El Cinematógrafo, como el Cristianismo, tiene su Patristica  ‑Griffith, Ford, Hitchcock, Murnau, Lang, Buñuel, Bresson, Dreyer…- y  sus místicos ‑Jean Marie Straub es un ejemplo modélico.

El teó­ri­co e his­to­ria­dor del cine San­tos Zun­zu­ne­gui ha con­fec­cio­na­do una suer­te de enci­clo­pe­dia o dic­cio­na­rio razo­na­do acer­ca de la obra de Jean Marie Straub y su pare­ja  Danie­lle Hui­llet, auto­res de films como No recon­ci­lia­dos (basa­do en una  nove­la de Hein­rich Böll), Cró­ni­ca de Anna Mag­de­le­na Bach, Otón (ins­pi­ra­do en una pie­za de Cor­nei­lle), Moi­sés y Aarón (que toma el mate­rial de una ópe­ra de Arnold Schön­berg), entre otros.

Todos sus films toman como pun­to de par­ti­da obras pre­exis­ten­tes (lite­ra­rias, pic­tó­ri­cas, musi­ca­les) y sobre ellas ope­ra una moda­li­dad de palim­pses­to.

Su obra está basa­da en el con­cep­to de plano bios­có­pi­co, es decir, la unión indi­so­lu­ble de ima­gen y soni­do, el puro pre­sen­te con­den­sa­do. De ahí se des­pren­de su rigu­ro­sa fide­li­dad al soni­do direc­to, con un res­pe­to devo­to al rui­do de los tex­tos, de la natu­ra­le­za y de las cosas. Esta teo­lo­gía del plano bios­có­pi­co pre­co­ni­za un “cine de tiem­po” en opo­si­ción al usual “cine de acon­te­ci­mien­tos” y exi­ge esco­ger un pun­to de vis­ta sobre el mun­do, que es, al mis­mo tiem­po, un pun­to de escu­cha de los soni­dos del mun­do.

Straub/Huillet no creen en el cine; nun­ca han teni­do al idea de hacer cine, sino la de hacer un film con­cre­to, pelí­cu­las úni­cas y sin­gu­la­res. No hacer del cine una pro­fe­sión, sino un ofi­cio, en el sen­ti­do tra­di­cio­nal del tér­mino.

Sus téc­ni­cas acto­ra­les son como seve­ros ejer­ci­cios espi­ri­tua­les. El hie­ra­tis­mo, la rigi­dez, la decla­ma­ción de los acto­res deben eli­mi­nar todo natu­ra­lis­mo. Esta­mos ante per­so­na­jes que re-citan. El arte de re-citar es una prác­ti­ca pre­ci­sa. El espec­ta­dor tie­ne ante sí acto­res cons­cien­tes de hablar­se entre ellos bajo el ojo de la cáma­ra. No han de preo­cu­par­se por el sen­ti­do sino por el rit­mo de lo que reci­tan. Los diá­lo­gos tien­den a ser “par­ti­tu­ras sono­ras”. La maniá­ti­ca aten­ción a los tex­tos, el des­po­ja­mien­to de cual­quier ges­tua­li­dad pres­cin­di­ble, con­lle­va que en estos films cada movi­mien­to cor­po­ral –un paso al lado, un des­pla­za­mien­to de  mira­da, la tor­sión de un cue­llo, una mano que se posa en una rama- supo­ne un seís­mo en una ima­gen que sitúa al ser humano en un con­tex­to del que es sólo una par­te.

Una suge­ren­te con­si­de­ra­ción de Zun­zu­ne­gui: se tra­ta de fil­mar pala­bras como si fue­ra pie­dras y fil­mar la pie­dras como si fue­ran pala­bras; pala­bras de un len­gua­je arcai­co, casi olvi­da­do que es nece­sa­rio recu­pe­rar.

