La mítica imagen de Henri Cartier – Breson es el logo de la librería de Juan Pedro Font de Mora, que cumple 35 años

Deta­lle de la foto «Detrás de la esta­ción de San Láza­ro» de Hen­ri Car­tier – Bre­son.

El actor y direc­tor tea­tral Domin­go Chin­chi­lla pro­pu­so hace dos años rea­li­zar una obra tea­tral basa­do en la famo­sa foto­gra­fía de Hen­ri Car­tier – Bres­son titu­la­da Detrás de la esta­ción de San Láza­ro, toma en París en 1932. La idea era ren­dir home­na­je y cele­brar de los 35 años de la libre­ría Rai­lowsky. Dos años des­pués, pasa­dos los momen­tos más duros de la pan­de­mia, por fin ten­drá lugar el estreno. Será este sába­do a las 20 h.

Según expli­ca Juan Pedro Font de Mora, «últi­mo mohi­cano» de la libre­ría y foto­ga­le­ría Rai­lowsky, «ten­go un tra­ba­jo que me apa­sio­na y, aun­que de for­ma bas­tan­te pre­ca­ria, me per­mi­te ganar­me la vida. En una de las esca­sas esca­pa­das que hago, el oto­ño de 2008, estu­ve unos días en una ciu­dad que ado­ro; París. Es una ciu­dad para dis­fru­tar­la pasean­do sin rum­bo fijo por los barrios anti­guos. Una de las cosas que más me encan­tan son las esta­cio­nes de tre­nes, cuan­to más gran­dio­sas mejor. Esa tar­de llu­vio­sa de octu­bre me diri­gía hacia la esta­ción de Saint-Laza­­re. Lamen­ta­ble­men­te ese día esta­ban rea­li­zan­do unas obras bas­tan­te apa­ra­to­sas y ape­nas se podía ver la esta­ción. Una valla de made­ra lo impe­día. Mi curio­si­dad inna­ta me hizo acer­car­me y por un res­qui­cio pude ver los amplios cober­ti­zos metá­li­cos y el reloj de la esta­ción que la pre­si­de en lo alto».

«La llu­via del día ante­rior — con­ti­núa— había deja­do la zona de obra con­ver­ti­da en un inmen­so char­co El per­so­nal de la obra impro­vi­só una esca­le­ra para poder evi­tar mojar­se, cosa impo­si­ble como digo. Me diver­tí un rato vien­do como sal­ta­ban des­de la esca­le­ra has­ta el agua, mal­di­cien­do des­pués su mala suer­te por lo mucho que se moja­ban. Con­ti­núe mi paseo pero ya de vuel­ta vi un vein­tea­ñe­ro miran­do por el mis­mo res­qui­cio de antes, con la dife­ren­cia que ade­más lle­va­ba una vie­ja Lei­ca y no para­ba de hacer fotos. Pen­sé para mis aden­tros que el muy inge­nuo esta­ría inten­tan­do sacar a los “sal­ta­do­res de char­cos” jus­to al momen­to pre­vio a mojar­se. Me acer­qué en plan pro­vo­ca­dor y le dije: “No lo con­se­gui­rá, es casi impo­si­ble”. El joven me res­pon­dió de for­ma un tan­to alti­va. “Lo con­se­gui­ré, y usted lo verá en los mejo­res museos del mun­do. Mis foto­gra­fías se ven­de­rán a millo­nes de fran­cos en el siglo XXI”».

Y con­clu­ye: «Bueno, no quie­ro seguir con este rela­to car­ga­do de tin­tes wood­ya­llia­nos. Lo úni­co cier­to de este cuen­to es que real­men­te he esta­do en el sitio más o menos exac­to en que Hen­ri Car­­tier-Bre­s­­son reali­zó la famo­sa foto­gra­fía Derrie­re la Gare Saint-Laza­­re, Paris 1932, y debo decir que me sor­pren­dió lo bien que con­ser­van los fran­ce­ses su patri­mo­nio. Está exac­ta­men­te la mis­ma ver­ja, la esta­ción con­ser­va la mis­ma cubier­ta y el mis­mo reloj. Lo que eché en fal­ta fue aquel car­tel de Rai­lowsky pega­do en la valla que dio nom­bre a mi libre­ría y foto­ga­le­ría. Curio­so nom­bre que corres­pon­de a un per­so­na­je de fic­ción, ya que el car­tel está ras­ga­do y le fal­ta la «B» de Brai­lowsky, famo­so pia­nis­ta ruso que actua­ba por esas fechas en París. Esto nos dijo por car­ta el mis­mí­si­mo Car­­tier-Bre­s­­son (esto es ver­dad, que no todo lo voy a nove­lar).

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