Ale­ja­do de la pin­tu­ra duran­te un tiem­po, el regre­so de San­ti Tena a la pri­me­ra línea expo­si­ti­va no ha podi­do ser más sona­do. Tena reto­ma el esti­lo de las ilus­tra­cio­nes que en su día rea­li­za­ra para Ferran Adrià, Juan Mari Arzak y Kar­los Argui­ñano, para recon­ver­tir­lo en incon­fun­di­bles pin­tu­ras mar­ca­das por su narra­ti­vi­dad, que bebe de la tra­di­ción del cómic y de la pin­tu­ra expre­sio­nis­ta y surrea­lis­ta con cier­tas dosis de absur­do dadá.

Entre la admi­ra­ción y el sar­cas­mo, San­ti Tena dedi­ca toda la expo­si­ción en la sala
de la mura­lla del Rec­tor Peset al mun­do de la culi­na­ria, con­ver­ti­dos hoy los coci­ne­ros en legen­da­rios héroes.

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