En una excelente entrevista publicada en Ethic, Manuel Cruz (Barcelona, 1951) afirma que la ausencia de racionalidad en la vida pública “implica un deterioro de la democracia”. Manuel Cruz, ex presidente del Senado, es catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona y autor del libro de reciente publicación El Gran Apagón (Galaxia Gutenberg).


Algu­nas fra­ses de la entre­vis­ta: “Hay gen­te que suel­ta con asom­bro­sa des­en­vol­tu­ra y des­par­pa­jo fra­ses como ‘esta es tu ver­dad, pero yo ten­go la mía’, como si la ver­dad fue­ra un pro­duc­to de super­mer­ca­do que uno pue­de esco­ger a capri­cho”, aña­de Manuel Cruz. El cate­drá­ti­co de Filo­so­fía dice tan­tas cosas intere­san­tes –diría que inob­je­ta­bles, pero no me atre­vo a ir tan lejos– que no resis­to a la ten­ta­ción, en esta colum­na abier­ta, de repro­du­cir sin más comen­ta­rio algu­nas de sus sabias refle­xio­nes a modo de afo­ris­mos:

“El eclip­se de la razón en el mun­do actual debi­li­ta las demo­cra­cias, las rela­cio­nes afec­ti­vas o la con­vi­ven­cia”.

“En las demo­cra­cias, el deba­te argu­men­ta­do entre las dife­ren­tes pos­tu­ras resul­ta por com­ple­to esen­cial”.

“El desa­rro­llo tec­no­ló­gi­co está pro­pi­cian­do un autén­ti­co dete­rio­ro del deba­te polí­ti­co”.

“Las for­ma­cio­nes polí­ti­cas son inca­pa­ces de pre­sen­tar mode­los alter­na­ti­vos de socie­dad, limi­tán­do­se a reco­ger las rei­vin­di­ca­cio­nes sec­to­ria­les de deter­mi­na­das mino­rías sin una pers­pec­ti­va de con­jun­to que abor­de e inte­gre en una mira­da glo­bal cues­tio­nes como la pro­pie­dad, el tra­ba­jo o el Esta­do, es decir las gran­des cues­tio­nes de la filo­so­fía polí­ti­ca clá­si­ca”…

Des­ta­co, ya que el tema me afec­ta de modo direc­to por mi con­di­ción de perio­dis­ta y colum­nis­ta, la siguien­te refle­xión de Manuel Cruz: “Cual­quier lec­tor pue­de com­pro­bar cómo en aque­llos dia­rios que en su ver­sión digi­tal acep­tan las opi­nio­nes de los lec­to­res, tras el tex­to de un autor del más reco­no­ci­do pres­ti­gio en lo suyo, inclu­so a nivel inter­na­cio­nal, nun­ca fal­tan lec­to­res que, bien a cara des­cu­bier­ta, bien escon­dién­do­la tras un pseu­dó­ni­mo, se lan­zan a des­ca­li­fi­car lo expues­to en el artícu­lo como si ellos fue­ran inter­lo­cu­to­res de idén­ti­co nivel, cuan­do en el mejor de los casos no hacen otra cosa que ver­ter insul­tos o luga­res comu­nes”.

Deba­tir sin mie­do y a cara des­cu­bier­ta. Dudar, como si fue­se la prue­ba del algo­dón, evi­ta muchos dog­ma­tis­mos. El faná­ti­co nun­ca duda, no se pue­de per­mi­tir ese lujo inte­lec­tual. El demó­cra­ta siem­pre tie­ne a mano la duda. La humil­de duda le obli­ga a con­tras­tar e infor­ma­se bien.

Últi­ma­men­te estoy leyen­do todo lo que pillo sobre la Ley de Tran­se­xua­li­dad y sus mati­ces. Es un tema muy polé­mi­co, inclu­so en el seno del pro­pio Gobierno. El pasa­do 9 de mayo leí en eldiario.es un artícu­lo de Pedro Almo­dó­var, al que tan­to he admi­ra­do (lo hice des­de el ini­cio de su carre­ra, lo que me valió nume­ro­sas des­ca­li­fi­ca­cio­nes homó­fo­bas) titu­la­do Marilyn y el géne­ro no bina­rio. Un artícu­lo inge­nio­so y bri­llan­te. Pero uno de sus párra­fos me des­con­cer­tó.

