torres serrano

La ruta por Valèn­cia para cono­cer su his­to­ria lle­ga a su pun­to de infle­xión con la con­for­ma­ción del Rei­no de Valen­cia. La recon­quis­ta del terri­to­rio valen­ciano por par­te de Jai­me I lle­vó apa­re­ja­do un cam­bio en la ciu­dad que iría defi­nien­do su estruc­tu­ra de urbe euro­pea don­de las nue­vas cla­ses socia­les toma­rían el pro­ta­go­nis­mo. Des­de la crea­ción de los órga­nos de gobierno y sus corres­pon­dien­tes sedes a la con­for­ma­ción de gre­mios o de una cier­ta noble­za, los caba­lle­ros, que, jun­to a la igle­sia, cons­trui­rían la ciu­dad que, esta sí, ha per­vi­vi­do en el paso del tiem­po.

Para seguir con la ruta que deja­mos en la pri­me­ra par­te de de Cono­ce la ciu­dad: la Valèn­cia his­tó­ri­ca, vol­va­mos a sus mura­llas.

1. La mura­lla cris­ti­na: las puer­tas de Serra­nos y Quart

Tras el derri­bo de los muros islá­mi­cos que había pro­te­gi­do la ciu­dad, ya en la épo­ca cris­ti­na se ini­cia la cons­truc­ción de la mura­lla cris­ti­na a par­tir de 1356. Con un perí­me­tro de unos 14 kiló­me­tros, incluía varias puer­tas de acce­so. Las más gran­des eran la de Serra­nos (nor­te), la del Mar (este), la de Quart (oes­te) y la de San Vicen­te (sur).

Solo dos se con­ser­va y se sal­va­ron de su demo­li­ción cuan­do a fina­les del siglo XIX se deci­dió derri­bar la mura­lla cris­tia­na. Las Torres de Serra­nos y las Torres de Quart son dos estruc­tu­ras for­ti­fi­ca­das que se pue­den visi­tar, subien­do inclu­so a la par­te más alta de sus torres geme­las que dejan en el cen­tro la puer­ta de acce­so a la ciu­dad.

Las de Serra­nos son de esti­lo góti­co valen­ciano y fue­ron cons­trui­das por Pere Bala­guer entre 1392 y 1398. Con el paso del tiem­po, lle­ga­ron a ser cár­cel para nobles y duran­te la Gue­rra Civil Espa­ño­la sir­vie­ron de res­guar­do para obras de arte como las del Museo del Pra­do, que fue­ron tras­la­da­das a Valèn­cia duran­te el con­flic­to.

Las de Quart, más sobrias, son de esti­lo góti­co valen­ciano mili­tar tar­dío. El maes­tro Pere Bon­fill fue el encar­ga­do de levan­tar­las, jun­to con otros maes­tro del noble arte de la pie­dra, Fran­ces Bala­do­mar y Pere Comp­te. Su cons­truc­ción se ini­ció en 1441 y fina­li­zó en 1460.

2. La Lon­ja de la Seda

Pere Comp­te fue el maes­tro encar­ga­do de aca­bar, jun­to a Joan Iva­rra, el pro­yec­to ori­gi­nal de la Lon­ja de Valèn­cia, dise­ña­do por Fran­cesc Bal­do­mar en 1470, la gran obra maes­tra del góti­co civil valen­ciano, Patri­mo­nio de la Huma­ni­dad y refe­ren­te del Siglo de Oro Valen­ciano, una épo­ca en la que el Rei­no de Valen­cia vivió un esplen­dor eco­nó­mi­co y cul­tu­ral excep­cio­nal en la Coro­na de Ara­gón y en el Medi­te­rrá­neo.

La Lon­ja de la Seda, o de los Mer­ca­de­res, sur­ge de las nue­vas nece­si­da­des de la ciu­dad, vol­ca­da en el comer­cio. Como ocu­rre en todos los terri­to­rios de la Coro­na de Ara­gón, a la que per­te­ne­ce el Rei­no de Valèn­cia, se crean autén­ti­cas cate­dra­les dedi­ca­das al comer­cio y, en Valèn­cia, la seda era un nego­cio cen­tral, con los cul­ti­vos de more­ra como refe­ren­te. El pode­río comer­cial de la ciu­dad se pone en evi­den­cia en este edi­fi­cio, con sus espec­ta­cu­la­res colum­nas tor­nea­das.

