Álva­ro Pas­cual-Leo­ne y Adol­fo Pla­sen­cia en la UPV ‑pp

«El cerebro nunca es el mismo de un momento a otro a lo largo de la vida; nunca jamás».

Álva­ro Pas­cual Leo­ne y Adol­fo Pla­sen­cia en la UPV. Foto, cor­te­sía de Smart­Bu­si­ness

En la pared de enfren­te de la casa natal de Álva­ro Pas­­cual-Leo­­ne, en el nume­ro diez de la calle Piza­rro de Valen­cia, fren­te a la casa don­de el hoy neu­ró­lo­go afin­ca­do en Har­vard pasó su infan­cia, se alza una pla­ca de már­mol que reza: «En esta casa vivió el insig­ne inves­ti­ga­dor San­tia­go Ramón y Cajal, que ini­ció aquí sus tra­ba­jos his­to­ló­gi­cos». En esa casa, fren­te a la de los padres del joven Álva­ro, el gran cien­tí­fi­co espa­ñol y lue­go Pre­mio Nobel de Medi­ci­na  empe­zó a esbo­zar ideas en esque­mas que lue­go serían la base de su pri­mer manual de his­to­lo­gía, publi­ca­do por entre­gas en Valen­cia en 1886. Cada vez que veo a mi ami­go Álva­ro, pien­so en aque­llo.

Aso­cio esa cone­xión con una pode­ro­sa sen­sa­ción que expe­ri­men­té hace algún tiem­po en el Green Buil­ding (Edi­fi­cio Ver­de) del cam­pus del MIT. Aquel día, un ama­ble pro­fe­sor me per­mi­tió entrar en un des­pa­cho de la plan­ta 12 para hacer una foto del cam­pus des­de la cara nor­te de aquel icó­ni­co ras­ca­cie­los dise­ña­do por I. M. Pei. Para lle­gar a la ven­ta­na, tuve que cru­zar un amplio des­pa­cho y manio­brar alre­de­dor de una her­mo­sa mesa de made­ra talla­da. Una vez toma­da la foto, vol­ví sobre mis pasos con la mira­da fija en la mesa. «¿Sabes por qué la cui­da­mos tan­to?», me pre­gun­tó al ver mi inte­rés el pro­fe­sor con una son­ri­sa. «Pues por­que en esa mis­ma mesa», me expli­có, «nues­tro gran Edward Lorenz escri­bió la par­te nuclear de la teo­ría de los atrac­to­res extra­ños y fun­dó su Teo­ría del Caos». La emo­ción me para­li­zó por un ins­tan­te. Ante mi sor­pre­sa, me expli­có que la habían deja­do exac­ta­men­te como la tenía Lorenz antes de morir.

Duran­te años, la ruti­na dia­ria del ado­les­cen­te Álva­ro con­sis­tió en pasar por delan­te de la casa de Ramón y Cajal en Valen­cia. ¿Podrían los encuen­tros dia­rios del joven Álva­ro con la casa de Ramón y Cajal haber influi­do sutil­men­te en su tra­yec­to­ria? La idea, un extra­ño atrac­tor en sí mis­mo, es intri­gan­te. Pero, ¿quién pue­de decir­lo? Sé que es des­ca­be­lla­da, pero encuen­tro cier­to encan­to en la for­ma en que se hace eco de la dedi­ca­ción de toda la vida de Álva­ro Pas­­cual-Leo­­ne a la obra de Ramón y Cajal. Con esto, vamos a sumer­gir­nos un poco en una con­ver­sa­ción que man­tu­vi­mos él y yo a prin­ci­pios de este año y que, ama­ble­men­te, me per­mi­tió com­par­tir.

