La polí­ti­ca espa­ño­la sigue en modo cha­ra­da. Vox, Caye­ta­na y Pablo Igle­sias ten­san la cuer­da y se exci­tan como si gus­ta­ran de vivir al filo del 36. Una sobe­ra­na estu­pi­dez cuan­do resul­ta que la ciu­da­da­nía espa­ño­la es la que mejor se ha con­fi­na­do de Occi­den­te. No hemos lle­ga­do a la dis­ci­pli­na con­fu­cia­na de los orien­ta­les, pero aquí no ha habi­do el cachon­deo que se ha vis­to en los EEUU o en Ingla­te­rra. Somos obe­dien­tes y mode­ra­dos mien­tras la cla­se polí­ti­ca nacio­nal se dis­pa­ra en el pie.

Así las cosas, no es extra­ño que la comi­sión par­la­men­ta­ria de recons­truc­ción se haya ini­cia­do como el rosa­rio de la auro­ra y no le hicie­ran caso a las pro­pues­tas de Nadia Cal­vi­ño. En para­le­lo, el Ayun­ta­mien­to de Valen­cia ha empe­za­do tam­bién a invi­tar a exper­tos para que hablen del futu­ro. De momen­to, más allá de los insul­tos que se han pro­fe­ri­do en las Cor­tes, no hay nin­gu­na pro­pues­ta audaz o ima­gi­na­ti­va a fal­ta de cono­cer lo con­sen­sua­do en la auto­no­mía ara­go­ne­sa. Solo la apro­ba­ción del Ingre­so Míni­mo Vital se sale del guion habi­tual, aun­que a las pri­me­ras de cam­bio ya ha gene­ra­do polé­mi­ca en torno a las admi­nis­tra­cio­nes que deben ges­tio­nar su con­ce­sión.

No obs­tan­te, y por más que se vis­ta de ini­cia­ti­va pro­gre­sis­ta, el Ingre­so Míni­mo Vital no deja de pare­cer un tra­sun­to de las polí­ti­cas de bene­fi­cen­cia tan en boga en el siglo XIX aun­que aho­ra parez­ca un logro de la social­de­mo­cra­cia a la escan­di­na­va. En cual­quier caso, con­vie­ne no con­fun­dir este sub­si­dio o las ayu­das que se ges­tio­nan a tra­vés del Sepe o las mutua­li­da­des labo­ra­les con la recons­truc­ción. Todas estas son medi­das palia­ti­vas, sin duda nece­sa­rias para que la gen­te no se pre­ci­pi­te por el agu­je­ro de la indi­gen­cia y para man­te­ner un míni­mo con­su­mo interno. La cien­cia eco­nó­mi­ca debe ser­vir para que la gen­te no sufra, sen­ten­cia­ba Key­nes.

El meo­llo, sin embar­go, es otro y vie­ne mar­ca­do des­de Bru­se­las. A nues­tro país le van a corres­pon­der 140.000 millo­nes de los 750.000 que la Unión Euro­pea va a poner en cir­cu­la­ción a lo lar­go de los dos pró­xi­mos años. Sere­mos, tras Ita­lia (172.000 millo­nes), el país al que se sumi­nis­tra­rán más ayu­das, pero el pro­gra­ma está lleno de con­di­cio­na­li­da­des. Nos ofre­cen algo más de la mitad de lo que pedi­mos, y es ver­dad que no hay euro­bo­nos, ni deu­da com­par­ti­da, pero del orden de 77.000 millo­nes son rega­la­dos, sub­ven­cio­nes a fon­do per­di­do, mien­tras que otros 63.000 serán cré­di­tos blan­dos ava­la­dos por el BCE que habrá que devol­ver.

Ade­más de todo ello, el dine­ro ten­drá que des­ti­nar­se a pro­yec­tos con­cre­tos, que a jui­cio de los tec­no­po­lí­ti­cos euro­peos, debe­rán inci­dir en las nue­vas eco­no­mías: ener­gías reno­va­bles, pro­gra­mas ver­des, tele­co­mu­ni­ca­cio­nes, inves­ti­ga­ción médi­ca… Euro­pa quie­re que apren­da­mos a pes­car, no que repi­ta­mos polí­ti­cas de sub­si­dios has­ta el día del jui­cio final como ha veni­do sien­do habi­tual en el área medi­te­rrá­nea del vie­jo con­ti­nen­te. No se habla de res­ca­tes ni de hom­bres de negro, pero la vigi­lan­cia, gris maren­go, será estre­cha. Tenien­do en cuen­ta que ya nos toca ser paga­do­res netos de la UE tras el bre­xit bri­tá­ni­co, y que las trans­fe­ren­cias que corres­pon­den a nues­tro país se ele­van a 43.000 millo­nes, pue­den hacer los cálcu­los del sal­do y las cir­cuns­tan­cias de Espa­ña res­pec­to a Euro­pa.