Orga­nis­mos como el Con­so­lat del Mar o la Tau­la de Can­vis, nacie­ron en ese entorno comer­cial y eco­nó­mi­co que fue la Lon­ja. Hay que pen­sar en ese edi­fi­cio lleno de peque­ñas mesas de con­tra­ta­ción repar­ti­das por su gran sala con una acti­vi­dad que se ase­me­ja­ría a la de un mer­ca­do de futu­ros actual. No había mer­can­cía en la lon­ja. Se nego­cia­ban los dere­chos sobre ellas.

3. El Palau de la Gene­ra­li­tat

La crea­ción del Rei­no de Valen­cia, como ocu­rrió (con mati­ces) en el res­to de terri­to­rios que for­ma­ban la Coro­na de Ara­gón, impli­có la crea­ción de los órga­nos de Gobierno pro­pios. Y ahí nace el Palau de la Gene­ra­li­tat, que aco­ge­ría a la Dipu­tación Gene­ral del Rei­no de Valen­cia.

Actual sede de la Pre­si­dèn­cia de la Gene­ra­li­tat Valen­cia­na, el Palau de la Gene­ra­li­tat se empe­zó a cons­truir en 1421 y se pro­lon­gó a lo lar­go del siglo XVI. En ella par­ti­ci­pa­ron maes­tros pica­pe­dre­ros tan rele­van­tes como el mis­mo Pere Comp­te, máxi­mo expo­nen­te del góti­co valen­ciano y autor de otros hitos arqui­tec­tó­ni­cos como la Lon­ja de la Seda. El edi­fi­cio se fue amplian­do a lo lar­go de los siglos. La últi­ma obra, la torre nova, data de media­dos del siglo XIX y es una répli­ca de la ori­gi­nal.

Es de esti­lo góti­co tar­dío, como que­da paten­te en su dis­tri­bu­ción inter­na y en los ele­men­tos bajos de sus facha­das; con pos­te­rior amplia­ción rena­cen­tis­ta. Del inte­rior des­ta­can estan­cias tan emble­má­ti­cas como el Pati Gòtic, la Sala Dau­ra­da Gran, la Sala Dau­ra­da Menu­da (con unos arte­so­na­dos de pan dora­do espec­ta­cu­la­res), el Saló de Reis i la Saló de Corts o Sala Nova.

Es pre­ci­sa­men­te el Saló de Corts don­de se pue­de con­tem­plar la estruc­tu­ra de aque­llas Cor­tes Gene­ra­les del Rei­no de Valen­cia en un mural en el que están repre­sen­ta­dos los bra­zos ecle­siás­ti­co, mili­tar y nobi­lia­rio, ade­más de sín­di­cos que repre­sen­ta­ban a las ciu­da­des con títu­lo de ciu­dad real.

El Palau de la Gene­ra­li­tat, dada su acti­vi­dad ins­ti­tu­cio­nal, solo es visi­ta­ble en días con­cre­tos. El Gobierno valen­ciano sue­le pro­gra­mar unas jor­na­das de puer­tas abier­tas en la sema­na del 9 d’Oc­tu­bre (Día de la Comu­ni­tat Valen­cia­na) o en Navi­dad.

4. Los pala­ce­tes góti­cos de la calle Caba­lle­ros y el Palau dels Bor­ja

El poder eco­nó­mi­co de los nobles de la ciu­dad se con­cen­tra­ba en el entorno de los cen­tros de poder, en espe­cial en la calle que dis­cu­rría y dis­cu­rre des­de el Palau de la Gene­ra­li­tat y las Torres de Quart. La calle Caba­lle­ros era en la que muchos de esos caba­lle­ros esta­ble­cie­ron sus vivien­das, pala­ce­tes góti­cos que tenían en su patio, su arco y sus esca­le­ras ele­men­tos dis­tin­ti­vos. Muchos de estos han logra­do sobre­vi­vir al paso del tiem­po y de las moder­ni­za­cio­nes de la ciu­dad. Sue­len ser pri­va­dos. En oca­sio­nes se cele­bran jor­na­das de puer­tas abier­tas que per­mi­ten ser visi­ta­dos al menos en los ele­men­tos comu­nes, como los patios.

