«El cerebro nunca es el mismo de un momento a otro a lo largo de la vida; nunca jamás».
Álvaro Pascual Leone y Adolfo Plasencia en la UPV. Foto, cortesía de SmartBusiness
En la pared de enfrente de la casa natal de Álvaro Pascual-Leone, en el numero diez de la calle Pizarro de Valencia, frente a la casa donde el hoy neurólogo afincado en Harvard pasó su infancia, se alza una placa de mármol que reza: «En esta casa vivió el insigne investigador Santiago Ramón y Cajal, que inició aquí sus trabajos histológicos». En esa casa, frente a la de los padres del joven Álvaro, el gran científico español y luego Premio Nobel de Medicina empezó a esbozar ideas en esquemas que luego serían la base de su primer manual de histología, publicado por entregas en Valencia en 1886. Cada vez que veo a mi amigo Álvaro, pienso en aquello.
Asocio esa conexión con una poderosa sensación que experimenté hace algún tiempo en el Green Building (Edificio Verde) del campus del MIT. Aquel día, un amable profesor me permitió entrar en un despacho de la planta 12 para hacer una foto del campus desde la cara norte de aquel icónico rascacielos diseñado por I. M. Pei. Para llegar a la ventana, tuve que cruzar un amplio despacho y maniobrar alrededor de una hermosa mesa de madera tallada. Una vez tomada la foto, volví sobre mis pasos con la mirada fija en la mesa. «¿Sabes por qué la cuidamos tanto?», me preguntó al ver mi interés el profesor con una sonrisa. «Pues porque en esa misma mesa», me explicó, «nuestro gran Edward Lorenz escribió la parte nuclear de la teoría de los atractores extraños y fundó su Teoría del Caos». La emoción me paralizó por un instante. Ante mi sorpresa, me explicó que la habían dejado exactamente como la tenía Lorenz antes de morir.
Durante años, la rutina diaria del adolescente Álvaro consistió en pasar por delante de la casa de Ramón y Cajal en Valencia. ¿Podrían los encuentros diarios del joven Álvaro con la casa de Ramón y Cajal haber influido sutilmente en su trayectoria? La idea, un extraño atractor en sí mismo, es intrigante. Pero, ¿quién puede decirlo? Sé que es descabellada, pero encuentro cierto encanto en la forma en que se hace eco de la dedicación de toda la vida de Álvaro Pascual-Leone a la obra de Ramón y Cajal. Con esto, vamos a sumergirnos un poco en una conversación que mantuvimos él y yo a principios de este año y que, amablemente, me permitió compartir.
La noción de tiempo en el cerebro
Adolfo Plasencia: Álvaro, has participado en muchos trabajos interesantes en las últimas décadas, sobre todo en tu investigación pionera sobre la estimulación magnética transcraneal (TMS), que es exactamente lo que parece: utilizar imanes para estimular el cerebro humano. Pero otro campo especialmente interesante en el que ha contribuido es la comprensión de cómo nuestro cerebro percibe y procesa el tiempo. Has hablado de cómo nuestro cerebro cambia constantemente gracias a su extraordinaria plasticidad. Mi pregunta es: ¿cómo percibe e interactúa el cerebro con el tiempo, y cómo desafía esta comprensión nuestras nociones tradicionales del «momento presente»?
Álvaro Pascual-Leone: El tiempo es un aspecto, un componente, esencial para entender el cerebro humano. A menudo no se tiene suficientemente en cuenta porque añade una dimensión que lo hace más complejo. Y, como tú sabes, los humanos tendemos a simplificar. Pero creo que la filosofía del Panta Rei (todo fluye) de Heráclito describe precisamente lo que ocurre en el sistema nervioso. El cerebro nunca es el mismo de un momento a otro a lo largo de la vida. Nunca jamás. Esa es la primera ley.
«Mi ahora y tu ahora están, en el mejor de los casos, desfasados cientos de milisegundos y, por tanto, el “presente” no es efectivamente una realidad compartida entre los dos».