La noción de tiem­po en el cere­bro

Adol­fo Pla­sen­cia: Álva­ro, has par­ti­ci­pa­do en muchos tra­ba­jos intere­san­tes en las últi­mas déca­das, sobre todo en tu inves­ti­ga­ción pio­ne­ra sobre la esti­mu­la­ción mag­né­ti­ca trans­cra­neal (TMS), que es exac­ta­men­te lo que pare­ce: uti­li­zar ima­nes para esti­mu­lar el cere­bro humano. Pero otro cam­po espe­cial­men­te intere­san­te en el que ha con­tri­bui­do es la com­pren­sión de cómo nues­tro cere­bro per­ci­be y pro­ce­sa el tiem­po. Has habla­do de cómo nues­tro cere­bro cam­bia cons­tan­te­men­te gra­cias a su extra­or­di­na­ria plas­ti­ci­dad. Mi pre­gun­ta es: ¿cómo per­ci­be e inter­ac­túa el cere­bro con el tiem­po, y cómo desa­fía esta com­pren­sión nues­tras nocio­nes tra­di­cio­na­les del «momen­to pre­sen­te»?

Álva­ro Pas­­cual-Leo­­ne: El tiem­po es un aspec­to, un com­po­nen­te, esen­cial para enten­der el cere­bro humano. A menu­do no se tie­ne sufi­cien­te­men­te en cuen­ta por­que aña­de una dimen­sión que lo hace más com­ple­jo. Y, como tú sabes, los huma­nos ten­de­mos a sim­pli­fi­car. Pero creo que la filo­so­fía del Pan­ta Rei (todo flu­ye) de Herá­cli­to des­cri­be pre­ci­sa­men­te lo que ocu­rre en el sis­te­ma ner­vio­so. El cere­bro nun­ca es el mis­mo de un momen­to a otro a lo lar­go de la vida. Nun­ca jamás. Esa es la pri­me­ra ley.

«Mi aho­ra y tu aho­ra están, en el mejor de los casos, des­fa­sa­dos cien­tos de mili­se­gun­dos y, por tan­to, el “pre­sen­te” no es efec­ti­va­men­te una reali­dad com­par­ti­da entre los dos».

La segun­da ley: El cere­bro nun­ca vuel­ve atrás. Nun­ca des­ha­ce el camino anda­do. Ante todo, por­que no exis­te tal camino. Tenía razón el poe­ta Anto­nio Macha­do cuan­do escri­bió que «no hay camino, se hace camino al andar». Y, en segun­do lugar, por­que no exis­te nin­gún meca­nis­mo para des-batir el hue­vo bati­do, por así decir­lo. Una vez que algo se apren­de o se expe­ri­men­ta, no se pue­de borrar. Lo que sí exis­te es la posi­bi­li­dad de hacer un cam­bio con el que, fun­cio­nal­men­te, «vuel­ves» a un esta­do como el que tenías antes. El resul­ta­do pue­de ser el mis­mo, pero el cere­bro uti­li­za una vía dife­ren­te para lle­gar a él. Es un cam­bio que hace que la repre­sen­ta­ción de lo que pare­ce fun­cio­nal­men­te igual, en reali­dad, resul­te dife­ren­te. Es decir, no pue­des reha­cer o reto­mar el tra­za­do que tenías, pero pue­des hacer un tra­za­do nue­vo, y ésa es la segun­da ley.

Álva­ro Pas­cual Leo­ne impar­tien­do su con­fe­ren­cia en la UPV. Foto, cor­te­sía de Smart­Bu­si­ness

La ter­ce­ra ley ‑la ter­ce­ra reali­­dad- es que el tiem­po en el cere­bro es una cosa muy par­ti­cu­lar por­que el «aho­ra» no exis­te real­men­te. Pue­do estar dicien­do «aho­ra», pero ya lo he pen­sa­do y, en el mejor de los casos, he tar­da­do 30 mili­se­gun­dos en ter­mi­nar ese pro­ce­sa­mien­to y enviar el men­sa­je a mi larin­ge para que sal­ga. Por lo tan­to, lo he pen­sa­do y lue­go lo he dicho con un des­fa­se tem­po­ral. Y tú lo has oído y has tar­da­do al menos otros 30 mili­se­gun­dos en inte­grar­lo y pro­ce­sar­lo, y lue­go otros 30 mili­se­gun­dos en des­co­di­fi­car­lo. Así que el mío no es el «aho­ra» que te estoy con­tan­do, sino el de hace 30 mili­se­gun­dos. Entien­de la idea. En el mejor de los casos, mi «aho­ra» y el tuyo están des­fa­sa­dos cien­tos de mili­se­gun­dos, por lo que el «pre­sen­te» no es una reali­dad com­par­ti­da entre los dos.