Copio ese párra­fo almo­do­va­riano: “Aun­que el nobi­na­ris­mo no tie­ne nada que ver con la tran­se­xua­li­dad, apro­ve­cho para pedir­le a nues­tro Gobierno que no sé a qué espe­ra para fir­mar la ley de tran­se­xua­li­dad. Hay que decir­le tam­bién a la exvi­ce­pre­si­den­ta Car­men Cal­vo que un tran­se­xual no nece­si­ta cum­plir los die­ci­séis años para saber que lo es, a los tres años ya son cons­cien­tes del géne­ro que habi­ta en sus men­tes. En esas cues­tio­nes un tran­se­xual está mucho más madu­ro que un hete­ro­se­xual de su mis­ma edad, por ejem­plo.”

Almo­dó­var con Miguel Bosé en su papel de tra­ves­tí en Taco­nes leja­nos.

Tras leer esta opi­nión del rea­li­za­dor de La ley del deseo (1987), y reple­to, por mi par­te, de esas dudas que debi­li­tan y enri­que­cen a la vez, me diri­jo a sexó­lo­gos, psi­có­lo­gos y filó­so­fos para pre­gun­tar­les: ¿De ver­dad los niños y niñas de tres años son cons­cien­tes del géne­ro que habi­ta en sus men­tes, de ver­dad se lo plan­tean, lo saben y pue­den ya deci­dir con fir­me­za deci­so­ria? De ser así, reco­no­ce­ría que mi visión de la infan­cia ha sido has­ta aho­ra la de un anal­fa­be­to moral y sexual.

Entre­tan­to, y has­ta que el tema medio se acla­re, vol­ve­ré a ver bue­nas y estre­me­ce­do­ras pelí­cu­las con una visión com­ple­ja, nada com­pla­cien­te, de los años de la niñez: The Inno­cents (Jack Clay­ton, 1961), Vien­to en las velas (Ale­xan­der Mcken­drick, 1965), El otro (Robert Mulli­gan, 1972), La pro­fe­cía (Richard Don­ner, 1976) y ¿Quién pue­de matar a un niño? (Nar­ci­so Ibá­ñez Serra­dor, 1976).


LA COLUMNA ABIERTA de Rafa Marí

«Que la vida iba en serio / uno lo empie­za a com­pren­der más tar­de”
Jai­me Gil de Bied­ma

Duran­te los dos últi­mos años, el perio­dis­ta cul­tu­ral Rafa Marí ha veni­do publi­can­do en este espa­cio de Valen­cia City sus cró­ni­cas sobre cine, pri­me­ro como Dia­rio de un ciné­fi­lo, y pos­te­rior­men­te bajo el títu­lo Des­de el sillón de mi casa… en Mis­la­ta. Han sido dos años de diver­ti­das y ori­gi­na­les digre­sio­nes sobre su gran pasión, el cine, pero aho­ra toca explo­rar nue­vos terri­to­rios, reno­var una fruc­tí­fe­ra cola­bo­ra­ción, una colum­na abier­ta.

En aje­drez, otra de las inte­li­gen­tes acti­vi­da­des de Rafa Marí, una colum­na abier­ta es una colum­na sin peo­nes; en el perio­dis­mo, una colum­na abier­ta es una colum­na don­de pue­de refle­xio­nar­se sobre el pre­cio de las cosas, la alta coci­na, un libro, una pelí­cu­la o los amo­res de Isa­bel Pan­to­ja.

Pese a ser un perio­dis­ta tar­dío, Rafa Marí (Valen­cia, 1945) ha teni­do tiem­po para tra­ba­jar en muchos medios de comu­ni­ca­ción: Car­te­le­ra Turia, Cal Dir, Valen­cia Sema­nal, car­te­le­ra Qué y Don­de, Noti­cias al día, Papers de la Con­se­lle­ria de Cul­tu­ra, Leva­n­­te-EMV, El Hype… Siem­pre en las pági­nas de cul­tu­ra. En 1984 se incor­po­ró a la redac­ción de Las Pro­vin­cias, dia­rio don­de actual­men­te ejer­ce su acti­vis­mo como gran comen­ta­ris­ta.

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