La segunda ley: El cerebro nunca vuelve atrás. Nunca deshace el camino andado. Ante todo, porque no existe tal camino. Tenía razón el poeta Antonio Machado cuando escribió que «no hay camino, se hace camino al andar». Y, en segundo lugar, porque no existe ningún mecanismo para des-batir el huevo batido, por así decirlo. Una vez que algo se aprende o se experimenta, no se puede borrar. Lo que sí existe es la posibilidad de hacer un cambio con el que, funcionalmente, «vuelves» a un estado como el que tenías antes. El resultado puede ser el mismo, pero el cerebro utiliza una vía diferente para llegar a él. Es un cambio que hace que la representación de lo que parece funcionalmente igual, en realidad, resulte diferente. Es decir, no puedes rehacer o retomar el trazado que tenías, pero puedes hacer un trazado nuevo, y ésa es la segunda ley.
Álvaro Pascual Leone impartiendo su conferencia en la UPV. Foto, cortesía de SmartBusiness
La tercera ley ‑la tercera realidad- es que el tiempo en el cerebro es una cosa muy particular porque el «ahora» no existe realmente. Puedo estar diciendo «ahora», pero ya lo he pensado y, en el mejor de los casos, he tardado 30 milisegundos en terminar ese procesamiento y enviar el mensaje a mi laringe para que salga. Por lo tanto, lo he pensado y luego lo he dicho con un desfase temporal. Y tú lo has oído y has tardado al menos otros 30 milisegundos en integrarlo y procesarlo, y luego otros 30 milisegundos en descodificarlo. Así que el mío no es el «ahora» que te estoy contando, sino el de hace 30 milisegundos. Entiende la idea. En el mejor de los casos, mi «ahora» y el tuyo están desfasados cientos de milisegundos, por lo que el «presente» no es una realidad compartida entre los dos.
Esta realidad tan curiosa, según la cual creemos estar en el presente, pero en realidad ese presente es algo que no existe en sentido neurobiológico, la explica muy bien Bill Bryson en su libro «El Cuerpo: Una Guía para Ocupantes». Ilustra bien esta paradoja de que el tiempo es esencial y al mismo tiempo ilusorio y escurridizo.
Adolfo: A propósito de todo esto, el ingeniero y neurocientífico José M. Carmena, en mi libro que reune una colección de debates con científicos y humanistas (en la que tú también participas), sostiene que el cerebro crea la conciencia, que es una ilusión. Sin embargo, según él, se trata de una ilusión ficticia. El filósofo Javier Echeverría aplaude este argumento, pero le advierte de que esta afirmación le traerá problemas con fenomenólogos y kantianos. Aceptarán, según Echeverría, que la conciencia es una ilusión, pero no aceptarán que la conciencia sea una ilusión ficticia fabricada por el propio cerebro.
Álvaro: Estoy de acuerdo con José. Creo que el cerebro funciona creando hipótesis sobre lo que va a encontrar y luego contrasta esa hipótesis con lo que realmente encuentra. No es una cámara receptiva de información. Es una proyección activa que compara con la realidad con la que se encuentra.
Adolfo: Empezaste una conferencia reciente diciendo: «Cuando empecé esta conferencia, tenías el cerebro de una manera, y cuando la termine, y me hayas escuchado, lo tendrás de otra». Es decir, tenemos que entender el cerebro no como algo estático sino como algo dinámico en un proceso de cambio continuo.
Álvaro: Sí, así es. Todo lo que hacemos, pensamos y experimentamos cambia nuestro cerebro.
Adolfo: Permíteme introducir ahora un tema adyacente. Las tecnologías cerebrales, o las llamadas neurotecnologías, se utilizan regularmente para gestionar o tratar enfermedades persistentes como la epilepsia, la depresión, el Alzheimer y el Parkinson. Tú mismo utilizas estas tecnologías en tu laboratorio. Pero como ocurre con cualquier herramienta potente, siempre existe el riesgo de que los malos actores hagan un mal uso de ella. Hace unos años, la revista Político de EE.UU. publicó un escalofriante artículo que recogía el temor emergente a la invasión de la privacidad cerebral. El titular: «Las máquinas pueden leer tu cerebro. Hay poco que puedas hacer para detenerlas». Ante todo esto, está surgiendo un movimiento creciente que reúne a neurocientíficos, filósofos, abogados, defensores de los derechos humanos y responsables políticos que se apresuran a intentar proteger esa última frontera de la privacidad: el cerebro.
