A los tres años, Rocío Carras­co empe­zó a bai­lar, a los sie­te hizo sus pri­me­ras coreo­gra­fías y dos déca­das des­pués reci­bió la máxi­ma dis­tin­ción: el Pre­mio Nacio­nal de Dan­za, otor­ga­do por el Minis­te­rio de Cul­tu­ra. Solo tenía 26 años y ya se reco­no­cía su “apor­ta­ción a la reno­va­ción del arte fla­men­co”. Lo que para otra per­so­na hubie­ra sido una res­pon­sa­bi­li­dad abru­ma­do­ra, para ella fue un impul­so. Igual que el nom­bre de la pie­za que pre­sen­ta en el TEM este fin de sema­na.

En 2017 la artis­ta mala­gue­ña visi­tó el Tea­tre el Musi­cal con el mon­ta­je Caí­da del cie­lo. Esta sema­na vuel­ve con Impul­so, una pro­pues­ta que no se pre­sen­ta como un espec­tácu­lo cerra­do, sino como una inves­ti­ga­ción, un pro­ce­so crea­ti­vo en direc­to. La actua­ción se enmar­ca den­tro de la línea de pro­gra­ma­ción de fla­men­co con­tem­po­rá­neo de la sala muni­ci­pal, situa­da en pleno cora­zón de El Caba­n­­yal-Can­­ya­­me­­lar, barrios estre­cha­men­te liga­dos a esta expre­sión cul­tu­ral. Y for­ma par­te de los labo­ra­to­rios de inves­ti­ga­ción escé­ni­ca con los que Moli­na está pre­pa­ran­do su nue­va pie­za, que se estre­na­rá en 2020.

Impul­so, ade­más de lle­var a Moli­na cada vez más cer­ca de su pró­xi­mo mon­ta­je, es toda una expe­rien­cia escé­ni­ca. Sobre el esce­na­rio, la bai­la­ri­na y coreó­gra­fa se abre. Inves­ti­ga en direc­to, impro­vi­sa, va tes­tan­do nue­vos cami­nos, pro­ban­do movi­mien­tos que sur­gen de la inter­ac­ción con el espa­cio, con los espec­ta­do­res y con los artis­tas que esa noche le acom­pa­ñan.

El pró­xi­mo sába­do 23 de noviem­bre a las 20:30 h, la bai­la­ri­na y coreó­gra­fa se reu­ni­rá sobre el esce­na­rio con los gui­ta­rris­tas Dani de Morón, Eduar­do Tras­sie­rra y Yerai Cor­tés,  que se deja­rán lle­var por la crea­ti­vi­dad de una mujer que dis­fru­ta de ir más allá.

Vanguardia, estética y raíces flamencas

A los 35 años, Rocío Moli­na ha reci­bi­do mul­ti­tud de galar­do­nes nacio­na­les, entre los que se  inclu­yen varios pre­mios Max, pero tam­bién inter­na­cio­na­les, como los Dan­ce Natio­nal Bri­tish Awards.  Y está con­sa­gra­da como nom­bre impres­cin­di­ble del fla­men­co con­tem­po­rá­neo.

Arries­ga­da e ico­no­clas­ta, ha crea­do un len­gua­je pro­pio que tie­ne sus raí­ces en la tra­di­ción de esta cul­tu­ra, pero que se mez­cla y se enri­que­ce con otras muchas dis­ci­pli­nas. Apa­sio­na­da de la van­guar­dia y la esté­ti­ca, en sus espec­tácu­los la filo­so­fía, la antro­po­lo­gía, el femi­nis­mo y la femi­ni­dad son herra­mien­tas tan impor­tan­tes como su pro­pio cuer­po. Una crea­ti­vi­dad libre, casi feroz, que lle­va la dan­za al lími­te.

Vir­tuo­sis­mo, con­tem­po­ra­nei­dad y ries­go con­cep­tual son los ele­men­tos que siem­pre están pre­sen­tes a sus pro­pues­tas, acla­ma­das por la crí­ti­ca nacio­nal e inter­na­cio­nal. Espec­tácu­los con los que ha reco­rri­do el mun­do, reno­van­do unaa ima­gen del fla­men­co dema­sia­das veces limi­ta­da al tópi­co. Con sus crea­cio­nes, Moli­na ha visi­ta­do, entre otros, el Bar­bi­can Cen­ter de Lon­dres, el New York City Cen­ter, el Tea­tro Sta­nis­lavsky de Mos­cú, el Tea­tro Bun­ka­mu­ra de Tokio o el Tea­tro Nacio­nal de Chai­llot en París, don­de es artis­ta aso­cia­da des­de 2014. Son algu­nos de los nom­bres de un lar­go lis­ta­do en el que tie­ne la suer­te de incluir­se el Tea­tre el Musi­cal de Valèn­cia.  

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