Esta reali­dad tan curio­sa, según la cual cree­mos estar en el pre­sen­te, pero en reali­dad ese pre­sen­te es algo que no exis­te en sen­ti­do neu­ro­bio­ló­gi­co, la expli­ca muy bien Bill Bry­son en su libro «El Cuer­po: Una Guía para Ocu­pan­tes». Ilus­tra bien esta para­do­ja de que el tiem­po es esen­cial y al mis­mo tiem­po ilu­so­rio y escu­rri­di­zo.

Adol­fo: A pro­pó­si­to de todo esto, el inge­nie­ro y neu­ro­cien­tí­fi­co José M. Car­me­na, en mi libro que reune una colec­ción de deba­tes con cien­tí­fi­cos y huma­nis­tas (en la que tú tam­bién par­ti­ci­pas), sos­tie­ne que el cere­bro crea la con­cien­cia, que es una ilu­sión. Sin embar­go, según él, se tra­ta de una ilu­sión fic­ti­cia. El filó­so­fo Javier Eche­ve­rría aplau­de este argu­men­to, pero le advier­te de que esta afir­ma­ción le trae­rá pro­ble­mas con feno­me­nó­lo­gos y kan­tia­nos. Acep­ta­rán, según Eche­ve­rría, que la con­cien­cia es una ilu­sión, pero no acep­ta­rán que la con­cien­cia sea una ilu­sión fic­ti­cia fabri­ca­da por el pro­pio cere­bro.

Álva­ro: Estoy de acuer­do con José. Creo que el cere­bro fun­cio­na crean­do hipó­te­sis sobre lo que va a encon­trar y lue­go con­tras­ta esa hipó­te­sis con lo que real­men­te encuen­tra. No es una cáma­ra recep­ti­va de infor­ma­ción. Es una pro­yec­ción acti­va que com­pa­ra con la reali­dad con la que se encuen­tra.

Adol­fo: Empe­zas­te una con­fe­ren­cia recien­te dicien­do: «Cuan­do empe­cé esta con­fe­ren­cia, tenías el cere­bro de una mane­ra, y cuan­do la ter­mi­ne, y me hayas escu­cha­do, lo ten­drás de otra». Es decir, tene­mos que enten­der el cere­bro no como algo está­ti­co sino como algo diná­mi­co en un pro­ce­so de cam­bio con­ti­nuo.

Álva­ro: Sí, así es. Todo lo que hace­mos, pen­sa­mos y expe­ri­men­ta­mos cam­bia nues­tro cere­bro.

Adol­fo: Per­mí­te­me intro­du­cir aho­ra un tema adya­cen­te. Las tec­no­lo­gías cere­bra­les, o las lla­ma­das neu­ro­tec­no­lo­gías, se uti­li­zan regu­lar­men­te para ges­tio­nar o tra­tar enfer­me­da­des per­sis­ten­tes como la epi­lep­sia, la depre­sión, el Alzhei­mer y el Par­kin­son. Tú mis­mo uti­li­zas estas tec­no­lo­gías en tu labo­ra­to­rio. Pero como ocu­rre con cual­quier herra­mien­ta poten­te, siem­pre exis­te el ries­go de que los malos acto­res hagan un mal uso de ella. Hace unos años, la revis­ta Polí­ti­co de EE.UU. publi­có un esca­lo­frian­te artícu­lo que reco­gía el temor emer­gen­te a la inva­sión de la pri­va­ci­dad cere­bral. El titu­lar: «Las máqui­nas pue­den leer tu cere­bro. Hay poco que pue­das hacer para dete­ner­las». Ante todo esto, está sur­gien­do un movi­mien­to cre­cien­te que reúne a neu­ro­cien­tí­fi­cos, filó­so­fos, abo­ga­dos, defen­so­res de los dere­chos huma­nos y res­pon­sa­bles polí­ti­cos que se apre­su­ran a inten­tar pro­te­ger esa últi­ma fron­te­ra de la pri­va­ci­dad: el cere­bro.

