La institución muestra la donación de Ángel López García-Molins hasta el 4 de junio

Los «Capri­chos de Goya».

El Museo de Bellas Artes de Valèn­cia (MuBAV) ha inau­gu­ra la expo­si­ción Goya. Capri­chos, en la que se exhi­be la dona­ción com­ple­ta que Ángel López Gar­­cía-Molins reali­zó en 2022 y que per­mi­te dis­fru­tar del«ojo crí­ti­co» que el genio de Fuen­de­to­dos recla­mó en su obra y que «aún hoy sigue vigen­te». Así lo des­ta­có el direc­tor de la pina­co­te­ca, Pablo Gon­zá­lez Tor­nel, quien pre­sen­tó este jue­ves en rue­da de pren­sa la mues­tra jun­to al donan­te.

Los Capri­chos de Goya, ade­más de con­tar con un auto­rre­tra­to del pin­tor, afron­tan temas como la bru­je­ría, la crí­ti­ca al matri­mo­nio con­cer­ta­do, la pros­ti­tu­ción, la igno­ran­cia, la vani­dad, la ocio­si­dad de la noble­za y las cria­tu­ras gro­tes­cas. La dona­ción de este fon­do, que per­te­ne­ció a Anto­nio Gar­cía Molins, abue­lo del donan­te, se pre­sen­tó en mayo de 2022, y en ese momen­to se pudo ver ya una selec­ción de obras.

Aho­ra podrá visi­tar­se has­ta el pró­xi­mo 4 de junio la serie com­ple­ta de 80 agua­fuer­tes, impre­sa por la Cal­co­gra­fía Nacio­nal en 1868. En la mues­tra, las estam­pas están acom­pa­ña­das por lien­zos del maes­tro ara­go­nés y de segui­do­res suyos, como Asen­sio Julià y Leo­nar­do Alen­za, así como del for­mi­da­ble bus­to de bron­ce en el que Mariano Ben­lliu­re retra­tó a Fran­cis­co de Goya y que sir­ve de base para el pre­mio cine­ma­to­grá­fi­co más impor­tan­te de Espa­ña, todos ellos per­te­ne­cien­tes a los fon­dos del pro­pio museo.

Gon­zá­lez Tor­nel sub­ra­yó que «los temas ana­li­za­dos por Goya par­ten de una visión crí­ti­ca de los usos y cos­tum­bres de la socie­dad espa­ño­la para, des­pués, evo­lu­cio­nar hacia la plas­ma­ción de las par­tes más oscu­ras, irra­cio­na­les y vio­len­tas de un ser humano pri­va­do de inte­lec­to y casi sal­va­je».

«La mira­da refle­xi­va y crí­ti­ca de Goya es un ejem­plo hoy en día del incon­for­mis­mo ante las pau­tas here­da­das y de la lucha por el pro­gre­so y los avan­ces socia­les», con­si­de­ró el his­to­ria­dor del arte, que, pre­gun­ta­do por si el pin­tor fue un ade­lan­ta­do a su tiem­po, con­tes­tó: «Es un ade­lan­ta­do a su país. Aquí a prin­ci­pios del XIX toda­vía había mucho por hacer».

Gon­zá­lez Tor­nel deta­lló que la mues­tra per­ma­ne­ce­rá duran­te tres meses —aun­que es posi­ble una pró­rro­ga— y, des­pués, las obras «des­can­sa­rán» un año, ya que se tra­ta de crea­cio­nes «tre­men­da­men­te foto­sen­si­bles». De hecho, si se pro­du­je­ra algu­na peti­ción de prés­ta­mo en ese perío­do no podría con­ce­der­se. Por su par­te, Ángel López Gar­­cía-Molins evo­có las vici­si­tu­des que vivió su ante­pa­sa­do y el cari­ño espe­cial que siem­pre tuvo por estas pie­zas.

Un momen­to de la pre­sen­ta­ción (ROBER SOLSONA / EUROPA PRESS).

Huida de la Alemania nazi

Y es que cuan­do el quí­mi­co y doc­tor en Filo­so­fía Anto­nio Gar­­cía-Molins, de ideas repu­bli­ca­nas, huyó de Espa­ña por el gol­pe de esta­do, eli­gió refu­giar­se en una Ale­ma­nia que pron­to aca­ba­ría vivien­do su pro­pio infierno. La lle­ga­da al poder de Hitler lo obli­gó a vol­ver a un país fran­quis­ta, pero no lo hizo solo: regre­só con una colec­ción com­ple­ta de Los Capri­chos de Goya adqui­ri­da en un anti­cua­rio de Bavie­ra.

Fran­cis­co de Goya (1746–1828) reali­zó a lo lar­go de su vida nume­ro­sos gra­ba­dos y estam­pas. Domi­nó todas las téc­ni­cas, des­de el agua­fuer­te, al agua­tin­ta, la pun­ta seca o la lito­gra­fía. En esta pro­duc­ción en blan­co y negro es don­de Goya se mos­tró más libre y desa­rro­lló una visión tre­men­da­men­te crí­ti­ca y oscu­ra de su entorno. En sus dibu­jos refle­ja­ba la Espa­ña de 1800 en la que el atra­so, la supers­ti­ción, la super­che­ría y la incul­tu­ra impreg­nan una visión muy nega­ti­va de la reali­dad.

La serie de los Capri­chos se publi­có por pri­me­ra vez en 1799 y reco­ge la reac­ción de Fran­cis­co de Goya a la gra­ve cri­sis deri­va­da de su enfer­me­dad entre 1792 y 1794 que le dejó sor­do. Las ideas que ani­man la serie de ochen­ta agua­fuer­tes sur­gie­ron del via­je que reali­zó el pin­tor por Anda­lu­cía acom­pa­ñan­do a los duques de Alba a su pala­cio de San­lú­car de Barra­me­da (Cádiz) entre 1796 y 1797.

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