En este orden de cosas, Straub dice: “para noso­tros cada cen­tí­me­tro cua­dra­do del encua­dre tie­ne la mis­ma impor­tan­cia. No pue­de ser que la nariz del actor la ten­ga mayor. El hom­bre nun­ca ha sido el cen­tro del uni­ver­so. Comen­zó a creér­se­lo con el Rena­ci­mien­to y en ese momen­to comen­za­ron los pro­ble­mas” 

Cézan­ne es una de sus refe­ren­cias más rele­van­tes. Este  pin­tor tra­ta­ba “refai­re Pous­sin sur natu­re” (reha­cer a Pous­sin del natu­ral); el pro­pó­si­to de Straub es “reha­cer a  Cézan­ne con el cine­ma­tó­gra­fo”. Este artis­ta pin­tó cien­tos de veces la mon­ta­ña de la San­ta Vic­to­ria, de modo simi­lar Straub  no ceja en reela­bo­rar sus films median­te diver­sas varia­cio­nes y mon­ta­jes… que son todos  “ori­gi­na­les”.

Para Straub, “el esti­lo no exis­te. Un film que tie­ne un esti­lo es una mier­da. Lo que lle­va a cabo un rea­li­za­dor es un tra­ba­jo con­tra sí mis­mo, con­tra la com­pla­cen­cia, para lle­gar a algo que carez­ca de esti­lo, pero que con­si­ga robar algo del mun­do, sin saquear­lo

Subro­ga el con­cep­to de esti­lo por el de méto­do de tra­ba­jo.

Reto­man­do la idea de Jac­ques Rivet­te, de que “un film de fic­ción es al fin y al cabo un docu­men­tal sobre unos deco­ra­dos y unos acto­res”, tra­ta de lle­var­la al extre­mo. Por eso es un obs­ti­na­do enemi­go del dobla­je de las pelí­cu­las. Y de ahí la extra­or­di­na­ria impor­tan­cia que con­ce­den en sus obras los sub­tí­tu­los, escru­pu­lo­sa­men­te tra­ba­ja­dos por Daniè­le Hui­llet; for­man par­te de la ima­gen: son una enti­dad hibri­da de ima­gen abs­trac­ta y soni­do implí­ci­to.

El emi­nen­te teó­ri­co Ser­ge Daney ‑al que se debe la expre­sión “Inter­na­cio­nal Straub”, alu­dien­do al selec­to gru­po de devo­tos que se espar­cen por los más diver­sos paí­ses–  augu­ra­ba que “el tiem­po corre a favor de los Straub no por­que de impro­vi­so vayan a vol­ver­se popu­la­res sino por la dis­tan­cia que han pues­to des­de el prin­ci­pio entre ellos y el mun­do del cine, y la sole­dad que es el pre­mio de los que sólo cuen­tan con sus pro­pias fuer­zas”. 

La con­cep­ción esté­­ti­­co-polí­­ti­­ca de los Straub pare­ce una des­con­cer­tan­te mez­cla de  can­dor utó­pi­co y cate­que­sis vio­len­ta.

Ase­gu­ra­ba Hui­llet: “cuan­do no estoy segu­ra de ser lo sufi­cien­te­men­te fuer­te como para lle­gar al final, me digo a mi mis­ma si Mao y sus cam­pe­si­nos fue­ron capa­ces de remo­ver su inmen­so país, sería el col­mo que noso­tros no los fué­ra­mos para hacer una pelí­cu­la. Y fun­cio­na y me pon­go a tra­ba­jar de nue­vo” 

Y admi­tía Straub: “mi sue­ño es haber sido fun­cio­na­rio en una socie­dad real­men­te demo­crá­ti­ca al que le hubie­sen deja­do en paz para que haga sus cosas una al año o una cada dos años, sin que se tuvie­se nece­si­dad de saber quién las había hecho.”(…)“Si no hubie­se apren­di­do a hacer pelí­cu­las  hubie­ra pues­to bom­bas”.


Por­ta­da.

Títu­lo: Jean-Marie Straub y Daniè­le Hui­llet. La rein­ven­ción del cine­ma­tó­gra­fo.

Autor: San­tos Zun­zu­ne­gui

Edi­to­rial: Shan­gri­la

Pági­nas: 741

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