Pero las tec­no­lo­gías evo­lu­cio­nan a gran velo­ci­dad. En diciem­bre, un gru­po de inves­ti­ga­do­res aus­tra­lia­nos demos­tró un sis­te­ma de «lec­tu­ra men­tal» lla­ma­do BrainGPT. En esen­cia, conec­tan un codi­fi­ca­dor EEG mul­ti­ta­rea a un LLM (Mode­lo lin­güís­ti­co masi­vo) capaz de des­co­di­fi­car fra­ses cohe­ren­tes y legi­bles a par­tir de seña­les EEG. Según sus crea­do­res, BrainGPT pue­de con­ver­tir los pen­sa­mien­tos (regis­tra­dos con un cas­co de elec­tro­dos no inva­si­vo) en pala­bras que se mues­tran en una pan­ta­lla. Álva­ro, nece­si­to un baño de reali­dad. ¿Qué se pue­de leer real­men­te hoy en el cere­bro, y en qué medi­da? ¿Hay for­mas de pro­te­ger la inti­mi­dad del cere­bro de esto, y cómo pode­mos pro­te­ger­nos de la inva­si­vi­dad de estas máqui­nas?

Álva­ro: La reali­dad es que la capa­ci­dad de leer el cere­bro e influir en la acti­vi­dad ya está aquí. Ya no per­te­ne­ce sólo al rei­no de la cien­cia fic­ción. Aho­ra, la pre­gun­ta es: ¿a qué pode­mos acce­der y mani­pu­lar exac­ta­men­te en el cere­bro? Con­si­de­ra este ejem­plo: Si te ordeno que mue­vas una mano, pue­do saber si te dis­po­nes a mover, diga­mos, la mano dere­cha. Inclu­so pue­do dar un «empu­jón» pre­ci­so a tu cere­bro y hacer que mue­vas la mano dere­cha más depri­sa. Y enton­ces tú afir­ma­rías, y cree­rías ple­na­men­te, que la has movi­do tú mis­mo. Sin embar­go, yo sé que, en reali­dad, fui yo quien la movió por ti. Inclu­so pue­do obli­gar­te a mover la mano izquier­da –que no ibas a mover- y lle­var­te a racio­na­li­zar por qué cam­bias­te de opi­nión cuan­do, en reali­dad, nues­tra inter­ven­ción con­du­jo a esa acción que tú per­ci­bes como tu elec­ción. Hemos hecho este expe­ri­men­to en nues­tro labo­ra­to­rio.

«Inclu­so pue­do obli­gar­te a mover la mano izquier­da

 –que no ibas a mover- y lle­var­te a racio­na­li­zar

por qué has cam­bia­do de opi­nión».

