15 de enero de 2022.

Recien­te­men­te escri­bí en mi muro de Face­book unas pala­bras que refle­ja­ban mi esta­do de áni­mo en estos últi­mos meses. Mi des­aho­go emo­cio­nal tuvo de inme­dia­to cen­te­na­res de comen­ta­rios soli­da­rios. Me pasa lo que le pasa a mucha más gen­te. Es el signo de los tiem­pos. 

Este fue mi comen­ta­rio: “Sufri­mos una pan­de­mia des­de hace dos años, el pasa­do 29 de sep­tiem­bre murió mi perri­ta, en Mis­la­ta hemos teni­do estos días una durí­si­ma tra­ge­dia con dos niñas como víc­ti­mas mor­ta­les, son nume­ro­sos los casos de vio­len­cia de géne­ro aquí y allá, lle­vo tres meses sin salir ape­nas a la calle, mi edad no es la más her­mo­sa de la vida, la reali­dad polí­ti­ca es poco esti­mu­lan­te… Y sin embar­go, me resis­to a la depre­sión. En mi casa hay una con­vi­ven­cia cari­ño­sa y sin secre­tos, me ilu­sio­na pen­sar que me que­dan por vivir bue­nos momen­tos, aún podré dis­fru­tar en comi­das diver­ti­das con per­so­nas bon­da­do­sas e inte­li­gen­tes a las que quie­ro, doy por segu­ro que toda­vía veré mag­ní­fi­cas expo­si­cio­nes y ten­dré libros sabios entre mis manos, en la tele­vi­sión me aguar­dan intere­san­tes pro­gra­mas (de lo últi­mo no estoy segu­ro)… No, no me depri­mo. Las depre­sio­nes con­du­cen al abis­mo y creo con­ser­var ener­gía, buen áni­mo y una cier­ta inge­nui­dad para evi­tar­las. Pero la ver­dad es esa: todo esto es muy duro. Bus­ca­ré el ampa­ro de un céle­bre con­se­jo de Grams­ci: “Fren­te al pesi­mis­mo de la razón, el opti­mis­mo de la volun­tad”.

Entre los “bue­nos momen­tos” que, pese a todo, aspi­ro a dis­fru­tar en medio de las difi­cul­ta­des per­so­na­les y colec­ti­vas, se cuen­ta la de ver en la tele algu­nas bue­nas pelí­cu­las y series, gra­cias espe­cial­men­te a la ofer­ta de diver­sas pla­ta­for­mas. En gene­ral, tien­do a los valo­res segu­ros. Ya lo he con­ta­do algu­na vez. El cine clá­si­co aguan­ta bien una revi­sión cada dos o tres años de sus mejo­res títu­los. En las dos últi­mas sema­nas he vuel­to a refu­giar­me en las imá­ge­nes de El hom­bre tran­qui­lo (John Ford, 1952), Sed de mal (Orson Welles, 1958), La mujer del cua­dro (Fritz Lang, 1944), Mon­sieur Ver­doux (Char­les Cha­plin, 1947) y Alar­ma en el expre­so (Alfred Hitch­cock, 1938). 

Ima­gen de La mujer del cua­dro.

Sigo ena­mo­ra­do de esas pelí­cu­las, con una excep­ción: Alar­ma en el expre­so, de la eta­pa ingle­sa de su rea­li­za­dor, me ha pare­ci­do aho­ra vetus­ta, bas­tan­te des­equi­li­bra­da en su mez­cla de intri­ga y come­dia, lle­na de infan­ti­les y pre­vi­si­bles tru­cos argu­men­ta­les y con un sen­ti­do del humor que ape­nas logra pro­vo­car –al menos en mí– un par de son­ri­sas des­ma­ya­das. 

