de divulgación The Conversation, los dos investigadores apuntan al origen del SARS-CoV‑2 por selección natural a partir de otros del género Betacoronavirus.
“La situación tan extraordinaria que estamos viviendo como consecuencia de la pandemia de COVID-19 es solo comparable, salvando las distancias, a la que hace poco más de un siglo padeció el mundo con la gripe de 1918. Los científicos intentamos aportar también nuestro trabajo y experiencia al conocimiento de este virus y a la lucha contra él”, manifiestan Peretó y Briones.
Entre las “informaciones falsas, sesgadas y malintencionadas”, relacionadas con la pandemia, uno de los temas que está generando mayor desinformación es el relativo al origen del SARS-CoV‑2, del que se ha llegado a proponer que es un virus artificial, fabricado en un laboratorio. Según los dos expertos, “tras comparar a escala molecular este virus con otros relacionados que se han caracterizado durante las últimas décadas (desde que en 1965 fue descrito el primer coronavirus), nos dicen precisamente lo contrario”.
El SARS-CoV‑2 ha surgido por selección natural a partir de otros del género Betacoronavirus, dentro de la familia Coronaviridae. “Los análisis de las secuencias genómicas muestran que, como los demás coronavirus humanos, el SARS-CoV‑2 es también de origen animal y representa un nuevo caso de zoonosis, es decir, una infección producida a través de un salto de hospedador del patógeno desde otra especie animal hasta la nuestra”, explican Peretó y Briones. Además, apuntan que los Betacoronavirus más parecidos al causante de la COVID-19 están en murciélagos (el virus BatCoV RaTG13) y en pangolines malayos (con secuencias en la especie Manis javanica).
Diversas mutaciones, y sobre todo la inserción de cuatro aminoácidos en un lugar concreto de su estructura, no podrían haber sido predichas por ningún científico a partir de los datos genómicos previamente conocidos, destacan los expertos. De hecho, el genoma del SARS-CoV‑2 ni siquiera contiene los rastros que dejarían atrás las técnicas usadas para hacer ingeniería genética en el virus, en el caso de haber sido creado.
“Por tanto, no es defendible que uno de esos científicos locos de las malas películas de ficción hubiese sido capaz de idear (y, mucho menos, sintetizar) un virus como el SARS-CoV‑2. Por el contrario, la naturaleza sí sabe hacerlo cuando dispone del tiempo suficiente y se produce un contacto estrecho entre distintas especies animales con la frecuencia necesaria”, dicen Peretó y Briones. Ambos requisitos se han podido dar en los mercados de animales vivos (como el de Huanan en Wuhan, en la provincia china de Hubei).
Además, desmienten el bulo lanzado por medios norteamericanos que aseguran que el SARS-CoV‑2 se liberó desde un laboratorio del Wuhan Institute of Virology. “En este centro sí se ha trabajado con el coronavirus de murciélago BatCoV RaTG13, pero dada la gran distancia genética entre los diversos tipos de coronavirus, resulta evidente que este virus no puede ser el antecedente directo del que está produciendo la COVID-19.” Al bulo del virus fabricado en un laboratorio se ha sumado incluso un premio Nobel que propone que el SARS-CoV‑2 contiene secuencias del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), introducidas de manera artificial.
“No demos ningún crédito a los bulos y centrémonos en lo que dice la ciencia, porque solo la investigación en los campos de la virología, la genética y la evolución nos permitirá conocer cómo se originó este virus”, apuntan Peretó y Briones.
Comparte esta publicación
Suscríbete a nuestro boletín
Recibe toda la actualidad en cultura y ocio, de la ciudad de Valencia