Hoy se con­me­mo­ra el Día Mun­dial del Cán­cer de Piel. Por ello, des­de la Con­se­lle­ria de Sani­dad Uni­ver­sal y Salud Públi­ca se quie­re lan­zar un men­sa­je para adver­tir a la pobla­ción sobre los ries­gos y peli­gros que pue­de supo­ner una exce­si­va expo­si­ción solar tras el perío­do de con­fi­na­mien­to de los últi­mos meses.

Actual­men­te, la tasa de inci­den­cia de mela­no­ma en la Comu­ni­tat Valen­cia­na es de 12,5 por cada 100.000 habi­tan­tes, y repre­sen­ta el 2% de todos los cán­ce­res en la Comu­ni­tat.

En cuan­to a la edad media de las per­so­nas con mela­no­ma, es de 61 años en las muje­res y 63 años en los hom­bres. Por otro lado, la tasa de mor­ta­li­dad del mela­no­ma es de 2,5 por 100.000 habi­tan­tes según las últi­mas cifras de 2017, el 62% fue­ron hom­bres y el 38% muje­res.

Este año, tras un lar­go perío­do de con­fi­na­mien­to debi­do a la pan­de­mia de coro­na­vi­rus, resul­ta nece­sa­rio extre­mar las pre­cau­cio­nes con la expo­si­ción solar. Según los espe­cia­lis­tas del Ser­vi­cio de Der­ma­to­lo­gía del Hos­pi­tal Uni­ver­si­ta­rio de la Ribe­ra, la piel apro­ve­cha la pri­ma­ve­ra para comen­zar a bron­cear­se de for­ma pau­la­ti­na y, así, aumen­tar los nive­les de mela­ni­na, un pig­men­to que actúa como pro­tec­ción natu­ral de la piel y el cabe­llo ante las radia­cio­nes sola­res.

Sin embar­go, según expli­ca la jefa del Ser­vi­cio de Der­ma­to­lo­gía del Hos­pi­tal de Alzi­ra, Car­men Orte­ga, “debi­do al con­fi­na­mien­to no hemos podi­do dis­fru­tar con nor­ma­li­dad de la pri­ma­ve­ra, por lo que nues­tra piel no se ha pre­pa­ra­do para el verano ni pre­sen­ta unos nive­les de mela­ni­na altos”.

“Así, si apro­ve­chan­do la deses­ca­la­da las per­so­nas se expo­nen al sol sin tomar pre­cau­cio­nes, es fácil que su piel se que­me en menos tiem­po del habi­tual. En este sen­ti­do, es fun­da­men­tal con­cien­ciar a la pobla­ción de que la que­ma­du­ra solar es uno de los prin­ci­pa­les fac­to­res de ries­go para la apa­ri­ción de mela­no­mas”, ha seña­la­do la doc­to­ra Orte­ga.

Expo­si­ción solar pro­gre­si­va

De esta for­ma, los espe­cia­lis­tas acon­se­jan que, una vez fina­li­za­do el con­fi­na­mien­to, la expo­si­ción solar se lle­ve a cabo de for­ma muy pro­gre­si­va, con dosis dia­rias muy peque­ñas para la piel.

“Por ejem­plo ‑expli­ca la doc­to­ra Ortega‑, los pri­me­ros días no se deben exce­der los 20 minu­tos de expo­si­ción solar, enten­dien­do por ésta no solo el momen­to en que la per­so­na se sien­ta o tum­ba a tomar el sol, sino tam­bién el momen­to en que vamos por la calle para rea­li­zar cual­quier tipo de ges­tión o cuan­do rea­li­za­mos depor­te. Pos­te­rior­men­te, pue­de irse aumen­tan­do de mane­ra esca­lo­na­da la expo­si­ción depen­dien­do del tipo de piel y con espe­cial cui­da­do en las per­so­nas de piel cla­ra”.

Igual­men­te, se reco­mien­da evi­tar la expo­si­ción al sol entre las 12:00 y las 16:00 horas, que es cuan­do la inci­den­cia de los rayos ultra­vio­le­ta es mayor. Asi­mis­mo, es impor­tan­te el uso de cre­mas sola­res con un fac­tor de pro­tec­ción alto, apli­can­do una capa uni­for­me y lo más grue­sa posi­ble sobre la piel, sin olvi­dar zonas sen­si­bles como las ore­jas o los labios.

Ade­más, tam­bién se pue­den uti­li­zar otros recur­sos de pro­tec­ción como som­bri­llas, gorras o cami­se­tas de man­ga lar­ga.

Según la jefa de Der­ma­to­lo­gía del Hos­pi­tal de la Ribe­ra, “no debe­mos dejar­nos lle­var por las ganas de estar al aire libre y expo­ner­nos al sol tras este lar­go perio­do de con­fi­na­mien­to. Hay que recu­rrir al sen­ti­do común para evi­tar daños cutá­neos que pue­den lle­gar a ser gra­ves”.

A dife­ren­cia de otros tumo­res más difí­ci­les de apre­ciar a sim­ple vis­ta, las lesio­nes malig­nas de piel pue­den ver­se y detec­tar­se en una fase tem­pra­na, lo que ayu­da enor­me­men­te a un mejor pro­nós­ti­co y super­vi­ven­cia de los pacien­tes.

En este sen­ti­do, los der­ma­tó­lo­gos del Hos­pi­tal Uni­ver­si­ta­rio de la Ribe­ra reco­mien­dan la revi­sión perió­di­ca de la piel y pres­tar aten­ción a aque­llas pecas que han cam­bia­do de tama­ño, for­ma, color, picor, san­gra­do o ulce­ra­ción, o luna­res con asi­me­tría, bor­des irre­gu­la­res, color hete­ro­gé­neo y diá­me­tro supe­rior a 6 milí­me­tros.

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