Ale­gría, tris­te­za, amor, sole­dad, ilu­sio­nes y decep­cio­nes… Nues­tras vidas son un equi­li­brio ines­ta­ble entre emo­cio­nes tan opues­tas como com­ple­men­ta­rias, una suce­sión de expe­rien­cias que pasan a lo lar­go de los años y nos hacen más fuer­tes, más rea­lis­tas… Al fin y al cabo, más vivos.

En esta nue­va expo­si­ción, inau­gu­ra­da el pasa­do viernes15 de abril y titu­la­da “Seven Floors to Hea­ven”, Iva­na Flo­res pre­sen­ta indu­da­ble­men­te uno de sus proyec­tos más per­so­na­les, ins­pi­ra­do en sus viven­cias y emo­cio­nes de los últi­mos años. Iva­na pin­ta con su alma y hace del arte un sopor­te de intros­pec­ción. Sus per­so­na­jes se mue­ven en un uni­ver­so ima­gi­na­rio y mági­co, cuya esté­ti­ca está ins­pi­ra­da en el mun­do del cir­co de anta­ño. La atmós­fe­ra en la cual se sumer­gen, lle­na de colo­res, natu­ra­le­za y ani­ma­les, guía al espec­ta­dor hacia el fun­da­men­to y el hilo con­duc­tor de la serie: en todas y cada una de sus obras, la mira­da azul de sus pro­ta­go­nis­tas nos fija con insis­ten­cia. Ahí, en esos ojos, se detec­ta una inne­ga­ble tris­te­za, pero tam­bién y sobre todo mucha fuer­za inte­rior, esa fuer­za que sólo tie­nen los que saben trans­for­mar el dolor en amor y la tris­te­za en belle­za. Y vida, mucha vida.

“Seven Floors to Hea­ven” es el resul­ta­do de un pro­ce­so crea­ti­vo inten­so y apa­sio­na­do que tra­du­ce el dis­fru­te de la artis­ta a la hora de ela­bo­rar esta colec­ción. Sus pin­tu­ras rela­tan su tra­ba­jo per­so­nal por hallar el equi­li­brio entre la luz y la oscu­ri­dad, y en cier­to modo su enten­di­mien­to del “cir­co de la vida y de la ausen­cia”. No es una colec­ción triste, al con­tra­rio, es un men­sa­je de espe­ran­za, la prue­ba de que hay vida des­pués de la vida. A tra­vés del arte, Iva­na se encuen­tra a ella mis­ma y nos invi­ta a acom­pa­ñar­la en este mun­do de fan­ta­sía.

Astrid Jacom­me

Ale­gría, tris­te­za, amor, sole­dad, ilu­sio­nes y decep­cio­nes… Nues­tras vidas son un equi­li­brio ines­ta­ble entre emo­cio­nes tan opues­tas como com­ple­men­ta­rias, una suce­sión de expe­rien­cias que pasan a lo lar­go de los años y nos hacen más fuer­tes, más rea­lis­tas… Al fin y al cabo, más vivos.

En esta nue­va expo­si­ción, inau­gu­ra­da el pasa­do viernes15 de abril y titu­la­da “Seven Floors to Hea­ven”, Iva­na Flo­res pre­sen­ta indu­da­ble­men­te uno de sus proyec­tos más per­so­na­les, ins­pi­ra­do en sus viven­cias y emo­cio­nes de los últi­mos años. Iva­na pin­ta con su alma y hace del arte un sopor­te de intros­pec­ción. Sus per­so­na­jes se mue­ven en un uni­ver­so ima­gi­na­rio y mági­co, cuya esté­ti­ca está ins­pi­ra­da en el mun­do del cir­co de anta­ño. La atmós­fe­ra en la cual se sumer­gen, lle­na de colo­res, natu­ra­le­za y ani­ma­les, guía al espec­ta­dor hacia el fun­da­men­to y el hilo con­duc­tor de la serie: en todas y cada una de sus obras, la mira­da azul de sus pro­ta­go­nis­tas nos fija con insis­ten­cia. Ahí, en esos ojos, se detec­ta una inne­ga­ble tris­te­za, pero tam­bién y sobre todo mucha fuer­za inte­rior, esa fuer­za que sólo tie­nen los que saben trans­for­mar el dolor en amor y la tris­te­za en belle­za. Y vida, mucha vida.

“Seven Floors to Hea­ven” es el resul­ta­do de un pro­ce­so crea­ti­vo inten­so y apa­sio­na­do que tra­du­ce el dis­fru­te de la artis­ta a la hora de ela­bo­rar esta colec­ción. Sus pin­tu­ras rela­tan su tra­ba­jo per­so­nal por hallar el equi­li­brio entre la luz y la oscu­ri­dad, y en cier­to modo su enten­di­mien­to del “cir­co de la vida y de la ausen­cia”. No es una colec­ción triste, al con­tra­rio, es un men­sa­je de espe­ran­za, la prue­ba de que hay vida des­pués de la vida. A tra­vés del arte, Iva­na se encuen­tra a ella mis­ma y nos invi­ta a acom­pa­ñar­la en este mun­do de fan­ta­sía.

Astrid Jacom­me