Den­tro de este con­jun­to de pala­ce­tes des­ta­ca el Palau de Beni­car­ló o dels Bor­ja, actual sede del par­la­men­to valen­ciano (Les Corts). Ubi­ca­do en la calle Nave­llos, el pala­cio fue cons­trui­do en el siglo XV como resi­den­cia de la fami­lia Bor­gia por el pri­mer duque de Gan­día e hijo de Ale­jan­dro VI, Pedro Luis de Bor­ja. En él, se pue­den apre­ciar los esti­los góti­cos y rena­cen­tis­tas.

A pesar de haber sufri­do nume­ro­sas refor­mas y haber pasa­do a lo lar­go de su his­to­ria por esta­dos casi rui­no­sos, actual­men­te pre­ser­va el espi­rí­tu góti­co, recu­pe­ra­do tras su reha­bi­li­ta­ción para aco­ger Les Corts, con la por­ta­la­da con arco de medio pun­to y la logia o gale­ría de ven­ta­nas con arcos mix­ti­lí­neos del últi­mo piso.

En el inte­rior, al mar­gen de unos pri­me­ros ele­men­tos góti­cos, hay toda una ala moder­nis­ta y neo­clá­si­ca, fru­to de las dis­tin­tas inter­ven­cio­nes.

Las visi­tas al Palau dels Bor­ja tam­bién depen­den de la acti­vi­dad ins­ti­tu­cio­nal y de igual mane­ra se cele­bran jor­na­das de puer­tas abier­tas que per­mi­ten inclu­so el acce­so al hemi­ci­clo.

5. La Nau

El cre­ci­mien­to eco­nó­mi­co de la ciu­dad y en espe­cial el pro­gre­so que con­lle­vó el Siglo de Oro fue­ron el cal­do de cul­ti­vo per­fec­to para la crea­ción de la Uni­ver­si­dad de Valèn­cia. Naci­da bajo el nom­bre de Estu­di Gene­ral, se puso en mar­cha en 1499. Es la más anti­gua de la Comu­ni­tat Valen­cia­na y una de las más anti­guas de Espa­ña.

Su edi­fi­cio his­tó­ri­co se cono­ce como La Nau, por la calle a la que recae una de sus puer­tas y es un ejem­plo de arqui­tec­tu­ra neo­clá­si­ca valen­cia­na, espe­cial­men­te en sus facha­das y claus­tro. Su con­fi­gu­ra­ción arqui­tec­tó­ni­ca actual es fru­to de una suce­sión de inter­ven­cio­nes que han ido adap­tan­do el edi­fi­cio a sus dife­ren­tes fun­cio­nes y nece­si­da­des a lo lar­go de más de cin­co siglos, des­de el pri­mer dise­ño encar­ga­do a Pere Comp­te has­ta las más recien­tes inter­ven­cio­nes (1999 y 2012) que han actua­li­za­do su fun­cio­na­li­dad y pues­to al día sus infra­es­truc­tu­ras.

Dejó de aco­ger cla­ses hace ya casi un lus­tro. Actual­men­te es un cen­tro cul­tu­ral y sede de la biblio­te­ca his­tó­ri­ca.

7. Igle­sia de San Nico­lás

La lle­ga­da de los nue­vos pobla­do­res cris­tia­nos al Rei­no de Valen­cia impli­ca­ron la crea­ción de nue­vas igle­sias que sus­ti­tui­rían a las mez­qui­tas. Una de las pri­me­ras devo­cio­nes que se implan­tó en la ciu­dad fue a San Nico­lás. De hecho, la igle­sia de San Nico­lás de Bari y San Pedro Már­tir es una de las pri­me­ras doce parro­quias cris­tia­nas de la ciu­dad de Valèn­cia tras la recon­quis­ta de Jau­me I en 1238.

Eri­gi­da como parro­quia hacia 1242, fue refor­ma­da a ini­cia­ti­va de la fami­lia Bor­ja en esti­lo góti­co entre 1419 y 1455 con­tra­yén­do­se la bóve­da góti­ca de cru­ce­ría en la nave cen­tral. Entre 1690 y 1693 se recu­brió el inte­rior con deco­ra­ción barro­ca y pin­tu­ras al fres­co de esce­nas de la vida de San Nico­lás de Bari y de San Pedro Már­tir, dise­ña­das por Anto­nio Palo­mino y pin­ta­das por Dio­nís Vidal.

