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Se aca­bó lo que se daba, adiós al verano. Des­pués de unas cuan­tas sema­nas per­di­dos por el mun­do nos toca vol­ver: ya es sep­tiem­bre y con él regre­sa­mos a la city con ganas de empe­zar a dis­fru­tar de nue­vo del arte y la cul­tu­ra de nues­tra Valen­cia. Sí, toca vol­ver a la nor­ma­li­dad.
Ini­cio sep­tiem­bre entran­do al Museo de Bellas Artes; me ape­te­cía pasear tran­qui­la­men­te entre reta­blos, pin­tu­ras his­tó­ri­cas, reli­gio­sas, empa­par­me de esti­los que hablan de otros tiem­pos y de gen­tes que han cons­trui­do nues­tro pasa­do.
Pero como siem­pre aca­bo embe­le­sa­da en la mis­ma sala, la Sala de Soro­lla. Es Soro­lla un artis­ta que nun­ca me deja de sor­pren­der por mucho que lo visi­to, cada día es un deta­lle el que des­cu­bro, su luz, color, pin­ce­la­das, el tra­ta­mien­to de sus retra­ta­dos, su moder­ni­dad… Podría­mos decir que Joa­quín Soro­lla es una fuen­te inago­ta­ble para la His­to­ria del Arte, para los museos, comi­sa­rios, expo­si­cio­nes o la inves­ti­ga­ción. Y bien cier­to que es, Soro­lla es uno de los artis­tas más pro­lí­fi­cos que nos ha dado la pin­tu­ra valen­cia­na, uno de los maes­tros más sin­ce­ros con sus pin­ce­les fren­te a sus gen­tes.
Desea­do por los colec­cio­nis­tas, con sus coti­za­cio­nes en subas­tas his­tó­ri­cas, asom­bra cuan­do lo vemos en pare­des de par­ti­cu­la­res, maes­tro de la luz y de múl­ti­ples géne­ros. Maniá­ti­co a la hora de fir­mar: has­ta cin­co fir­mas dife­ren­tes reco­no­ce­mos en sus pin­tu­ras y dibu­jos. Hoy, des­de estas líneas os moti­vo a visi­tar la expo­si­ción des­de una mira­da dis­tin­ta, des­de los ojos de un estu­dio­so; qué difí­cil nos lo pone, cuán­tos que­bra­de­ros de cabe­za para los exper­tos. No, no le gus­ta­ba fir­mar, en un ver­da­de­ro com­pro­mi­so se con­ver­tía este hecho, por lo que toda su fami­lia se ponía manos a la obra, así cin­co gra­fías; la de él, la de su mujer Clo­til­de y la de sus tres hijos; María, Ele­na y Joa­quín se pue­den leer en sus cua­dros. Abrid bien los ojos ante sus pin­tu­ras y mirad des­de otras pers­pec­ti­vas.

Se aca­bó lo que se daba, adiós al verano. Des­pués de unas cuan­tas sema­nas per­di­dos por el mun­do nos toca vol­ver: ya es sep­tiem­bre y con él regre­sa­mos a la city con ganas de empe­zar a dis­fru­tar de nue­vo del arte y la cul­tu­ra de nues­tra Valen­cia. Sí, toca vol­ver a la nor­ma­li­dad.
Ini­cio sep­tiem­bre entran­do al Museo de Bellas Artes; me ape­te­cía pasear tran­qui­la­men­te entre reta­blos, pin­tu­ras his­tó­ri­cas, reli­gio­sas, empa­par­me de esti­los que hablan de otros tiem­pos y de gen­tes que han cons­trui­do nues­tro pasa­do.
Pero como siem­pre aca­bo embe­le­sa­da en la mis­ma sala, la Sala de Soro­lla. Es Soro­lla un artis­ta que nun­ca me deja de sor­pren­der por mucho que lo visi­to, cada día es un deta­lle el que des­cu­bro, su luz, color, pin­ce­la­das, el tra­ta­mien­to de sus retra­ta­dos, su moder­ni­dad… Podría­mos decir que Joa­quín Soro­lla es una fuen­te inago­ta­ble para la His­to­ria del Arte, para los museos, comi­sa­rios, expo­si­cio­nes o la inves­ti­ga­ción. Y bien cier­to que es, Soro­lla es uno de los artis­tas más pro­lí­fi­cos que nos ha dado la pin­tu­ra valen­cia­na, uno de los maes­tros más sin­ce­ros con sus pin­ce­les fren­te a sus gen­tes.
Desea­do por los colec­cio­nis­tas, con sus coti­za­cio­nes en subas­tas his­tó­ri­cas, asom­bra cuan­do lo vemos en pare­des de par­ti­cu­la­res, maes­tro de la luz y de múl­ti­ples géne­ros. Maniá­ti­co a la hora de fir­mar: has­ta cin­co fir­mas dife­ren­tes reco­no­ce­mos en sus pin­tu­ras y dibu­jos. Hoy, des­de estas líneas os moti­vo a visi­tar la expo­si­ción des­de una mira­da dis­tin­ta, des­de los ojos de un estu­dio­so; qué difí­cil nos lo pone, cuán­tos que­bra­de­ros de cabe­za para los exper­tos. No, no le gus­ta­ba fir­mar, en un ver­da­de­ro com­pro­mi­so se con­ver­tía este hecho, por lo que toda su fami­lia se ponía manos a la obra, así cin­co gra­fías; la de él, la de su mujer Clo­til­de y la de sus tres hijos; María, Ele­na y Joa­quín se pue­den leer en sus cua­dros. Abrid bien los ojos ante sus pin­tu­ras y mirad des­de otras pers­pec­ti­vas.

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