Pero las tecnologías evolucionan a gran velocidad. En diciembre, un grupo de investigadores australianos demostró un sistema de «lectura mental» llamado BrainGPT. En esencia, conectan un codificador EEG multitarea a un LLM (Modelo lingüístico masivo) capaz de descodificar frases coherentes y legibles a partir de señales EEG. Según sus creadores, BrainGPT puede convertir los pensamientos (registrados con un casco de electrodos no invasivo) en palabras que se muestran en una pantalla. Álvaro, necesito un baño de realidad. ¿Qué se puede leer realmente hoy en el cerebro, y en qué medida? ¿Hay formas de proteger la intimidad del cerebro de esto, y cómo podemos protegernos de la invasividad de estas máquinas?
Álvaro: La realidad es que la capacidad de leer el cerebro e influir en la actividad ya está aquí. Ya no pertenece sólo al reino de la ciencia ficción. Ahora, la pregunta es: ¿a qué podemos acceder y manipular exactamente en el cerebro? Considera este ejemplo: Si te ordeno que muevas una mano, puedo saber si te dispones a mover, digamos, la mano derecha. Incluso puedo dar un «empujón» preciso a tu cerebro y hacer que muevas la mano derecha más deprisa. Y entonces tú afirmarías, y creerías plenamente, que la has movido tú mismo. Sin embargo, yo sé que, en realidad, fui yo quien la movió por ti. Incluso puedo obligarte a mover la mano izquierda –que no ibas a mover- y llevarte a racionalizar por qué cambiaste de opinión cuando, en realidad, nuestra intervención condujo a esa acción que tú percibes como tu elección. Hemos hecho este experimento en nuestro laboratorio.
«Incluso puedo obligarte a mover la mano izquierda
–que no ibas a mover- y llevarte a racionalizar
por qué has cambiado de opinión».
En los humanos, podemos modificar la actividad cerebral leyendo y escribiendo en el cerebro, por así decirlo, aunque por ahora sólo podemos afectar a cosas muy simples. En los animales, podemos hacer cosas mucho más complejas porque tenemos un control mucho más preciso de las neuronas y su sincronización. Pero la capacidad de esa modulación de circuitos más pequeños hasta llegar progresivamente a neuronas individuales en humanos va a llegar, incluyendo una modificación mucho más selectiva con alternativas optogenéticas, es decir, utilizando la luz para controlar la actividad de las neuronas. Por tanto, algo que deberíamos tener muy claro como sociedad y como seres humanos es qué regulaciones y criterios debemos desarrollar para que su uso sea adecuado ‑y beneficioso- para el individuo y no sólo una fuente de lucro o de poder. Yo celebro este movimiento en pro de la neuroética y su aplicación a las técnicas neurológicas, porque me parece esencial.
Cerebro, manipulación y redes sociales
Adolfo: …Hay un aspecto que se ha vuelto muy importante en el mundo actual. Tú me lo has mencionado ya alguna vez… ¿Cuál es el mecanismo porque le cual el cerebro está mucho más cómodo orientándose hacia lo que ya conoce, que enfocarse hacia lo que le resulta desconocido? Parece que está mas cómodo si se le refrenda, o confirma lo que ya pensaba. Ese mecanismo, creo que hoy el más explotado en el comercio online, los medios, la política, las redes sociales o la publicidad digital actual a nivel global. El conjunto de todo eso, globalmente, se ha transformado en la nueva industria digital de la notoriedad global, en la que el mayor éxito consiste en conseguir que algo se vuelva “viral”. Hay hoy muchísimos sectores cuyo modelo de negocio está basado en ese sistema. Y también es el mecanismo esencial al que apunta la algorítmica de las redes sociales que te sumerge en ‘burbujas adictivas de confirmación’, porque ese es un enorme negocio para las plataformas de redes sociales basada en internet, pero que se está evidenciando a gran escala que esto puede ser peligroso para la sociedad. Impulsa las tendencias hacia la polarización, la información falsa, las deepfakes (falsificaciones profundas) ‑que ya han creado su propia economía digital‑, lo conspiranóico y la radicalización de las personas e incluso enajena y produce problemas de salud mental.
¿Cómo funciona este mecanismo en el cerebro? Parece como si algo que ya habíais descubierto los neurocientíficos para paliar dolencias, ahora los informáticos y programadores de algoritmos de los grandes negocios online lo estén explotando a gran escala en las redes sociales para obtener un impacto y unos beneficios enormes.