En los huma­nos, pode­mos modi­fi­car la acti­vi­dad cere­bral leyen­do y escri­bien­do en el cere­bro, por así decir­lo, aun­que por aho­ra sólo pode­mos afec­tar a cosas muy sim­ples. En los ani­ma­les, pode­mos hacer cosas mucho más com­ple­jas por­que tene­mos un con­trol mucho más pre­ci­so de las neu­ro­nas y su sin­cro­ni­za­ción. Pero la capa­ci­dad de esa modu­la­ción de cir­cui­tos más peque­ños has­ta lle­gar pro­gre­si­va­men­te a neu­ro­nas indi­vi­dua­les en huma­nos va a lle­gar, inclu­yen­do una modi­fi­ca­ción mucho más selec­ti­va con alter­na­ti­vas opto­ge­né­ti­cas, es decir, uti­li­zan­do la luz para con­tro­lar la acti­vi­dad de las neu­ro­nas. Por tan­to, algo que debe­ría­mos tener muy cla­ro como socie­dad y como seres huma­nos es qué regu­la­cio­nes y cri­te­rios debe­mos desa­rro­llar para que su uso sea ade­cua­do ‑y bene­­fi­­cio­­so- para el indi­vi­duo y no sólo una fuen­te de lucro o de poder. Yo cele­bro este movi­mien­to en pro de la neu­ro­éti­ca y su apli­ca­ción a las téc­ni­cas neu­ro­ló­gi­cas, por­que me pare­ce esen­cial.

Cere­bro, mani­pu­la­ción y redes socia­les

Adol­fo: …Hay un aspec­to que se ha vuel­to muy impor­tan­te en el mun­do actual. Tú me lo has men­cio­na­do ya algu­na vez… ¿Cuál es el meca­nis­mo por­que le cual el cere­bro está mucho más cómo­do orien­tán­do­se hacia lo que ya cono­ce, que enfo­car­se hacia lo que le resul­ta des­co­no­ci­do? Pare­ce que está mas cómo­do si se le refren­da, o con­fir­ma lo que ya pen­sa­ba. Ese meca­nis­mo, creo que hoy el más explo­ta­do en el comer­cio onli­ne, los medios, la polí­ti­ca, las redes socia­les o la publi­ci­dad digi­tal actual a nivel glo­bal. El con­jun­to de todo eso, glo­bal­men­te, se ha trans­for­ma­do en la nue­va indus­tria digi­tal de la noto­rie­dad glo­bal, en la que el mayor éxi­to con­sis­te en con­se­guir que algo se vuel­va “viral”. Hay hoy muchí­si­mos sec­to­res cuyo mode­lo de nego­cio está basa­do en ese sis­te­ma. Y tam­bién es el meca­nis­mo esen­cial al que apun­ta la algo­rít­mi­ca de las redes socia­les que te sumer­ge en ‘bur­bu­jas adic­ti­vas de con­fir­ma­ción’, por­que ese es un enor­me nego­cio para las pla­ta­for­mas de redes socia­les basa­da en inter­net, pero que se está evi­den­cian­do a gran esca­la que esto pue­de ser peli­gro­so para la socie­dad. Impul­sa las ten­den­cias hacia la pola­ri­za­ción, la infor­ma­ción fal­sa, las deep­fa­kes (fal­si­fi­ca­cio­nes pro­fun­das) ‑que ya han crea­do su pro­pia eco­no­mía digital‑, lo cons­pi­ra­nói­co y la radi­ca­li­za­ción de las per­so­nas e inclu­so ena­je­na y  pro­du­ce pro­ble­mas de salud men­tal.

            ¿Cómo fun­cio­na este meca­nis­mo en el cere­bro? Pare­ce como si algo que ya habíais des­cu­bier­to los neu­ro­cien­tí­fi­cos para paliar dolen­cias, aho­ra los infor­má­ti­cos y pro­gra­ma­do­res de algo­rit­mos de los gran­des nego­cios onli­ne lo estén explo­tan­do a gran esca­la en las redes socia­les para obte­ner un impac­to y unos bene­fi­cios enor­mes.