En medio de estas dis­yun­ti­vas se anun­cia el pre­ci­pi­ta­do cie­rre de la fac­to­ría Nis­san en Bar­ce­lo­na, pro­duc­to de la polí­ti­ca defen­si­va para con su sec­tor auto­mo­vi­lís­ti­co de la pro­pia Unión Euro­pea, muy pode­ro­so tan­to en Ale­ma­nia como en Fran­cia. Ojo pues a los fabri­can­tes extra­co­mu­ni­ta­rios en terri­to­rio euro­peo: la Ford en Almus­sa­fes, sin ir más lejos. 

La Nis­san japo­ne­sa lle­va­ba 40 años en la Zona Fran­ca y supo­ne la pér­di­da de 2.800 pues­tos de tra­ba­jo direc­tos y cer­ca de 23.000 indi­rec­tos. En reali­dad, esta empre­sa fue crea­da por la pro­pia Ford como Motor Ibé­ri­ca en los años 20 del pasa­do siglo, para ven­der­la a Ebro en los 50, al tiem­po que el INI implan­ta­ba Seat en Cata­lu­ña. Pablo Igle­sias ha pedi­do nacio­na­li­zar la com­pa­ñía, y el Govern cata­là ha lan­za­do una idea tal vez errá­ti­ca pero nece­sa­ria: olvi­dar­se de sub­ven­cio­nes e insu­flar­le capi­tal para hacer­la atrac­ti­va de cara a reno­var­la como una nue­va empre­sa com­pe­ti­ti­va en el mer­ca­do de la auto­mo­ción eléc­tri­ca. 

Llom­bai, un pue­blo semi­aban­do­na­do en la pro­vin­cia de Valen­cia.

Los acon­te­ci­mien­tos se ace­le­ran, pero de momen­to segui­mos sin recons­truir y sin pla­nes. En otro artícu­lo ante­rior ya sub­ra­yé la nece­si­dad de imple­men­tar pro­yec­tos que absor­bie­ran cuan­to antes de 2 a 3 millo­nes de empleos. Pro­pu­se para ello un gran plan nacio­nal de con­quis­ta del mun­do rural, recons­tru­yen­do pue­blos y ocu­pan­do la Espa­ña vacia­da median­te inver­sio­nes en reha­bi­li­ta­ción, escue­las, cen­tros médi­cos y resi­den­cias de la ter­ce­ra edad.

Pues solo el cam­po tie­ne visos de resul­tar una alter­na­ti­va eco­nó­mi­ca –y geriá­tri­ca– para el país. Nos jac­tá­ba­mos de tener los más altos índi­ces de lon­ge­vi­dad pero aho­ra han sido los cen­tros geriá­tri­cos don­de más letal­men­te ha azo­ta­do el coro­na­vi­rus y don­de el futu­ro pare­ce incier­to sin pro­gra­mas que los hagan fun­cio­nar como arcas de Noé y no como cemen­te­rios.

Aun­que hay muchas otras posi­bi­li­da­des, como la nece­si­dad de trans­for­mar las gran­des ciu­da­des en espa­cios habi­ta­bles median­te las lla­ma­das polí­ti­cas de 15 minu­tos: es decir, siguien­do las ideas de la alcal­de­sa de París, Anne Hidal­go, crear cir­cui­tos pea­to­na­les que hagan posi­ble que la mayo­ría de los des­pla­za­mien­tos en la ciu­dad se pue­dan lle­var a cabo andan­do en ese mar­gen tem­po­ral del cuar­to de hora. Reur­ba­ni­zar la ciu­dad en pocas pala­bras, pero sin mace­te­ros.

Y no les hablo en exten­so de las posi­bi­li­da­des que se abren para las tele­co­mu­ni­ca­cio­nes, por ejem­plo, refor­man­do por com­ple­to los esta­dios depor­ti­vos o los tea­tros, audi­to­rios y cines, todos aque­llos espa­cios de alta con­cen­tra­ción huma­na, que debe­rán limi­tar sus afo­ros al mis­mo tiem­po que mul­ti­pli­can sus dis­po­si­ti­vos para la retrans­mi­sión por tele­vi­sión, inclu­yen­do la reali­dad vir­tual, antes de que los pró­xi­mos Jue­gos Olím­pi­cos de Tokio nos dejen a todos con la boca digi­tal abier­ta.

O el ya refe­ri­do impul­so al auto­mó­vil eléc­tri­co, la digi­ta­li­za­ción de los sis­te­mas de dis­tri­bu­ción, las polí­ti­cas de impul­so al turis­mo sos­te­ni­ble y a la gas­tro­no­mía, la nue­va edu­ca­ción onli­ne y la cul­tu­ra o la cien­cia, con la indus­tria quí­mi­ca y cos­mé­ti­ca avan­za­da… Es decir, todo un mun­do nue­vo que nos aguar­da ahí fue­ra y que nues­tros polí­ti­cos, mio­pes, siguen sin vis­lum­brar ni de lejos. 

*Artícu­lo publi­ca­do el pasa­do 31 de mayo en la edi­ción digi­tal de Leva­n­­te-EMV.

Comparte esta publicación

amadomio.jpg

Suscríbete a nuestro boletín

Reci­be toda la actua­li­dad en cul­tu­ra y ocio, de la ciu­dad de Valen­cia