La recien­te res­tau­ra­ción de las pin­tu­ras de la igle­sia de San Nico­lás han per­mi­ti­do ver una colo­ris­ta poli­cro­mía que impreg­na cada pared de la igle­sia, lle­gan­do a ser bau­ti­za­da popu­lar­men­te como la Capi­lla Six­ti­na valen­cia­na.

6. La Igle­sia del Patriar­ca

Jus­to jun­to al edi­fi­cio his­tó­ri­co de la Uni­ver­si­dad de Valèn­cia se encuen­tra la Igle­sia del Patriar­ca. Monu­men­to Nacio­nal des­de 1962 y Bien de Inte­rés Cul­tu­ral en 2007, es uno de los mejo­res ejem­plos de arqui­tec­tu­ra rena­cen­tis­ta. En el Museo del Cole­gio des­ta­can las pin­tu­ras de Cara­vag­gio, El Gre­co, Van Der Wey­den, Ben­lliu­re, Ribal­ta o Pina­zo entre otros, así como el manus­cri­to ori­gi­nal de la obra pós­tu­ma de Sir Tho­mas More.

El con­jun­to del Patriar­ca, Real Cole­gio del Semi­na­rio del Cor­pus Chris­ti, está com­pues­to por cole­gio, semi­na­rio e igle­sia. Esta gran obra se ini­cio en 1586, con­clu­yén­do­se en 1610. El con­jun­to se arti­cu­la alre­de­dor de un gran claus­tro de esti­lo rena­cen­tis­ta al que dan la igle­sia, la capi­lla de la Comu­nión, la biblio­te­ca, cel­das y aulas, que a su vez dan paso a un patio pos­te­rior que reco­ge las depen­den­cias más ínti­mas del edi­fi­cio. Exte­rior­men­te está resuel­to median­te muros de mam­pos­te­ría. En la esqui­na de la pla­za, pre­sen­ta un cam­pa­na­rio de redu­ci­das dimen­sio­nes. Su museo guar­da obras de arte de gran valor, entre ellas varias de El Gre­co y pri­mi­ti­vos fla­men­cos.

Las visi­tas al con­jun­to deben con­cer­tar­se de mane­ra pre­via.

7. Los puen­tes sobre el Turia

Es impo­si­ble expli­car Valèn­cia sin con­tar con el río Turia. La ciu­dad nació abra­za­da por él y su cre­ci­mien­to urbano siem­pre estu­vo vin­cu­la­do al río. Aun­que en la actua­li­dad sea un jar­dín, posi­ble­men­te el mejor atrac­ti­vo de la ciu­dad: su gran par­que que la reco­rre de pun­ta a pun­ta, en el pasa­do lle­va­ba agua y había que sal­var­lo con puen­tes. La ciu­dad cuen­ta con nume­ro­sos puen­tes sobre el anti­guo cau­ce. Algu­nos de ellos cons­trui­dos cuan­do ya se había des­via­do el río por fue­ra del cas­co urbano, deci­sión que se adop­ta tras una trá­gi­ca ria­da en 1957.

Pero la ciu­dad con­ser­va cin­co puen­tes his­tó­ri­cos sobre el anti­guo cau­ce. El más anti­guo es el de la Tri­ni­dad, cons­trui­do en 1407 con pie­dra de sille­ría con 10 arcos de bóve­da apun­ta­dos. El segun­do, el de Serra­nos, de 1518 (jus­to fren­te a la puer­ta de Serra­nos). El puen­te de la Mar (ori­gi­nal­men­te de 1596, aun­que con inter­ven­cio­nes pos­te­rio­res), el del Real (1599), que unía la ciu­dad con los Jar­di­nes del Real (Vive­ros) y el des­apa­re­ci­do Cas­ti­llo Real, y el puen­te de San José (1607) com­ple­tan los puen­tes his­tó­ri­cos que se pue­den con­tem­plar en su ple­ni­tud gra­cias a que el jar­dín del Turia dis­cu­rre por deba­jo de ellos, per­mi­tien­do ver su cons­truc­ción.

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