Álvaro: Sí. Yo creo que es justamente eso. Creo que el ser humano tiene un cerebro, probablemente por muy buenas razones evolutivas, que resuena y, por tanto, internaliza y encuentra placentero aquello que es semejante y similar a lo que uno ya tiene en mente. Por eso nos gustan las gentes que son como nosotros, o que piensan como nosotros. Por eso nos sentimos a gusto, –entre comillas–, con los “nuestros”. Por eso hay intrínsecamente, biológicamente… se que lo que estoy diciendo es un poco ‘políticamente incorrecto’, pero hay inicialmente una tensión con aquellos que son distintos. ¿Qué es lo mismo, y qué es lo distinto? Pues empieza con mi pueblo y el pueblo de al lado porque viene básicamente de pueblos nomádicos que se movían y por lo tanto, una buena razón para que te muevas, encontrándote mucho más a gusto entre los siete que van contigo, que con todo lo aquello que te es extraño. Lo que ha cambiado es que ahora estamos rodeados por ello en la vida actual y, por lo tanto, tenemos que usar la civilización para controlar esa realidad biológica.
Lo que está haciendo la informática y las plataformas en las redes es todo lo contrario. Es usar esa realidad biológica para sacar beneficio y, por lo tanto, explotar al máximo esa realidad biológica. El riesgo de eso es que acentúa algo que no es nada bueno para el ser humano….
Adolfo: Pero eso es como explotar un mecanismo contrario a lo que entendemos por innovación que siempre trae cosas inesperadas y desconocidas…
Álvaro: Es una innovación inmoral, una innovación sin guía moral, sin brújula, sin ‘compass’ moral que dirían en EE.UU. Es usar algo del cerebro que puedes usar para un beneficio a pesar de que las consecuencias, sabes que van a ser negativas para las personas y para la sociedad, porque vas a conseguir que todos estén más recelosos de una opinión contraria. Yo creo que la polarización de puntos de vista en EE.UU. es un ejemplo de eso. Es un ejemplo del hecho que la gente solo recibe la información que ya piensa y por tanto, no aprende a ver el punto de vista de los otros.
Álvaro Pascual-Leone muestra su Smartphone durante su conferencia. Foto cortesía de SmartBusiness
Emociones, adicciones y capitalismo límbico
Adolfo: La arquitectura algorítmica de las redes sociales, de Facebook y otras, funcionan como un ejemplo exacto de eso a gran escala. Por su enorme impacto en las redes le llaman, con palabras de la ciencia que tú practicas, el ‘capitalismo límbico’ . Porque eso apunta a las emociones intentando neutralizar la racionalidad, para que la gente, en lugar de reflexionar, y en lugar de tomar decisiones de sentido común propio, haga cosas inducidas por otros sin que se dé cuenta de ello.
Álvaro: Pero por eso te digo que si aceptamos el argumento del que partía de que el ser humano biológicamente tiende a resonar con lo ‘cercano’ (mentalmente), con lo propio, entonces lo que necesitas son sistemas que orienten, te guíen a sentirte a gusto con ‘lo extraño’, con lo diferente. Eso es innovación. Eso es lo que da lugar a la innovación. Es Pedro Salinas. Es la ‘gloria a las diferencias’. Es crear una situación donde se celebre la diferencia. Porque lo que ‘nos sale’ es el recelo a la diferencia, por buenas razones biológicas. Si no haces eso y buscas el resonar placentero del individuo por comodidad, la consecuencia es que acentúas las diferencias y por lo tanto incrementas las situaciones perjudiciales que pueden devenir de ello.
Adolfo: ¿Y esto tiene que ver con las neuronas espejo o no tiene que ver…?
Álvaro: Bueno, creo que en parte sí tiene que ver con las neuronas espejo. Cuando yo decía que este tipo de neuronas te dan un marco para explicar ese resonar que yo decía, esa ‘Embodied cognition’, o cognición incorporada, de percepciones externas. Probablemente tiene que ver con algo más que con neuronas individuales o únicas. O, probablemente, no solo es eso y hay moduladores hormonales como la oxitocina que acaba siendo crítica en todo esto, por lo cual tienen un efecto bioquímico más general y menos especifico debido a las neuronas y a las redes de conectividad de esas neuronas, finalmente en el comportamiento.