 Álva­ro: Sí. Yo creo que es jus­ta­men­te eso. Creo que el ser humano tie­ne un cere­bro, pro­ba­ble­men­te por muy bue­nas razo­nes evo­lu­ti­vas, que resue­na y, por tan­to, inter­na­li­za y encuen­tra pla­cen­te­ro aque­llo que es seme­jan­te y simi­lar a lo que uno ya tie­ne en men­te. Por eso nos gus­tan las gen­tes que son como noso­tros, o que pien­san como noso­tros. Por eso nos sen­ti­mos a gus­to, –entre comi­llas–, con los “nues­tros”. Por eso hay intrín­se­ca­men­te, bio­ló­gi­ca­men­te… se que lo que estoy dicien­do es un poco ‘polí­ti­ca­men­te inco­rrec­to’, pero hay ini­cial­men­te una ten­sión con aque­llos que son dis­tin­tos. ¿Qué es lo mis­mo, y qué es lo dis­tin­to? Pues empie­za con mi pue­blo y el pue­blo de al lado por­que vie­ne bási­ca­men­te de pue­blos nomá­di­cos que se movían y por lo tan­to, una bue­na razón para que te mue­vas, encon­trán­do­te mucho más a gus­to entre los sie­te que van con­ti­go, que con todo lo aque­llo que te es extra­ño. Lo que ha cam­bia­do es que aho­ra esta­mos rodea­dos por ello en la vida actual y, por lo tan­to, tene­mos que usar la civi­li­za­ción para con­tro­lar esa reali­dad bio­ló­gi­ca.

            Lo que está hacien­do la infor­má­ti­ca y las pla­ta­for­mas en las redes es todo lo con­tra­rio. Es usar esa reali­dad bio­ló­gi­ca para sacar bene­fi­cio y, por lo tan­to, explo­tar al máxi­mo esa reali­dad bio­ló­gi­ca. El ries­go de eso es que acen­túa algo que no es nada bueno para el ser humano….

Adol­fo: Pero eso es como explo­tar un meca­nis­mo con­tra­rio a lo que enten­de­mos por inno­va­ción que siem­pre trae cosas ines­pe­ra­das y des­co­no­ci­das…

Álva­ro: Es una inno­va­ción inmo­ral, una inno­va­ción sin guía moral, sin brú­ju­la, sin ‘com­pass’ moral que dirían en EE.UU. Es usar algo del cere­bro que pue­des usar para un bene­fi­cio a pesar de que las con­se­cuen­cias, sabes que van a ser nega­ti­vas para las per­so­nas y para la socie­dad, por­que vas a con­se­guir que todos estén más rece­lo­sos de una opi­nión con­tra­ria. Yo creo que la pola­ri­za­ción de pun­tos de vis­ta en EE.UU. es un ejem­plo de eso. Es un ejem­plo del hecho que la gen­te solo reci­be la infor­ma­ción que ya pien­sa y por tan­to, no apren­de a ver el pun­to de vis­ta de los otros.

Álva­ro Pas­­cual-Leo­­ne mues­tra su Smartpho­ne duran­te su con­fe­ren­cia. Foto cor­te­sía de Smart­Bu­si­ness

Emo­cio­nes, adic­cio­nes y capi­ta­lis­mo lím­bi­co

 Adol­fo:  La arqui­tec­tu­ra algo­rít­mi­ca de las redes socia­les, de Face­book y otras, fun­cio­nan como un ejem­plo exac­to de eso a gran esca­la. Por su enor­me impac­to en las redes le lla­man, con pala­bras de la cien­cia que tú prac­ti­cas, el ‘capi­ta­lis­mo lím­bi­co’ . Por­que eso apun­ta a las emo­cio­nes inten­tan­do neu­tra­li­zar la racio­na­li­dad, para que la gen­te, en lugar de refle­xio­nar, y en lugar de tomar deci­sio­nes de sen­ti­do común pro­pio, haga cosas indu­ci­das por otros sin que se dé cuen­ta de ello.