Ame­mos la ver­dad: el gran cine de Hitch lo hizo en Esta­dos Uni­dos: Rebe­ca (1940), La som­bra de una duda (1943), Enca­de­na­dos (1946), Extra­ños en un tren (1951), La ven­ta­na indis­cre­ta (1954), El hom­bre que sabía dema­sia­do (1956), Vér­ti­go(1958), Con la muer­te en los talo­nes (1959), Psi­co­sis (1960), Los pája­ros (1963), Mar­nie, la ladro­na (1964)…

Del cine recien­te he vis­to El poder del perro (Jane Cam­pion, 2021), triun­fa­do­ra en los últi­mos Glo­bos de Oro. No enten­dí la pelí­cu­la. Y lo poco que com­pren­dí, me abu­rrió.

Jane Cam­pion rodan­do El poder del perro.

En cuan­to a las series, últi­ma­men­te no con­si­go –qui­zá por impa­cien­cia mía– que nin­gu­na me engan­che, aun­que Raphae­lí­si­mo (Movis­tar) la vi de un tirón, el jue­ves 13, des­pués de cenar. Sin apa­sio­na­mien­to, pero sin abu­rrir­me. La serie, una crea­ción de Char­lie Arnáiz y Alber­to Orte­ga con cua­tro capí­tu­los de cin­cuen­ta y tan­tos minu­tos cada uno, cuen­ta con sobrie­dad la vida y la carre­ra de Raphael. Me sor­pren­die­ron un poco los elo­gios que Víc­tor Manuel, Miguel Ríos, Enri­que Bun­bury, Iña­ki Gabi­lon­do Andrés Cala­ma­ro le dedi­can –actual­men­te– al esti­lo y las can­cio­nes de Raphael. El que resis­te, gana.

Manuel Ale­jan­dro con Raphael.

Quien tam­bién se mere­ce que le dedi­quen una bue­na serie es Manuel Ale­jan­dro (Jerez de la Fron­te­ra, 1933), com­po­si­tor de muchas de las mejo­res y más des­ga­rra­das can­cio­nes de Raphael. El pro­pio can­tan­te lo reco­no­ce en Raphae­lí­si­mo: “El 50% de mi éxi­to se lo debo a Manuel Ale­jan­dro”. 

DIARIO UN CINÉFILO

«Que la vida iba en serio / uno lo empie­za a com­pren­der más tar­de”
Jai­me Gil de Bied­ma

DIARIO DE UN CINÉFILO Es una sec­ción dedi­ca­da al mun­do de las Series de TV, a todos sus aspec­tos ciné­fi­los pero tam­bién a sus deri­va­cio­nes socio­ló­gi­cas y rela­ti­vas a la vida coti­dia­na de las per­so­nas. La cons­truc­ción de roles, las rela­cio­nes fami­lia­res, la actua­li­dad, la come­dia y el dra­ma, la épi­ca his­tó­ri­ca, dra­go­nes y maz­mo­rras… Todo cabe en el mun­do de las series, y cual­quier pers­pec­ti­va del mun­do pue­de ser vis­ta des­de la ópti­ca de un ciné­fi­lo, de un serió­fi­lo inte­li­gen­te y pers­pi­caz. La sec­ción está per­so­na­li­za­da en Rafa Marí, uno de los últi­mos gran­des ciné­fi­los espa­ño­les. La perio­di­ci­dad es alea­to­ria, y la lon­gi­tud de cada entra­da, tam­bién. Pue­de ser tan­to muy cor­ta: un afo­ris­mo, como un exten­so mini­en­sa­yo, o entre­vis­ta, o diá­lo­go inte­rior.

Pese a ser un perio­dis­ta tar­dío, Rafa Marí (Valen­cia, 1945) ha teni­do tiem­po para tra­ba­jar en muchos medios de comu­ni­ca­ción: Car­te­le­ra Turia, Cal Dir, Valen­cia Sema­nal, car­te­le­ra Qué y Don­de, Noti­cias al día, Papers de la Con­se­lle­ria de Cul­tu­ra, Leva­n­­te-EMV, El Hype… Siem­pre en las pági­nas de cul­tu­ra. En 1984 fichó por Las Pro­vin­cias, dia­rio don­de actual­men­te es colum­nis­ta y crí­ti­co de arte.

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