Adolfo: En esta conferencia en la que estáis y nos hemos encontrado, se ha hablado de las adicciones, por ejemplo, a sustancias como la cocaína, heroína, etc. Pero ahora hay otras adicciones. Las adicciones digitales son ‘adicciones sin sustancia’ que se vehiculan en el ámbito virtual. ¿Tú crees que las adicciones ‘sin sustancia’ dependen de mecanismos cerebrales parecidos a los originados por las típicas de las drogas físicas, o son distintos?
Álvaro: Lo que es común entre los mecanismos de unas y otras es que la sustancia relacionada es la dopamina interna del cerebro de la propia persona: es el circuito alterado de esa dopamina. Pero la razón por la que se llega al circuito alterado es distinta en las diferentes adicciones; o en ludopatías que en cocainómanos, por ejemplo. Pero hay un sustrato común que tiene que ver con distintos aspectos de esa adicción desde el subidón a la sensación placentera que hace recaer en ella. Y eso es lo que es común en las distintas adicciones. Hay aspectos diferenciados que son importantes en ellas, pero hay aspectos neurobiológicos comunes.
La necesidad humana actual de los Neuroderechos
Adolfo: En febrero de 2023, asistí a una sesión abierta organizada en Valencia por el Consell Valenciá de Cultura. Tú compartiste escenario con tu colega Rafael Yuste, director del NeuroTechnology Center (NTC) en la Universidad de Columbia, cofundador de The NeuroRights Foundation,y con el ingeniero y neurocientífico José M. Carmena. En el encuentro se dio a conocer la Declaración sobre Neuroderechos de Valencia. Esta Declaración afirma que los neuroderechos deben incluirse y ampliar la lista universal de derechos humanos.
En la imagen, de izquierda a derecha, Álvaro Pascual-Leone, José M. Carmena y Rafael Yuste, conversan con miembros del Consell Valenciá de Cultura en su sede, tras el acto oficial de presentación de la Declaración de Neuroderechos de Valencia. Foto: Adolfo Plasencia.
Este es uno de los objetivos, aunque no el único del futuro Centro Nacional de Neurotecnología (Spain Neurotech) ya anunciado por el gobierno de España que estará liderado por Rafael Yuste en colaboración contigo y con José M. Carmena
Adolfo: ¿Por qué crees que los neuroderechos son importantes y necesarios para nuestra vida presente y futura inmediata?
Álvaro: Creo que Rafa Yuste ha articulado muy bien el reto, el problema y la necesidad. Creo que ya tenemos tecnología que nos permite leer y escribir en el cerebro, extraer información de nuestro cerebro y gestionarla de una manera que podría comprometer, al menos potencialmente, la independencia, la privacidad y la agencia de cada uno de nosotros.
Adolfo: Te refieres a la capacidad de tomar decisiones y a las elecciones que conforman y permiten el libre albedrío, ¿verdad?
Álvaro: Exacto. Eso es lo que yo entiendo por agency (agencia). La capacidad, en primer lugar, de hacer y decidir por uno mismo. Cualquier cosa que interfiera con eso supone un riesgo potencial para la esencia misma de los derechos humanos. En otras palabras, los Neuroderechos tendría que desarrollar y ampliar una nueva lista universal de derechos humanos. Es necesario ampliarlos, ya que los actuales se quedan cortos y no protegen suficientemente contra la posibilidad de extracción de información, manipulación y control personal a la que ya puede dar lugar la neurotecnología actual. Me he sumado porque creo que son una ampliación necesaria. Los Neuroderechos serán fundamentales en las sociedades del futuro.
Este artículo, sintetizado, ha sido publicado en EE.UU. y en inglés, por MIT Press Reader, la editorial del MIT, con el título:
- Mind-Reading and Neuroplasticity: In Conversation With Neurologist Alvaro Pascual-Leone. LINK:https://thereader.mitpress.mit.edu/mind-reading-brain-plasticity-and-neurorights-in-conversation-with-neurologist-alvaro-pascual-leone/
Y, por la revista de alta divulgación científica Nautilus, con el título:
- Big Brother of the Brain Is Here.LINK: https://nautil.us/big-brother-of-the-brain-is-here-694416/
Adolfo Plasencia es escritor y periodista de ciencia y tecnología, y autor del libro: «De Neuronas a Galaxias», publicado por MIT Press y la Univ. de Oxford en inglés, y por la Universitat de València en español
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