Álva­ro: Pero por eso te digo que si acep­ta­mos el argu­men­to del que par­tía de que el ser humano bio­ló­gi­ca­men­te tien­de a reso­nar con lo ‘cer­cano’ (men­tal­men­te), con lo pro­pio, enton­ces lo que nece­si­tas son sis­te­mas que orien­ten, te guíen a sen­tir­te a gus­to con ‘lo extra­ño’, con lo dife­ren­te. Eso es inno­va­ción. Eso es lo que da lugar a la inno­va­ción. Es Pedro Sali­nas. Es la ‘glo­ria a las dife­ren­cias’. Es crear una situa­ción don­de se cele­bre la dife­ren­cia. Por­que lo que ‘nos sale’ es el rece­lo a la dife­ren­cia, por bue­nas razo­nes bio­ló­gi­cas. Si no haces eso y bus­cas el reso­nar pla­cen­te­ro del indi­vi­duo por como­di­dad, la con­se­cuen­cia es que acen­túas las dife­ren­cias y por lo tan­to incre­men­tas las situa­cio­nes per­ju­di­cia­les que pue­den deve­nir de ello.

Adol­fo: ¿Y esto tie­ne que ver con las neu­ro­nas espe­jo o no tie­ne que ver…?

Álva­ro: Bueno, creo que en par­te sí tie­ne que ver con las neu­ro­nas espe­jo. Cuan­do yo decía que este tipo de neu­ro­nas te dan un mar­co para expli­car ese reso­nar que yo decía, esa ‘Embo­died cog­ni­tion’, o cog­ni­ción incor­po­ra­da, de per­cep­cio­nes exter­nas. Pro­ba­ble­men­te tie­ne que ver con algo más que con neu­ro­nas indi­vi­dua­les o úni­cas. O, pro­ba­ble­men­te, no solo es eso y hay modu­la­do­res hor­mo­na­les como la oxi­to­ci­na que aca­ba sien­do crí­ti­ca en todo esto, por lo cual tie­nen un efec­to bio­quí­mi­co más gene­ral y menos espe­ci­fi­co debi­do a las neu­ro­nas y a las redes de conec­ti­vi­dad de esas neu­ro­nas, final­men­te en el com­por­ta­mien­to.

Adol­fo:  En esta con­fe­ren­cia en la que estáis y nos hemos encon­tra­do, se ha habla­do de las adic­cio­nes, por ejem­plo, a sus­tan­cias como la cocaí­na, heroí­na, etc. Pero aho­ra hay otras adic­cio­nes. Las adic­cio­nes digi­ta­les son ‘adic­cio­nes sin sus­tan­cia’ que se vehi­cu­lan en el ámbi­to vir­tual. ¿Tú crees que las adic­cio­nes ‘sin sus­tan­cia’ depen­den de meca­nis­mos cere­bra­les pare­ci­dos a los ori­gi­na­dos por las típi­cas de las dro­gas físi­cas, o son dis­tin­tos?

Álva­ro: Lo que es común entre los meca­nis­mos de unas y otras es que la sus­tan­cia rela­cio­na­da es la dopa­mi­na inter­na del cere­bro de la pro­pia per­so­na: es el cir­cui­to alte­ra­do de esa dopa­mi­na. Pero la razón por la que se lle­ga al cir­cui­to alte­ra­do es dis­tin­ta en las dife­ren­tes adic­cio­nes; o en ludo­pa­tías que en cocai­nó­ma­nos, por ejem­plo. Pero hay un sus­tra­to común que tie­ne que ver con dis­tin­tos aspec­tos de esa adic­ción des­de el subi­dón a la sen­sa­ción pla­cen­te­ra que hace recaer en ella. Y eso es lo que es común en las dis­tin­tas adic­cio­nes. Hay aspec­tos dife­ren­cia­dos que son impor­tan­tes en ellas, pero hay aspec­tos neu­ro­bio­ló­gi­cos comu­nes.

La nece­si­dad huma­na actual de los Neu­ro­de­re­chos

Adol­fo: En febre­ro de 2023, asis­tí a una sesión abier­ta orga­ni­za­da en Valen­cia por el Con­sell Valen­ciá de Cul­tu­ra. Tú com­par­tis­te esce­na­rio con tu cole­ga Rafael Yus­te, direc­tor del Neu­ro­Tech­no­logy Cen­ter (NTC) en la Uni­ver­si­dad de Colum­bia, cofun­da­dor de The Neu­ro­Rights Foun­da­tion,y con el inge­nie­ro y neu­ro­cien­tí­fi­co José M. Car­me­na. En el encuen­tro se dio a cono­cer la Decla­ra­ción sobre Neu­ro­de­re­chos de Valen­cia. Esta Decla­ra­ción afir­ma que los neu­ro­de­re­chos deben incluir­se y ampliar la lis­ta uni­ver­sal de dere­chos huma­nos.

En la ima­gen, de izquier­da a dere­cha, Álva­ro Pas­­cual-Leo­­ne, José M. Car­me­na y Rafael Yus­te, con­ver­san con miem­bros del Con­sell Valen­ciá de Cul­tu­ra en su sede, tras el acto ofi­cial de pre­sen­ta­ción de la Decla­ra­ción de Neu­ro­de­re­chos de Valen­cia. Foto: Adol­fo Pla­sen­cia.

Este es uno de los obje­ti­vos, aun­que no el úni­co del futu­ro Cen­tro Nacio­nal de Neu­ro­tec­no­lo­gía (Spain Neu­ro­tech) ya anun­cia­do por el gobierno de Espa­ña que esta­rá lide­ra­do por Rafael Yus­te en cola­bo­ra­ción con­ti­go y con José M. Car­me­na

Adol­fo: ¿Por qué crees que los neu­ro­de­re­chos son impor­tan­tes y nece­sa­rios para nues­tra vida pre­sen­te y futu­ra inme­dia­ta?

 Álva­ro: Creo que Rafa Yus­te ha arti­cu­la­do muy bien el reto, el pro­ble­ma y la nece­si­dad. Creo que ya tene­mos tec­no­lo­gía que nos per­mi­te leer y escri­bir en el cere­bro, extraer infor­ma­ción de nues­tro cere­bro y ges­tio­nar­la de una mane­ra que podría com­pro­me­ter, al menos poten­cial­men­te, la inde­pen­den­cia, la pri­va­ci­dad y la agen­cia de cada uno de noso­tros.

Adol­fo: Te refie­res a la capa­ci­dad de tomar deci­sio­nes y a las elec­cio­nes que con­for­man y per­mi­ten el libre albe­drío, ¿ver­dad?

Álva­ro: Exac­to. Eso es lo que yo entien­do por agency (agen­cia). La capa­ci­dad, en pri­mer lugar, de hacer y deci­dir por uno mis­mo. Cual­quier cosa que inter­fie­ra con eso supo­ne un ries­go poten­cial para la esen­cia mis­ma de los dere­chos huma­nos. En otras pala­bras, los Neu­ro­de­re­chos ten­dría que desa­rro­llar y ampliar una nue­va lis­ta uni­ver­sal de dere­chos huma­nos. Es nece­sa­rio ampliar­los, ya que los actua­les se que­dan cor­tos y no pro­te­gen sufi­cien­te­men­te con­tra la posi­bi­li­dad de extrac­ción de infor­ma­ción, mani­pu­la­ción y con­trol per­so­nal a la que ya pue­de dar lugar la neu­ro­tec­no­lo­gía actual. Me he suma­do por­que creo que son una amplia­ción nece­sa­ria. Los Neu­ro­de­re­chos serán fun­da­men­ta­les en las socie­da­des del futu­ro.


Este artícu­lo, sin­te­ti­za­do, ha sido publi­ca­do en EE.UU.  y en inglés, por MIT Press Reader, la edi­to­rial del MIT, con el títu­lo:

Y, por la revis­ta de alta divul­ga­ción cien­tí­fi­ca Nau­ti­lus, con el títu­lo:

Adol­fo Pla­sen­cia es escri­tor y perio­dis­ta de cien­cia y tec­no­lo­gía, y autor del libro: «De Neu­ro­nas a Gala­xias», publi­ca­do por MIT Press y la Univ. de Oxford en inglés, y por la Uni­ver­si­tat de Valèn­cia en espa­ñol

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